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Pedro J. Ramírez, de profesión Periodista (Artículo)

La vocación periodística de Pedro J. Ramírez es muy temprana. En su familia, desde niño, sólo le oían que quería ser periodista, y en una época en que el periodismo no alcanzaba, ni mucho menos, el relumbrón que tendría después, precisamente, quizá, el que el mismo Pedro J. y otros periodistas le darían en la segunda etapa, o etapa final del gobierno de Felipe González. El propio Pedro J. contó esto en su libro David contra Goliat, donde recopila las cartas del director que dan fe de esa aventura del periodista, pequeño David, contra el presidente del Gobierno, Goliat.

Para mi hermano Nicolás

Dentro de su vocación periodística a Pedro J. le gustaban dos cosas por encima de todas, ser un story-teller, es decir, un “contador de historias”, un reportero que presencia en primera línea un suceso al que nadie o muy pocos tienen acceso y luego lo cuenta; y en segundo lugar, ser director de periódico. De hecho, cuando hice Pedro J. Tinta en las venas, su biografía, me decía, riendo, que él de joven no tenía mucha inquietud por mandar, pero que si le daban el poder quería mandarlo todo. Es decir, quería ser bien el director bien un simple redactor, pero no quedarse a la mitad.

El futuro periodista Pedro J., hombre público, ya se muestra en el colegio, presentando un festival de fin de curso. Luego estudiará en la Universidad de Navarra, el mejor lugar de la época para estudiar Periodismo. Su hermano Juan me dijo que Pedro J. era de notable, y sus calificaciones no son especialmente brillantes, y es que Pedro J. hace muchas más cosas que estudiar. Eso sí, en las asignaturas que le interesan especialmente saca muy buenas notas. Sus compañeros recuerdan que era amigo de acercarse a los profesores y entablar conversación con ellos, como suele ocurrir con los estudiantes que quieren saber más de lo que se explica en las aulas, aunque algunos de ellos le llaman “el escalador”.

De Pedro J. se dice que tiene una suerte providencial. De niño ganó por dos años consecutivos la caja de sorpresas de los Reyes Magos de su ciudad, Logroño. Y es verdad que parece que la buena suerte le ha acompañado siempre, tanto que Pedro J. no juega nunca a la lotería o a las quinielas porque dice que quiere conservar toda su buena suerte para lo que a él le interesa. La realidad es que a menudo parece que la Fortuna se lo hace pasar mal, pero también es por el concepto arriesgado de la vida que tiene el periodista, siempre apostando –y aquí sí apuesta- fuertemente por sus convicciones, pero parece que los resultados, es cierto, parece que dan la razón a esa buena suerte que muchos le atribuyen. Su primera mujer, Rocío Fernández, me decía además que “Pedro da suerte”.

Y la buena suerte le acompañó en un episodio crucial para su vida. Un día en la Universidad ve un letrero en el que piden candidatos para una beca para ir a Estados Unidos, a la Universidad de Lebanon Valley en Pennsylvania a enseñar Literatura Española. Pedro J. se presenta y obtiene la beca. La suerte continúa teniendo en cuenta que aquel año fue el año del famoso caso Watergate y Pedro J. tendrá la oportunidad de entrevistar a sus protagonistas. Da sus clases en la Universidad, pero sobre todo está pendiente del periodismo norteamericano y hace una serie de reportajes sobre los grandes periódicos de Estados Unidos, empezando por el New York Times, “un gran periódico de noticias”, y el Washington Post, “un gran periódico de reportajes”. Publica estos trabajos en La Actualidad Española, de donde pasará al Abc y de ahí ya, como director, con 28 años, a Diario 16.

Lo que aprenderá en Estados Unidos sobre el periodismo de aquel país es capital para entender su futuro en España. Pedro J. siente una gran atracción por lo norteamericano y en general por lo anglosajón, aunque se puede decir que en los últimos años, dada su gran afición –y más que afición- por la Revolución Francesa, también siente una gran inclinación por lo francés, por las ideas, la cultura y la literatura francesas. Por otra parte, desde que gana el Premio Montaigne y descubre a este escritor lo lee y lo cita con gusto. De lo anglosajón, entre muchas otras referencias, le fascina Kennedy, y más que Kennedy Churchill.

