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Capitalismo Zen (Artículo)

Hablo con mi agente editorial, es decir, la persona que se encarga de negociar con las editoriales las condiciones de publicación de mis libros. Hace un tiempo que intenta sin éxito que le compren los derechos de un libro mío reciente, "El valor del samurái" (una fábula sobre el miedo y cómo afrontarlo) en países de Oriente como China, Corea, Taiwán o Japón. Al principio ella era muy optimista con respecto a la posibilidad de que le "compraran" el libro, pero ahora no tanto, pues sus co-agentes orientales le han dicho que lo que vende allí ahora como rosquillas son libros tipo "Cómo hacerse millonario en una semana".

Su comentario no me sorprende en un primer momento, pues soy consciente de que el capitalismo, en uno u otro formato y más o menos camuflado, ha llegado al lejano Oriente hace tiempo. Pero luego, camino del despacho, me doy cuenta de algo curioso: los dos últimos libros que he leído son de temática, por decirlo de un modo sencillo, oriental: "Zen en el arte del tiro con arco" (Eugen Herrigel, Editorial Kier) y "El tesoro del maestro Liu" (Natàlia Cantó, Planeta Empresa). El primero de ellos fue escrito hace cuarenta años, pero es en realidad atemporal, como la propia filosofía zen, de la que indirectamente habla. El segundo es de publicación recientísima y ubica en un paisaje imaginado de China al maestro Liu del título, quien habla en última instancia de nuestra vida y su sentido. Pero a pesar de esta diferencia cronológica, ambos tienen elementos comunes muy evidentes: han sido escritos por europeos interesados en (o incluso fascinados por) los aspectos más espirituales de la filosofía asiática en general y del budismo en particular.

A modo de botón, transcribo un par de citas de las muchas que se podrían extraer. La primera es del libro de Herrigel sobre el zen:

"Al tiro de arco, en el sentido tradicional, respetado como arte y honrado como herencia, los japoneses no lo consideran como deporte, sino, aunque parezca extraño en un primer momento, como acto ritual. Por ende, el ‘arte’ del tiro de arco no significa para ellos habilidad deportiva en la cual predomina el dominio físico, sino maestría cuyo origen ha de buscarse en ejercicios espirituales pues la finalidad es ‘acertar’ en lo espiritual. En el fondo, el tirador apunta a sí mismo, y tal vez logre acertar en sí mismo".

Esta última frase, aunque enigmática, resume en realidad el libro. Para mí tiene la virtud de los grandes aforismos, en este caso en forma de aparente paradoja: el que practica el tiro con arco no está intentando, en realidad, acertar en una diana externa, sino en la imaginaria que hay en su interior (aunque para conseguirlo también tendrá que darle al blanco de la diana que tiene frente a su arco, como se ve en el libro).

De "El tesoro del maestro Liu" he extraído una cita que también me parece representativa de la admiración occidental actual hacia lo oriental:

"El tesoro que ha hallado uno se convierte también en un tesoro para los demás. Shi Hui es una de esas personas. Él puso su tesoro y sus conocimientos al servicio de los demás y, a la vez, disfrutó de él como nadie. Para mí ese es el verdadero tesoro, ¿entiendes ahora, xiao Jian? El tesoro que se multiplica, el tesoro que es un tesoro para todos. El tesoro no son el oro o los diamantes. El verdadero tesoro es lo que hacemos".

Todo lo cual, resumido y reinterpretado por este modesto periodista, vendría a ser algo así como: el sentido de la vida es justamente darle un sentido, que podría ser otro aforismo de los más zen.

Aunque ambos libros me parecen recomendables (entre otras cosas porque son cortitos y fáciles de leer), el primero, "Zen en el arte del tiro con arco" me ha parecido delicioso y subyugante, lleno de una sabiduría profunda, no evidente, ese tipo de saber con el que no solemos conectar en nuestro atribulado día a día. Pueden ser perfectamente lecturas veraniegas, libritos (lo digo por el tamaño, no por la entidad) de esos que uno se lleva a la playa y que puede leer de una sentada escuchando las olas romper contra la arena.

Después del comentario de mi agente sobre la actual "fiebre del oro oriental", me imagino hordas de chinos, coreanos, taiwaneses y hasta japoneses corriendo arriba y abajo sin cesar y tratando a toda costa de hacerse ricos por la vía rápida, es decir, olvidando los valores y la filosofía que tradicionalmente, durante siglos y siglos, les ha acompañado y ha presidido sus vidas. Ahora, al parecer, aparcan esa valiosa sabiduría para entregarse al capitalismo más desbocado, justo cuando los occidentales más nos interesamos por ella.

Y pienso, algo confundido, que o bien al mundo le han dado la vuelta como a un calcetín o bien existe una especie de ley del péndulo planetaria, según la cual, cuando unos buscamos una espiritualidad que verdaderamente llene nuestros vacíos materiales, los otros, en el extremo más alejado de la Tierra, se entregan afanosos y ufanos al materialismo más voraz.

En cualquier caso, y puesto que no estoy en contra del capitalismo (con cierto orden, eso sí), me pregunto: ¿no sería posible una especie de capitalismo zen, de equilibrada mezcla entre lo material y lo espiritual?

Se admiten propuestas.

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Comments (1)

  • mfaceytuno@gmail.com

    mfaceytuno@gmail.com

    23 Septiembre 2008 at 17:15 | #

    Gracias por admitir propuestas, Josep, ahí va una: ¿Por qué tenemos que buscar en una cultura ajena valores espirituales que podemos encontrar en la nuestra en mucho mayor grado? Concretamente, a modo de ejemplo, San Juan de la Cruz o Santa Teresa de Jesús, son maestros espirituales cuya asidua lectura y meditación hacen mucho bien, sin necesidad de tener que recurrir, tal vez por prejucios,a otras espiritualidades. No soy en único que piensa así: «Una de las cosas que nos han pedido indagar (está hablando uno de los más prestigiosos intelectuales chinos) es qué ha permitido el éxito, o mejor, el primado de Occidente sobre el resto del mundo. [...] Al principio pensamos que tal vez porque teníais armas más potentes que las nuestras. Luego pensamos que teníais un sistema político mejor. Después pensamos que debido a vuestro sistema económico. Pero en los últimos veinte años hemos comprendido que el corazón de vuestra cultura es vuestra religión: el cristianismo. He ahí por qué Occidente es tan poderoso. Las bases morales cristianas de la vida social y cultural han sido las que han permitido que surgiera el capitalismo y luego la exitosa transición hacia políticas democráticas. De esto no tenemos ninguna duda». Rodney Stark

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