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Los plátanos, ya veré si los pago (¿El fin del libro como lo conocemos?) - Artículo

Cuando leí el artículo sobre el que se basa la serie de reflexiones “¿El fin del libro como lo conocemos?”, mi mente incomodada voló inmediatamente hacia el mundo analógico, “el real”, en cuya comparación es más accesible identificar o calibrar las posibles virtudes o perversiones de las iniciativas digitales.

Las dos equivalencias que me vinieron son de producto, aunque bien podrían haber sido de servicios. El primero son los plátanos.  Llevada la propuesta digital que nos ocupa –pago al escritor no por su obra completa, sino por cada página que un usuario digital lee (o trashoja)–, a la compra física de unos plátanos, el procedimiento consistiría en llevarnos los plátanos gratis, “en depósito”, a casa, donde los podríamos dejar pudrir sin comérnoslos (como hace el común de los mortales con la mayoría de textos que se descarga de la web), y no los pagaríamos. ¿Consentiría en eso el platanero…? O podríamos comprarnos un traje de Armani, del que iríamos pagando una cantidad pequeña cada vez que nos lo pusiésemos ¡Ahí iba a aceptar Armani semejante acuerdo!

Superado mi borboteo inicial en contra, quise buscar algún pro que me ayudara a entender o validar la propuesta de “pago por uso”. No supe llegar más allá de los obvios, como es por ejemplo el no premiar a escritores por sus malas obras. ¿Pero malas según quién? Malo e inasequible son dos cosas bien distintas. El “Ulises” de Joyce resultó en tiempos inexpugnable para mí más allá de la página veinte, pero no podré decir que fuera malo. En el otro extremo, un ejemplo de libro deliciosamente asequible para mi cerebro, pero que ha agotado los ánimos de un tropel de lectores, por mucha obra maestra que sea, que lo es, lo tenemos en “Pensar rápido, pensar despacio”, compendio riguroso de una hasta ahora oscura parcela de saber –los sesgos cognitivos en que incurrimos los seres humanos–, escrita por el premio Nobel Daniel Kahneman. ¿Merecen Joyce o Kahneman no cobrar? Definitivamente, no.

Además, tampoco una página leída-ojeada es necesariamente una página de calidad, la propuesta no desterraría del mercado “malos libros” o “libros basura”.

Inconveniente adicional del pago por página es el picoteo superficial que potencia en el lector, ese “ahora hojeo este libro y ahora salto a este otro, sin quedarme nunca en ninguno”, hábito pernicioso por cuanto nos estamos cargando la atención reposada y concentrada que tan necesaria es para la creatividad, y para la profundidad y perseverancia de nuestro trabajo.

Finalizo acordándome de los autores. Barrunto que esta nueva propuesta acabaría por dejarlos en la indigencia. El actual modelo de remuneración –un 8%-10% del PVP sin IVA–, es ya suficientemente exiguo; se parece algo a la esclavitud, a tenor de los resultados de mi propia búsqueda: la mejor oferta que me han hecho hasta ahora por un libro que quiero escribir son 1.000 € por todo el trabajo de investigación, escritura, presentaciones, etc., y el resto de dinero para la editorial porque, dicen, ellos arriesgan. ¿Y el escritor no?

 

Adjunto
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