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Volatilidad: ¿una medida de riesgo o un activo rentable? (Artículo)

¿Y por qué no verlo bajo ambas definiciones? Un activo que mide y reduce el riesgo, y que genera importantes beneficios si se utiliza de forma adecuada.

Desde el comienzo de la crisis de crédito, liquidez y confianza que nos afecta, la palabra volatilidad forma parte de nuestro vocabulario, aunque pocas veces alcanzamos a entender su verdadero significado; y siempre como sinónimo de riesgo, de peligro, generándose aversión hacia ella, cuando en realidad, debería contemplarse como una oportunidad.

Consideremos, por ejemplo, el comportamiento de las acciones cotizadas en las bolsas americanas en el último año. Mientras los mercados de crédito se paralizaban ante los temores por la crisis "subprime", las bolsas sufrieron alzas y bajas de vértigo, para terminar ganando un 3.5% en el año. En ese mismo periodo, la volatilidad medida a través del índice VIX subió un 95%, la mayor subida en quince años. Si los inversores hubieran considerado la volatilidad como un activo más, equiparable a una acción, bono o materia prima, su rentabilidad hubiera sido superior y su exposición al riesgo, mucho menor.

Vayamos por partes. ¿Qué es la volatilidad?. Se define como la desviación estándar del cambio en el valor de un activo con un horizonte temporal específico. Es decir, mide el movimiento y su velocidad, no la dirección. Un 10% de subida o un 10% de bajada son iguales en términos de volatilidad, aunque en la mente de un inversor común, el primer movimiento sea bueno, y el segundo malo. Si podemos estimar la volatilidad futura de un mercado y la introducimos en un modelo teórico de valoración, cualquier valor obtenido será tanto más fiable que si simplemente hubiéramos obviado la volatilidad y nos hubiéramos centrado en adivinar "sólo" la dirección de dicho mercado.

La mayoría de los modelos teóricos de valoración asumen que los posibles precios de un determinado activo se distribuyen siguiendo una "distribución normal", para entendernos, el precio de un activo tiene las mismas probabilidades de subir o bajar un 1% tomando como partida el precio actual. Siendo puristas, la distribución sería Lognormal debido a la asimetría en los precios de cualquier activo, ya que éstos nunca pueden ser negativos.

Afortunadamente, la curva de distribución normal, la famosa campana de Gauss, se describe con sólo dos parámetros, la media y la desviación estándar, la volatilidad. La media es el punto donde se alcanza la parte más alta de nuestra campana, y la desviación estándar la velocidad a la que se extiende la curva, la anchura de la campana, la dispersión. Hoy en día, cualquier calculadora es capaz de medir la desviación estándar y la media, si introducimos las variaciones diarias que sufre un activo, por lo que no necesitamos de complejas fórmulas para obtener el dato de volatilidad. Nuestra responsabilidad es interpretarlo y comprenderlo para, por un lado, mitigar el riesgo de cualquier inversión y por otro lado, intentar aprovechar oportunidades.

Definida la volatilidad y su forma de cálculo, es fácil intuir que una desviación estándar grande indica que los puntos de la curva están lejos de la media, y una pequeña indica que las variaciones que sufre el activo están agrupadas cerca de la media. Una desviación estándar anual del 15% (la volatilidad se suele medir en términos porcentuales) indica que el mercado espera un movimiento +/- 15% o menos en el 68% de los casos (1 desviación estándar mide las variaciones máximas que se dan en el 68,3% de las veces, 2 desviaciones el 95,4%, 3 desviaciones el 99%). Si esperamos que los mercados se vayan a mover sin rumbo claro y de forma convulsa, estamos simplemente diciendo que la volatilidad va a aumentar de forma significativa. Si por el contrario creemos que los mercados van a mantenerse estables, o que van a subir pero de forma tranquila, lo lógico sería vender volatilidad. El hecho de medir la volatilidad y asignarle un número, en este caso un porcentaje, hace que el propio término sea menos volátil. Y lo que es más importante, el propio dato de volatilidad "negociada", la volatilidad que por ejemplo se cruza en las opciones financieras y otros derivados, nos indica lo que los inversores creen que va a hacer el mercado en el futuro.

La volatilidad se aplica habitualmente para medir los riesgos de cualquier inversión financiera, ya sea para definir los activos en los que invertir, limitando el abanico a aquellos cuya volatilidad no supere un determinado nivel o su correlación haga que no se supere dicho umbral, como para comparar unas inversiones frente a otras, utilizando por ejemplo, el índice sharpe, rentabilidad obtenida dividida entre el riesgo asumido medido en términos de volatilidad. Los bancos de hecho utilizan como instrumento imprescindible para medir el riesgo de mercado el VaR, que basa su cálculo en la varianza, que es, ni más ni menos, la desviación estándar al cuadrado, es decir, la volatilidad al cuadrado.

Como instrumento para medir riesgo resulta bastante obvia su utilización. Ahora, ¿como un activo más para obtener una rentabilidad adicional, a veces nada despreciable? Por supuesto.

Existen instrumentos financieros derivados para comprar y vender volatilidad en el mercado, ya sea para tomar posiciones puramente especulativas, como para cubrir el riesgo de volatilidad generada por otros activos ya en cartera.

Entre los más básicos encontramos las opciones, cuyo precio viene definido por cinco variables: precio del activo subyacente, tipos de interés, plazo hasta vencimiento, dividendos, y volatilidad. De las cinco variables, todas son conocidas excepto una, la volatilidad, que es estimada. La compra de una opción "Call" generará un resultado positivo doble si: se revaloriza el subyacente y sube la volatilidad. La compra de una opción "Put" lo generará si cae el precio del activo subyacente y sube la volatilidad.

Si queremos vacunarnos frente al resultado generado por la dirección que tomen los mercados, pero queremos estar expuestos a la volatilidad, simplemente compraremos una opción "Call" y una opción "Put" sobre el mismo subyacente, plazo y precio de ejercicio si creemos que la volatilidad del mercado va a subir, y venderemos ambas opciones si creemos que va a bajar. Este mismo ejemplo es válido para los warrants, cuyo funcionamiento es prácticamente idéntico a las opciones. Si creemos que la volatilidad se va a incrementar en un futuro próximo, pero se va a mantener estable en el corto plazo, compraremos opciones con vencimiento lejano, y venderemos opciones con vencimiento más cercano.

Entre los más novedosos, los "Volatility o Variance Swaps", donde se pacta un nominal y un nivel de volatilidad hoy, se mide la volatilidad acaecida cuando vence el contrato y se liquida la diferencia a favor o en contra; los futuros sobre índices VIX o VDAX, que miden la volatilidad en tiempo real de una cesta de valores pertenecientes a índices europeos o americanos; y un largo etcétera, combinación en muchos casos de estos últimos.

En definitiva, la volatilidad no sólo es un dato fundamental a la hora de valorar y medir riesgos; es también, y así debería considerarse un activo más a la hora de invertir. Todas nuestras decisiones de inversión se ven afectadas de un modo u otro por la volatilidad, y conocer su significado nos permitirá gestionarla de forma adecuada, ya sea para evitar pérdidas mayores en momentos de incertidumbre como el actual, o para obtener rendimientos adicionales si decidimos quedarnos expuestos a ella...y acertamos.

Adjunto
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