El Tesoro de Respiralia (Artículo)

Está a punto de cumplirse el 5 aniversario de mi relación con la Asociación de Fibrosis Quística Balear y todavía, cada año, cuando empiezan los primeros calores, siempre hay alguien a mi alrededor que me mira, se sonríe, pone cara de incrédulo y me hace las ya clásicas preguntas. ¿Estás seguro que este año vas a volver a irte a nadar a Respiralia? ¿Tú te has visto? ¿A ver si hay suerte y este año encontráis donde está hundido el tesoro?

Vivir en una cuidad como Madrid es lo que tiene. No se caracteriza precisamente por sus grandes playas, y cuando te toca subirte más de lo deseado a un avión, sobre todo si es por trabajo, al final lógicamente se traduce en que, por una cosa o por otra, no dejas de alejarte del agua. Así que entiendo como razonables las dudas sobre mi condición de nadador pero de lo que estoy seguro es que, no sólo hay un tesoro, sino que además es indescriptible. No obstante lo intentaré.

No me había puesto ni siquiera el bañador y la magia de Respiralia ya empezaba a dar sus frutos. La primera vez que oí hablar de nadar alrededor de Formentera fue a través de una persona que hasta ese momento no había visto nunca.

Era sábado, ambos estábamos invitados a una comida y él no paraba de hablar en inglés con el móvil tratando resolver un problema con un producto financiero complejo a alguien de Nueva York. ¿Paradójico verdad? No sé qué parte de culpa tuvo esa llamada, pero al terminar la comida, recuerdo que ese aparente genio de la inversión también lo era como persona.

Nos hizo ver que, por bien que te vaya profesionalmente, no hay nada más ilusionante que conseguir que tu trabajo sirva para ayudar a los demás y que, entre otras cosas, para eso valen las multinacionales. Nos empezó a describir en lo que consistía la Fibrosis Quística y cómo podríamos colaborar. Y lo hacía con tanta ilusión y transmitía tanta motivación que era imposible negarse.

Muchos de nosotros nunca habíamos nadado en el mar más de 5 minutos seguidos, pero fue capaz de hacernos ver que uno nunca sabe de lo que es capaz hasta que se decide a intentarlo. El ingenio y la iniciativa que tuvo para recaudar fondos para Respiralia, dar difusión al tema vía medios de comunicación y maximizar lo que las empresas en las que trabajábamos podían ofrecer, son buena prueba de ello.

Llegar a Formentera, asomarte por la borda del barco y ser consciente que en tres días estarías en esas mismas aguas (únicas por cierto), hace todavía más sorprenderte lo que pocos días después sentirías al volver al puerto. Es cuando te das cuenta que esforzarte por hacer feliz a los demás te hace enormemente feliz a ti y encima te llevas un recuerdo único y para siempre.

La mezcla de sensaciones de estar rodeado conviviendo con más de doscientas personas encantadoras y al mismo tiempo poder sentir una total soledad nadando en mitad del mar (olvidémosnos de las medusas por un momento para no matar el embrujo) y luego, descansar mirando el paraíso que es Formentera desde el barco, disfrutando de un bocata que te han preparado con todo el cariño del mundo, es algo que no tiene precio.

Si hay algo que es clave para triunfar en todos los ámbitos profesionales y personales, es una cosa tan escasa y sencilla como tener ilusión. Respiralia es ilusión en estado puro. Ver a todo el mundo, sin distinción de quién tiene un gen travieso y quién no, nadando en la misma dirección, esforzándose con un objetivo común y mostrando a todo el que se acerque que se puede vencer a la Fibrosis Quística, es tan especial que bien se merece la condición de tesoro de la humanidad.

Amistad verdadera, capacidad de superación, actitud ante la vida y especialmente ilusión es el gran tesoro de Respiralia.

Ah! Por cierto, no se me podía olvidar. Una marca de picadura de medusa para mirarla de vez en cuando y con nostalgia el resto del año también forma parte de ese gran sueño que cada año tengo el privilegio y el honor de volver a ver como se convierte en realidad.

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