Pedro J. une a su vocación periodística otra seguramente de madurez, la histórica, algo que se percibe en sus “Cartas del Director”, los largos artículos que publicaba los domingos en El Mundo en el que solía “jugar” con la actualidad, analizándola mediante una relación con sucesos históricos, normalmente, o literarios –a menudo teatrales-, o cinematográficos, de la cultura popular en general. Muestra aquí una gran cultura, que ciertos lectores no  podrían sospechar, y se recrea utilizándola para iluminar los sucesos de la actualidad. Así, leídas domingo tras domingo las cartas estudian, a menudo mediante la ironía, lo que va ocurriendo, influyendo seguramente en sus protagonistas, pues Pedro J. se trata con los protagonistas más importantes de la actualidad, que al mismo tiempo, presumiblemente, son también sus lectores. Con Felipe González ya vimos que tuvo fuertes enfrentamientos, sobre todo a raíz de la publicación de las informaciones del caso GAL en el Diario 16 y en El Mundo. Con José María Aznar tuvo una estrecha relación, que parece en ocasiones simbiosis, hasta que España se involucra en la guerra de Irak. Con Zapatero el director de El Mundo tuvo muy buena química, digamos, de relación personal, pero Pedro  J. le criticaba mucho en el periódico, dejando claro que para él era un mal gobernante, aunque diciendo también que un mal gobernante no tenía por qué ser una mala persona. Por último, con Rajoy Pedro ha tenido una oposición muy grande.

Este artículo es un rápido repaso a algunas de las claves sobre Pedro J. Ramírez, sobre todo centrándome en lo que considero fundamental en él, su vocación periodística. Creo que hacen muy mal los que ven en Pedro J. a un obseso por el poder –él me destacó mucho que era un “observador, un científico del poder”, y sus “cartas”, por ejemplo, así lo muestran-, a un Rasputín –así me lo dijeron cuando hice mi libro-, un Ciudadano Kane, etc., aunque la proyección del personaje, tan compleja, pueda dar pie a muchas comparaciones y lucubraciones. Pero el telón de fondo de la vida de Pedro J., su esencia, es el periodismo, el periodista, esa vocación, y así se pone de manifiesto continuamente, hasta el día de hoy cuando después de su destitución de El Mundo –algo que nos llevaría mucho tiempo analizar- está trabajando en la puesta en marcha de un nuevo periódico o proyecto periodístico, El Español, que aparecerá, según propias declaraciones, en otoño.

Otra cosa es que la figura de Pedro J., y ya digo, su proyección, se va haciendo cada vez más compleja. Considero que la Historia es algo tan fuerte en él que ya se puede hablar de una segunda vocación, pero no sólo como una mera dedicación literaria o investigadora, que también: Pedro J. es un gran aficionado a la Historia, desde hace mucho –como se percibe claramente en sus artículos-, pero también es un profesional. Y no sólo eso. Me parece, y aquí necesariamente entro en la opinión personal –opinión personal de su biógrafo, sin embargo- que Pedro J. Ramírez cada vez es más consciente de su papel en nuestra historia contemporánea, grande o pequeño, de su acción en esa historia. Para mí el periodismo es la historia en marcha y Pedro J., como director de un gran periódico, El Mundo, no se puede negar que no haya tenido una repercusión en nuestra política y por tanto en nuestro devenir, pero me parece que esto se va agudizando. Presentó su último libro, su muy interesante selección de “cartas del director” Contra unos y otros en el Ateneo, que me parece un gesto en este sentido, aunque no sólo. Y el propio nombre de El Español para su nuevo proyecto periodístico, recogiendo algunas de las mejores esencias del periodismo español, y ya de la cultura española, con remembranzas a Blanco White y a Ortega, entre otros, también me parece que lo indican. Pedro J. Ramírez cada vez conoce mejor la Historia en general, y también la Historia de España, y en mi opinión es muy consciente de su papel en ella –y aquí no me refiero en absoluto a ningún tipo de megalomanía-, situándose allí donde quiere estar, o donde le gustaría estar, con toda la responsabilidad que eso requiere. Porque estoy seguro de que El Español va a incidir de forma muy acusada en nuestra política y en nuestra cultura, en nuestro devenir.

Una vez le pregunté si creía que la Historia, su amada Historia, se acordaría de él, y me dijo –fue en su casa de Mallorca-, que pensaba que sólo por haber fundado El Mundo ya se le recogería, al menos, en una nota a pie de página de la Historia del Periodismo Español. Me dijo que también dependería del volumen de la obra. Creo que Pedro J., con su actitud y acción, “contra unos y otros”, y también con la pluma, en el periodismo y en los libros, forma parte ya de nuestra Historia contemporánea. Y a partir de dos grandes vocaciones, una primera, el periodismo, y otra segunda, mucho más complementaria –quizá la misma, en cierto modo-, de lo que parece: la Historia. Ambas apasionantes. Creo que no entenderemos nunca esta figura, a veces muy ambigua, si no ahondamos en lo que a mi entender son sus raíces, las fuentes que nos ayudarán a comprenderlo, mucho mejor.

 

Adjunto
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