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¿A quién le importa el calentamiento global ahora? (Artículo)

Al Gore lo elevó a categoría de dogma y la crisis está haciendo que desaparezca de la lista de preocupaciones de la gente. Así al menos parece deducirse de un informe presentado por el "Pew Research Center for the People and the Press", una organización independiente sin ánimo de lucro para el estudio de la opinión y tendencias públicas en materias de actualidad, política y sociedad. El estudio, realizado entre el 7 y el 11 de enero mediante encuesta telefónica, muestra a las claras que la sociedad americana (y vamos a hacer el ejercicio de asumir que no se diferencia mucho de la opinión pública en Europa y España) considera que mejorar la economía y el empleo es la máxima prioridad para la nueva Administración de Barack Obama. Al mismo tiempo sugiere que hay pocas cosas que importen a la gente menos que el calentamiento global.

Esta conclusión no debería sorprendernos. A pesar de la apabullante atención mediática y de la asunción prácticamente unánime de los postulados más catastróficos, hay numerosos datos que sugieren que la posible subida del nivel del mar en unas cuantas décadas no mantiene despierto por las noches al Joe Smith o Juan Pérez medio. Es también muy comprensible que cuando su puesto de trabajo está en peligro, su negocio no es capaz de cubrir los gastos fijos o la línea de crédito no ha sido renovada por su banco, Joe no tenga mucho tiempo para pensar en el efecto invernadero.

El informe del Pew Center muestra que el número de personas que consideran el calentamiento global una prioridad ha descendido un 8 por ciento durante los dos últimos años, el tiempo que han estado incluyendo esta materia en su cuestionario. La protección del medio ambiente en general ha caído un 15% en el último año y era un 22% más alta en 2001. Parece concluirse que todos somos un poco menos ecologistas cuando nos aprieta el bolsillo.

Aparte de las razones derivadas de la situación económica que lógicamente hace cambiar la visión sobre lo que es vital y urgente, creo que existen razones intrínsecas propias sobre el menor énfasis en la importancia del calentamiento global.

En primer lugar los efectos del calentamiento global, de producirse en la forma e intensidad anunciados por sus defensores, lo serían a largo plazo. Sin embargo se les pide a los contribuyentes y a los votantes una acción inmediata y a corto plazo. Se trata poco menos que un acto de fe. No podemos culpar a Joe Smith de insolidario con las generaciones futuras porque le cueste relacionar la compra de su nuevo pick up con la subida del nivel del mar en Samoa Occidental a finales del siglo que viene. Simplemente creo que la relación causa efecto está muy alejada y se está exigiendo un salto de razonamiento difícil de asimilar.

Los defensores de la teoría del calentamiento global han sido muy hábiles en relacionar cualquier elemento meteorológico extremo con el mismo, de forma que los huracanes en el Caribe, los monzones en el sudeste asiático, las lluvias por encima de la media o las temperaturas suaves durante los inviernos recientes han sido percibidos como prueba del desajuste térmico planetario. Por la misma regla de tres, cuando este invierno las temperaturas han alcanzado niveles históricos por bajos, y la nieve ha vuelto a estar presente con fuerza y frecuencia en gran parte del hemisferio norte, muchos han visto esto como prueba en sentido contrario y por tanto han puesto en duda la certeza anterior. Los mismos defensores de la teoría del calentamiento global han legitimado el argumento a corto plazo que ahora se ha vuelto en su contra.

El calentamiento global sigue siendo, desde el punto de vista científico, una teoría basada en numerosos datos que sugerirían una tendencia. Pero no es una certidumbre. Aunque una mayoría de científicos manifiesten su preocupación por este asunto, eso no quiere decir que el calentamiento global sea plenamente aceptado por todos y hay algunas voces también autorizadas, que lo niegan. Esta diversidad de opiniones de los científicos, que en otras áreas de conocimiento genera una dinámica de discusión positiva y enriquecedora, en este asunto ha devenido en una confrontación casi ideológica y de corrección política, dificultando el debate racional.

El principal argumento de unos y otros se centra en el papel del ser humano en el proceso de cambio climático. Mientras unos asumen una visión homocéntrica y achacan a los efectos del desarrollo, medido en emisiones de CO2 a la atmósfera, el aumento de la temperatura del planeta, otros aducen que el cambio climático es consustancial al planeta mismo y que son esas tendencias planetarias las que estarían detrás de cualquier cambio en las temperaturas.

En ambos casos la línea argumental y la discusión en sí es de una dimensión inabarcable para el Juan Sánchez de turno. En ese sentido creo que el error de muchos medioambientalistas de buena fe, de muchos científicos con conciencia, es llevar el asunto a tal escala y no centrarse en los problemas medioambientales que son evidentes hoy (deforestación, desertización, gestión de residuos, vertidos en aguas y aire, minería y agricultura irresponsables, mala gestión del agua…) y que además tienen remedio (o son posibles de atenuar) con medidas asumibles y para los que la tecnología tiene soluciones hoy en día o en un plazo breve. Porque además, si la teoría del calentamiento global de causa humana fuera cierta, la corrección de dichos problemas medioambientales iría en la dirección correcta al reducir emisiones de CO2, aumentar la cubierta vegetal, mejorar la calidad del agua y del aire, incrementar los espacios protegidos, mejorar la eficiencia energética, etc.

Por supuesto que no hay soluciones fáciles o baratas para los problemas medioambientales mencionados (y otros como sobreexplotación urbanística, exterminación de la pesca y destrucción de ecosistemas marinos, contaminación de acuíferos y del subsuelo, etc.). Por supuesto que su corrección o atenuación exigirían grandes consensos, actuaciones concertadas, cooperación, grandes presupuestos y la voluntad de gobernantes y contribuyentes.

Pero, por otro lado, no hay necesidad de empezar por el planeta en su conjunto, no nos tenemos que comer el elefante de un bocado. Podemos empezar por reciclar la basura en casa, arreglar el vertedero más próximo, eliminar los vertidos en nuestro río, poner en marcha un plan de recuperación del suelo en nuestra comarca, provincia, y así hasta donde queramos llegar. De esta manera el objetivo es abarcable, está a nuestro nivel de comprensión, la solución se puede vislumbrar e incluso ver en el espacio de pocos años, el efecto se puede medir y comprobar, los recursos necesarios son razonables y están al alcance de nuestros gobiernos y bolsillos.

Si una película ( "Una verdad incómoda"/ An inconvenient truth, de Al Gore) ha conseguido movilizar a millones en todo el mundo por una causa inabarcable, deberíamos ser capaces de ilusionarnos con solucionar el problema medioambiental de nuestro pueblo. Seguro que eso sí sería una prioridad.

Adjunto
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