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El alma de la Fundación Cometa (Artículo)

Cuando sobrevuelas la ciudad de Kabul tienes la impresión de ver cientos de pequeñísimas fortalezas en un vasto desierto entre montañas. Esa fue, al menos, mi primera impresión al asomar los ojos por la ventanilla del avión de Safi Airways que me llevó a Afganistán por primera vez y divisar sus casas. Aunque pueda parecer extraño, volaba desde Madrid para asistir a la presentación de un libro.

Colecciono "El Principito", la inolvidable obra de Antoine de Saint-Exupéry, desde que era casi una niña y más de doscientos idiomas diferentes conforman mi colección. "El Principito" en Dari, una de las dos lenguas oficiales de Afganistán, fue traducido hace muchos años por Ghulam Sakhi Ghairat. Con una tirada de mil ejemplares, que no llegó a venderse nunca, la primera edición ardió en su totalidad durante los bombardeos de Kabul en su guerra civil. Por esta razón ningún niño afgano había podido leer "El Principito" en su lengua. Así pasaron los años, años de guerra, años de bombas, años de terror, años donde la mayoría de aquellos niños vieron cómo se les robaba impunemente su tesoro más preciado: la infancia.

Sin embargo, gracias a la generosidad de un grupo de españoles, la segunda edición de la obra de Saint-Exupéry en Dari vio la luz en Afganistán en el año 2010. Con una tirada de cinco mil ejemplares, los libros fueron repartidos de forma gratuita en las escuelas, bibliotecas, universidades y entre las mujeres y los niños. El Ejército español distribuyó mil libros en las provincias de Badghis, una de las más pobres del país y en Herat.

Con una población donde el 75% de sus habitantes tiene menos de 25 años, es analfabeta y ha vivido sus últimos treinta años en guerra, no cabe duda que los niños crecen demasiado rápido. Como si en verdad conociesen lo efímero de su infancia, los afganitos parecen querer aprovechar cada minuto. He visto niños correr, saltar, jugar, volar cometas, cargar pesados fardos, conducir rebaños de ovejas o pedir limosna con miembros amputados. Todos sonríen sin excepción al verte pasar, tratan de acercarse para observarte mejor, te saludan con sus manos que posan directamente en su corazón si, de repente, les regalas un libro. Incrédulos toman el regalo, miran curiosos sus páginas, observan sus dibujos y si te quedas a escuchar, algunos te muestran orgullosos que saben leer. No sé cuántos niños en España mostrarían perplejidad cuando alguien les regalase algo. La diferencia radica, seguramente, en tenerlo todo o en no tener nada. ¿Cabría la posibilidad de que sus expectativas cambiasen si alguien les regalase cultura, si alguien les regalase un patio de un colegio donde conocer amigos y desarrollar su talento escondido?

La tarea de conseguir un Afganistán libre es titánica, pero hemos de dar una oportunidad a la esperanza. Muchas veces me pregunto qué hubiese pasado si en la frontera de Afganistán y Pakistán en lugar de madrassas wahabbies se hubiesen construido escuelas. Las madrassas del wahabbismo, financiadas por Pakistán y Arabia Saudita, fueron el centro de estudio de miles y miles de niños, todos varones, refugiados, donde mullás quasi analfabetos les inculcaron únicamente un islam mesiánico y puritano. Admiraban la guerra porque era la única ocupación a la que tenían posibilidad de adaptarse, el único sostén con el que podían contar para dar sentido a sus vidas. ¿Qué hubiese pasado si en vez de estar separados de sus madres, sus hermanas, sus abuelas, sus tías, hubiesen crecido con ellas? ¿Si hubiesen aprendido Literatura, Historia, Matemáticas, Física o Filosofía, hubiese llegado a ver el mundo el movimiento talibán? Tristemente, no puedo dar respuesta a estas preguntas.

Tengo que admitir que he aprendido mucho de ellos, parece imposible pero es así. En una sociedad medieval que habla por móviles y conduce Toyotas, tuve la suerte de conocer a muchas mujeres que están deseando volver a recuperar el papel que perdieron hace demasiado tiempo. Con veintitantos años conservan la inocencia de nuestras niñas de once y su curiosidad y ganas de aprender son inmensas. Sueñan con llegar a ser periodistas o médicos o poder trabajar en un colegio desarrollando el trabajo para el que estudiaron, en este caso, maestras. ¡Tienen tanto que ofrecer y nosotros tanto que ganar…!

Los españoles desconocemos el papel que juegan nuestros militares destinados en Afganistán. Tristemente, sólo son noticia cuando los matan. Sin embargo, en Kabul, personal de la Agregaduría de Defensa desarrolla cursos impartidos a mujeres, dan clase de castellano y Literatura en el Departamento de Español de la Universidad y ayudan a encontrar empleo a personas que, de otro modo, no tendrían otra alternativa que la pobreza o la guerra…

El caso es que este verano en Kabul se reunieron un diplomático afgano, varios militares españoles y una coleccionista de libros, también española, con su marido. "Nuestros amigos occidentales tienen que entender que la base de la estabilización del país pasa necesariamente por la educación de nuestros hijos", así se había expresado el Sr. Patman, viceministro de Educación, en la reunión que mantuvimos con él para que el gobierno afgano pudiese ceder los terrenos para la construcción de una escuela en Kabul. La respuesta fue contundente: "tendrán todo nuestro apoyo, todo..." y así nació la idea de lo que es hoy la Fundación Cometa que toma su nombre porque el cielo de Kabul está lleno de ellas….

