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¿Dónde están los líderes? (Artículo)

Una cosa que tienen las crisis es que son creadoras de líderes. A veces buenos y a veces malos, los líderes aparecen en las situaciones de máxima tensión social provocada por crisis económicas o políticas, aunque suelen coincidir las dos. Ante esta realidad, que tiene suficiente documentación histórica para apoyarla, nos preguntamos si la carencia de líderes en España está producida por la incapacidad para generar líderes o porque no hay una máxima tensión social.

Una cosa que tienen las crisis es que son creadoras de líderes. A veces buenos y a veces malos, los líderes aparecen en las situaciones de máxima tensión social provocada por crisis económicas o políticas, aunque suelen coincidir las dos. Ante esta realidad, que tiene suficiente documentación histórica para apoyarla, nos preguntamos si la carencia de líderes en España está producida por la incapacidad para generar líderes o porque no hay una máxima tensión social.

Un vistazo al panorama nacional nos lleva a la conclusión de que España no ha llegado a ese umbral necesario de tensión social que genere líderes para solucionar las crisis que la provocan o que la sociedad española, adormecida o asustada por la situación, no genera líderes que hablen claramente de la necesidad de "coger el toro por los cuernos" para tratar de poner fin a la tremenda crisis a la que nos enfrentamos.

No es correcto que lo cite pero lo voy a hacer: Juan Fernández-Aceytuno me ha llamado la atención por ese valor que le echa a la hora de aglutinar y mantener un grupo de gente que con sus escritos y opiniones trata de abordar, desde diferentes puntos de vista, claves de gestión o ideas que muevan a la sociedad.

Con esa referencia, y con la descarada propuesta del ¡Ya está bien! que hace el Consejo Editorial de Know Square, que debe perdonar por la personalización anterior, es fácil deducir que algo pasa en la sociedad española para que sea incapaz de superar la parálisis que sufre para afrontar con una cierta ilusión la salida del túnel en el que ya llevamos inmersos tres años.

Salvo excepciones que hay que apuntar a algunos campos académicos, la vida pública española lleva atenazada varios años por una lucha política absurda para el ciudadano de a pie, aunque no lo sea tanto, es de suponer, para la clase política creada al calor de una democracia puesta en marcha con riesgo e ilusión.

Es muy probable, al menos yo lo pienso, que los regímenes políticos que abogan por la continuidad necesiten tiempo, mucho tiempo, para su consolidación definitiva, pero también creo que andar como los cangrejos puede ser juzgado como una insensatez por chocar contra lo que tiene "delante", porque no ve la realidad, cuando no es interpretado como un retroceso sin más.

En su libro "Un paso adelante, dos pasos para atrás", Lenin, que vio con una cierta lucidez los momentos de confusión en las organizaciones políticas y como solucionarlos, abogaba por medir las cosas siete veces y cortarlas una. Criticaba a los que cortaban una y medían después y a aquellos que decían pertenecer a una corriente y se avergonzaban de pertenecer a ella.

Es esta clase de indefinición la que conduce a la parálisis y al desconcierto. Lo estamos viendo en múltiples ejemplos de la vida cotidiana. Un día se dice una cosa y al siguiente nos avergonzamos de lo que se ha dicho el día anterior, defendemos la energía nuclear y no queremos poner un cementerio nuclear en nuestro territorio y así hasta el infinito.

¡Ya está bien! dice el Consejo Editorial. Y con toda la razón, digo yo. La recuperación puede ser lenta, pero más lento será el navegar en la incertidumbre. A una determinada actitud se llega con una proposición y determinación. ¡Es la actitud, estúpidos! dice el Consejo Editorial. Y tiene razón.

Con la determinante actitud de salir de la crisis pueden hallarse soluciones. Pero para eso "hay que medir siete veces y cortar una". Por capítulos, hay que medir el nivel de nuestra educación, el grado de disciplina ante la ley, la posibilidad de que gente de valía lleguen a pilotar partidos políticos, la independencia de la justicia, hasta donde nunca debe llegar la economía sumergida, hasta donde hay aplicar una política que sea capaz de acabar con los gastos innecesarios, que efectos tienen medidas calificadas torpemente de impopulares.

No creo en las medidas fáciles para solucionar problemas difíciles, como siempre proponen los arbitristas, pero medir por aquí y por allá es una necesidad para volver a la senda de la normalidad y equilibrio que demanda toda sociedad. Tampoco creo en el liderazgo sin sustento pero de ahí a la artificialidad en la que nos movemos hay un abismo en la que los medios de comunicación, que son un buen ejemplo de la sociedad, tienen la gran responsabilidad de asumir.

Nunca se había producido en España un periodo tan largo de estabilidad política y, mucho menos, la coincidencia mayoritaria de aplaudir el sistema que nos hemos dado. Es por eso por lo que me extraña la incapacidad para "producir" agentes sociales que digan, no lo que la sociedad quiere oír, sino lo que hay que decir.

El hecho resulta contradictorio porque, por ejemplo, habría que remontarse muchos años atrás para encontrar varios centros educativos españoles entre los primeros del mundo, como es el caso de las escuelas de negocios, excepcional si se tienen en cuenta las estadísticas, mediciones y puntuaciones que atribuyen a la educación en general en España.

¿Por qué no nos beneficiamos de esa masa de jóvenes y no tan jóvenes que representan el management nacional? ¿Será – me pregunto- que la política atenaza a aquellos que pueden opinar con criterio? Todo es tan excepcional que hasta una huelga general convocada por los sindicatos se ha movido entre el pasotismo y el arrepentimiento. Unos dicen que se hizo a destiempo; otros –los que la organizaban- que fue una "putada" y otros, los que trabajaron, que no estuvieron dispuestos a parar porque les descontaban del sueldo una cantidad importante.

El resumen es que se ha hecho una huelga sin que haya mediado una presión política adecuada, entre otras cosas porque la oposición no ha querido arriesgarse y los convocantes lo han hecho con mucho cuidado. En los corrillos políticos cercanos a la oposición dicen que hay que medir los tiempos; que no hay que arriesgarse porque en el desastre está el éxito. Pues a mí me gustaría otra actitud.

Adjunto
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