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Controversias sobre el subconsumo y la acumulación (Informe)

¿Puede ser útil para una red de directivos del siglo XXI los desarrollos en teoría económica anteriores al siglo XIX y las controversias sobre las crisis a principios de dicho siglo?

Resumen Ejecutivo

La respuesta realmente no la sé. Lo que sí es indudable , hoy más que nunca, es que los graves problemas económicos no son un fenómeno superado. Incluso, cuando ha llegado a mencionarse que el ciclo económico era un problema del pasado o sólo de aquellas economías que se encontraban en la periferia del sistema. Ahora que los viejos fantasmas de las grandes crisis vuelven asolar a las principales economías del planeta, esgrimiéndose diversas razones sobre sus causas, y aplicándose diversas artillerías de medidas para salir de esta situación, no resultaría arrogante desdeñar el legado de nuestros antepasados, por muy remoto y distante que nos resulte. Sin embargo, lo verdaderamente llamativo es la forma en que vuelven a utilizarse, una y otra vez, explicaciones que resuenan a un eco del pasado. O ¿quién no ha leído o escuchado que la principal causa de esta última crisis obedece a un "exceso de ahorro" o, en cambio, a un "exceso de consumo" propiciado por tipos de interés artificialmente bajos, o sino ocasionado por las conductas histéricas de los agentes? O ¿cuán alejados estamos de aquellas controversias de principio de siglo XIX cuando en la actualidad seguimos defendiendo las bondades del estímulo público sobre la iniciativa privada o atacándola empleando por ejemplo, de forma más o menos sofisticada, la paradoja de los "escaparates rotos" ?

En el breve recorrido propuesto se observa con claridad tres de los principales objetos de la economía:

  • ¿Cuáles son las causas del enriquecimiento?
  • ¿Qué leyes, preceptos morales y medidas pueden orientarse para la consecución de un mayor bienestar ininterrumpido?
  • ¿Qué conclusiones obtenemos sobre la naturaleza del hombre y los sistemas que rigen su vida?

Se observa a partir de las doctrinas aquí expuestas, de los siglos XVI y XVII, las primeras conexiones entre el análisis monetario y los agregados sociales concibiendo la economía como un proceso o un fluir, y una preocupación las causas que pueden ocasionar una interrupción de dicho proceso.

Los fisiócratas, sin duda, son los primeros en desarrollar esta idea bajo un esquema que englobaba todo el proceso de producción, circulación, distribución y consumo de las mercancías (Tableu de Quesnay). El dinero en este caso es pasivo, está subordinado simplemente al movimiento de las mercancías. La fuente única de toda la riqueza es la actividad agrícola. En este sentido, su preocupación se centra en que se invierta la mayor parte del capital en dicha actividad. Por tanto, cuanto más se oriente el consumo a este tipo de productos y más elevados sean sus precios, mayores serán las rentas de los propietarios de las tierras y el excedente que se pueda reinvertir en ellas. Sembraron así la semilla de futuras disputas sobre la armonía entre el ritmo de acumulación y el ritmo de consumo. Además consideraron necesario un "despotismo ilustrado" que orientara la economía a la consecución del mejor modo hacia dichas finalidades.

Adam Smith, si bien se nutre de todo el conocimiento económico de los fisiócratas al incorporar la filosofía moral escocesa, añade la idea de una armonía natural impulsada por la búsqueda del interés individual. Esta propia búsqueda es la mejor respuesta de coordinación que existe para satisfacer la demanda efectiva. Dicho postulado de estabilidad servirá de fundamento a generaciones posteriores conduciendo también a posiciones más radicales sobre la imposibilidad o improbabilidad de recursos ociosos o la insuficiencia de consumo.

En esencia, todo el debate de principios del siglo XIX sobre la demanda efectiva se ciñe a la controversia sobre la inherente inestabilidad o no del proceso de crecimiento económico. Es decir, si puede mantenerse un proceso de acumulación ad infinitum y las limitaciones que puedan surgir sobre dicho proceso. Ideas que contribuirán formidablemente a debates posteriores sobre la injerencia de los instrumentos de ingeniería social o violaciones de los principios tradicionales del derecho en los procesos naturales de coordinación del hombre y, por otra parte, la posibilidad de una situación de equilibrio con recursos ociosos por fallos en dichos procesos de coordinación individual.

  1. Más allá de la noble necesidad de nutrir nuestro espíritu de conocimiento y perspectiva histórica.
  2. Se basa en la anécdota que empleaba J.B. Say (1803) sobre uno de sus alumnos que abrazaba dichas doctrinas, el cual rompía las cristaleras de los escaparates para estimular al sector de manufacturas, sin tomar en consideración las consecuencias nocivas que dicha actitud tenía sobre otros sectores que no se dedicaban a fabricar cristales para escaparates.

Informe completo a continuación, en "Documentación relacionada".

Adjunto
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