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Psicopolítica (Reseña del libro de Byung-Chul Han)

Éste no es un libro para aprensivos de lo digital, ni para hipocondríacos de las transformaciones político-sociales, ni para tecnófobos pues su lectura puede incrementar ciertos temores. Byung-Chul Han, filósofo coreano formado en Alemania, nos proporciona en Psicopolítica una visión un tanto sombría de la libertad humana y su relación con el poder contextualizada en el marco de las nuevas tecnologías y los cambios de todo tipo que la hiperconexión lleva aparejados.

El punto de partida de este ensayo repleto de interesantes y cuestionables reflexiones es la crisis de la libertad y su aprovechamiento como una nueva forma de explotación. Creemos que el poder hacer, tan característico e impulsado en nuestros días, frente al deber hacer nos hará libres cuando lo que genera es coacción. La consideración del hombre como proyecto libre que constantemente se replantea y se reinventa tiene una connotación de infinitud que genera coacciones y presiones. El deber hacer tiene un límite, el poder hacer no tiene ninguno. En este sentido, según Han, vivimos en una sociedad del rendimiento en la que el sujeto se explota a sí mismo de forma ilimitada, convirtiéndose en amo y esclavo absolutos.

En este contexto de hiperindividualización de la libertad, en la que el sujeto ejerce presión sobre sí mismo y se impone normas y metas que ya no tienen nada que ver con lo colectivo, surge una nueva forma de poder político-económico que Han denomina psicopolítica. Se trata de un poder inteligente, sutil, flexible que escapa a toda visibilidad; no es excluyente, prohibitorio o censurador. El sujeto sometido no es consciente de su sometimiento. Es un poder que cuida de que los hombres se sometan por sí mismos al entramado de dominación; en lugar de hacerlos sumisos, los hace dependientes. Este poder inteligente se ajusta a la psique de los individuos en lugar de disciplinarla y someterla a coacciones y prohibiciones. No impone ningún silencio, al contrario, exige compartir, participar, comunicar nuestras opiniones, necesidades, deseos y preferencias. En definitiva, es una forma de poder que exige contar nuestra vida. Precisamente, la crisis de la libertad a la que Han se refiere consiste en que ésta no es negada sino explotada por esta nueva forma de poder.

Según el autor, la psicopolítica adopta refinadas formas de aprovechamiento con la finalidad de explotar a toda la persona, su atención e incluso su vida. El hombre en todas sus facetas es objeto de explotación de la psicopolítica. Menciona Han que en la sociedad actual se busca la permanente optimización personal y, por consiguiente, la optimización del sistema, algo que para el autor es destructivo pues conduce a un colapso total. La optimización personal se consigue eliminando los pensamientos negativos que impiden el rendimiento sin límite. No se tolera el dolor ni la negatividad, salvo que estén al servicio de ese rendimiento sin límite. No obstante, menciona Han que la negatividad es consustancial a la vida, pues mantiene la vida en vida y es constitutiva de la experiencia. La psicopolítica está dominada así por la violencia de la positividad cuya esencia es agradar en lugar de someter.

El autor considera que la psicopolítica es la forma de gobierno del régimen neoliberal. A diferencia de otros sistemas de control, la psicopolítica es una forma de control muy eficiente en la que no existe limitación óptica. Al basarse en el autocontrol que los individuos hacen de sí mismos, la psicopolítica permite la vigilancia desde todos los ángulos; es capaz de llegar a la psique, actuar sobre los individuos desde un nivel prerreflexivo e influir en las emociones para generar determinadas acciones. En este sentido, la emoción representa un medio muy eficiente para el control psicopolítico del individuo.

Han compara esta forma de control con el Big Brother de Orwell. En esta forma de gobierno se maximiza el consumo, se genera abundancia y exceso de positividad, se anima a comunicar y a consumir, no se tortura a nadie para lograr confesiones sino que tiene lugar un desnudamiento voluntario de los individuos. A diferencia del Big Brother de Orwell, la psicopolítica tiene un aspecto amable y su eficiencia reside precisamente en su amabilidad y en que nadie se siente realmente vigilado o amenazado.

Como si de un Big Brother digital se tratara, la psicopolítica se sirve del Big Data para apoderarse de los datos que los individuos le entregan de forma efusiva y voluntaria. Este dataísmo, caracterizado por la acumulación de enormes cantidades de datos que permiten filtrar todo emocionalismo e ideología, ha supuesto una Segunda Ilustración definida por la transparencia.  El imperativo de esta Segunda Ilustración es que todo se ha de convertir en datos e información. El dataísmo, que pretende eliminar toda ideología, es así una ideología en sí mismo que conduce al totalitarismo digital. Esta Segunda Ilustración es el tiempo del saber puramente movido por datos, sin profundizar en ellos, sin interrelacionarlos, lo que genera un vacío de sentido y conduce al dadaísmo.  El autor menciona que es necesaria una Tercera Ilustración que revele que la Ilustración digital se convierte en esclavitud.