La Fundación Cometa tiene como fines el desarrollo de proyectos educativos en países en conflicto, especialmente en Afganistán, a través de la construcción de escuelas y apoyo a las mujeres a ser protagonistas del cambio.

Existe una localidad a 40 Kilómetros de Kabul llamada Maidan Wardak y la Fundación ya tiene los fondos para poder construir allí una escuela para niñas, porque sólo los varones podían acudir al cole y las niñas no lo hacían por falta de espacio. Nuestro próximo reto es la construcción del Colegio Español de Kabul.

España, a diferencia de otros países como Alemania, Estados Unidos o Francia, no tiene representación educativa en aquella capital, si bien la colonia hispano parlante y la demanda para aprender nuestro idioma es muy elevada.

Sirva como ejemplo el Departamento de Español de la Universidad de Kabul donde los estudiantes son numerosos y el apoyo español al mismo muy escaso. Comenzó siendo ayudado por nuestros primeros militares destacados en Kabul, con libros y adaptación de algunas aulas y mobiliario de sus paupérrimas instalaciones, y el pasado año, por ejemplo, tuvo una ayuda oficial española de unos 4.000 $, mientras que el departamento de francés, con muchos menos alumnos, recibe del gobierno galo, la cifra de 1.000.000 $ anual, contando además con dos Colegios franceses, el Esteqlal y el Malalai, e invirtiendo más de 4.000.000 de $ anuales en dicho país en asuntos culturales.

Por otra parte, es de destacar que los países homologables económicamente, con un idioma de mucho menor potencial, como Italia, Alemania o, como se ha referido, Francia, invierten ingentes cantidades de dinero en difundir su idioma y costumbres, entre otras cosas, con el nada reprochable objetivo estratégico de ser actores preferenciales en las relaciones económicas con este país. Así y sin ninguna duda, sus empresas tendrán en el futuro una mayor facilidad para introducirse, tal y como está ya ocurriendo en el presente, en el mercado afgano. Este mismo camino lo están siguiendo otros países, europeos o no, con muchas menos posibilidades que el nuestro.

¿Por qué no construir un cole que ayude a 1.200 niños y niñas a desarrollar su talento, alcanzando perspectivas de futuro y que pueda también servir como centro de alfabetización de mujeres y que, además, ayude a nuestras empresas en caso de estar interesadas, un día, en apostar por aquel país?

Mucha gente me pregunta, pero: ¿por qué en Afganistán? y yo respondo, "sé que el mundo entero está necesitado y que muchas son las organizaciones que desarrollan su labor altruista en India, en Africa o en Sudamérica, pero muy pocos lo hacen en Afganistán y curiosamente el futuro de ese país está íntimamente ligado al nuestro. Hace unos pocos días un político español decía que la estabilización de Afganistán representa la libertad de España y si es así, ¿por qué no dar una oportunidad a la esperanza?"

Contamos con el apoyo del mejor equipo que pueda tener una organización, el Ejército; están lejos, pero son los que siempre se quedan cuando las cosas se ponen negras y los que gestionan la construcción de los coles en Afganistán, no hay lugar para la corrupción; tenemos el mejor equipo, unos profesionales y ciudadanos que están convencidos que ayudar a un niño a ir al colegio es mucho más gratificante que vender millones de euros en licencias para una enorme multinacional…

Cada día me levanto con renovadas energías para convencer a aquéllos que tienen medios de que los propósitos de la Fundación Cometa merecen la pena y que quizás, la educación, palanca que mueve el mundo, sea la única vía de construir un Afganistán libre.

Me muevo porque me conmuevo cuando veo a sus niños jugando, estudiando o trabajando, me muevo porque me conmuevo cuando lo hago con sus mujeres, me muevo porque me conmuevo al ver el vuelo de sus cometas, me muevo porque me conmuevo cuando me preguntan si en España las niñas llegan a ser abogados o ministras o periodistas, o madres que transmiten valores a sus hijos, me muevo porque me conmuevo cuando me preguntan si en España nos casamos con nuestros primos o que qué hago cuando mi marido me pega….

La Fundación Cometa sabe que construirá este colegio en Kabul y que mil doscientos niños jugarán en su patio cada día aprendiendo a compartir y a vivir con tolerancia a la vez que decenas de mujeres recuperarán su autoestima y su vida. Yo, como Presidente, sueño que seguiremos hasta construir 44 escuelas, una por cada puesta de sol que "El Principito" vio una tarde que estaba especialmente triste. ¿Si un día conseguimos armar a un ejército con libros, por qué no promover la paz escuela a escuela? Aunque ni mucho menos Afganistán cambiará por eso, sí lograremos que muchos niños y mujeres sean arrancados de las garras de la ignorancia y la intolerancia, accediendo a un futuro mejor.

Fuencisla Gozalo Sanmillán (Presidente de la Fundación Cometa)

Adjunto
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