El Big Data puede hacer legibles los deseos de los que no somos conscientes de forma expresa. De esta manera, el Big Data podría acceder al inconsciente social y poner de manifiesto patrones de comportamiento colectivo de los que el individuo no es consciente. Sirviéndose del Big Data, la psicopolítica sería entonces capaz de apoderarse del comportamiento de las masas a un nivel que escapa a la conciencia.

El autor subraya que el Big Data supone un gran negocio en el que estado vigilante y mercado se fusionan. Se comercia con los datos personales y se procede a una clasificación de la sociedad atendiendo a diversas características que da lugar a una sociedad de clases digital. Es entonces cuando Han habla del Bannoptikum que constituye un dispositivo en el que se destierra a las personas alejadas u hostiles al sistema, aquellos individuos con un valor económico escaso.

Ante un panorama tan apocalíptico, Han reivindica la figura del idiota como el excéntrico, el loco que es capaz de superar la coacción de la hipercomunicación y, por tanto, de ejercer una verdadera praxis de la libertad y tener el valor de desviarse de la ortodoxia.

El libro de Byung-Chul Han es una dura crítica a la sociedad actual que busca provocar fuertemente al lector aportando una perspectiva en exceso negativa de los efectos de las nuevas transformaciones político-sociales que están sucediendo. El autor desarrolla eventualmente una especie de psicoanálisis de la sociedad actual en el que la peligrosa y tradicional pulsión del hombre a la agresividad y la autoviolencia tiene un papel protagonista y se refleja, según el autor, en esa libertad autoexplotada. Todo análisis es cuestionable y el de Han adolece de una mayor profundidad y perspectiva. Quizá la forma actual de esa agresividad sea explotarse al máximo sin poner límites y exhibir la propia desnudez, una desnudez que desarma y pone al hombre a merced de nuevas formas de ejercicio del poder. Quizá la redención a esta inclinación sea el idiotismo. Quizá la psicopolítica corrompe el arte de vivir. En cualquier caso, el concepto de libertad, el miedo a ésta o el cuestionamiento del deseo real del hombre de ser libre vuelven a estar de actualidad y esa es la mayor aportación del libro.

 

 

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Comments (4)

  • Enrique Titos

    Enrique Titos

    27 Abril 2015 at 06:45 | #

    Una reflexión muy interesante y actual. Creo que también bastante correcta. Me parece importante desde esta reflexión que cada persona tome su opción personal, entendiendo que no parecen pragmáticos comportamientos de "isla" dado que lo digital es cada vez más parte de nuestro medio de relación, y por tanto necesario para el desarrollo profesional, personal y social.

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  • Alfonso Vázquez

    Alfonso Vázquez

    04 Mayo 2015 at 11:52 | #

    Me parece muy bien tratado el tema, María Eugenia. Las reflexiones críticas de Byung-Chul Han son de agradecer, desmontando conceptos que están tan de moda como la transparencia, la felicidad, el coaching y otros, y haciendo ver que tran su proclamación se oculta el dominio.
    Pero su "negatividad", que él sustenta sobre todo en Hegel y una determinada lectura de su dialéctica, me parece excesiva. Tiene un carácter fundamentalmente descriptivo y escasamente propositivo.
    Y, particularmente en "Psicopolítica", pero no sólo, sus críticas al enfoque de la biopolítica de Foucault me parecen tremendamente inmaduras; apenas oculta su pretensión de ser el Foucault del siglo XXI (los autores de los que bebe son, en un amplio abanico, los mismos: Hegel, Marx, Nietzsche, Deleuze...).

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  • María Eugenia Cadenas

    María Eugenia Cadenas

    04 Mayo 2015 at 12:08 | #

    Muchas gracias, Alfonso. Efectivamente, Byung-Chul Han es un francfortiano
    de última generación y eso se le nota en su marcada negatividad. Como bien comentas es excesivamente descriptivo, plantea muchas cuestiones y prácticamente ninguna solución, salvo la del idiotismo que a mí particularmente no me contenta. Creo que su aportación en este libro (y en algunos de los anteriores) es la de dar un punto de vista crítico de los medios que supuestamente nos hacen más libres. Quizá es un filósofo excesivamente pretencioso, pero en cualquier caso interesante de leer. Saludos

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  • Alfonso Vázquez

    Alfonso Vázquez

    07 Mayo 2015 at 14:56 | #

    Sí,María Eugenia, creo que su lectura es muy interesante, con enfoques originales (en esa mezcla entre la cultura oriental y occidental) y temas muy sugerentes. De hecho, me he leído toda su obra publicada en castellano. Más allá del "pesimismo", no noto en Han muchas influencias de la Escuela de Francfurt, son mucho más acusadas las de la corriente francesa (y sus inspiradores) que tampoco me gusta llamar "posmoderna".
    Un placer conversar contigo.

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