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Cándido el candidato (Artículo - Proyecto Coach)

-¿Sí?, dígame - pregunta Cándido teléfono en mano – Sí, sí, soy yo. ¿De Job & job? ah, sí, ya, ya, sí, sí claro. No se preocupe, puedo hablar perfectamente. Cada vez que le suena el teléfono, Cándido mira la pantalla con la tensión que muestran los pacientes ante el diagnóstico de un médico: miedo, dudas, ansiedad… Un número desconocido es motivo de nerviosismo y el nombre en la pantalla de alguien de la agenda, le supone que una extraña relajación invada su cuerpo.

Ha mandado más de ciento cincuenta curriculums en los últimos doce meses y ha recibido exactamente ocho respuestas en el mismo periodo de tiempo. Tan solo ha mantenido dos entrevistas de trabajo. Su preparación profesional le permitiría desarrollar diferentes trabajos. Encajaría en un puesto relacionado con marketing y ventas. Hace seis meses terminó un curso de Community Manager. El conocimiento adquirido le permite ampliar su radio de búsqueda y puede optar porque en su futura tarjeta ponga algo como Sales Manager, Relationship Manager o Social Media Strategist.

Su círculo de amistades conoce su situación, lo que hace más grande aún su círculo de búsqueda. Cándido está registrado en todos los portales que ofrecen trabajo en España y en el extranjero. Probó incluso el estar inscrito en ellos de forma destacada. Le costó dinero y le pareció increíble que estas herramientas pudieran costar algo a los "parados", pero aun así, lo probó. En unos casos el coste es el de un SMS por cada CV que envías y en otros es un coste fijo de hasta 35€ mensuales. Pero como pasa el tiempo y por ahí no llega nada, ha dejado de ser "premium", "job seeker basic", "job seeker plus" y "the only one, mega crak in the city". Ahora reconoce que en este mundo de la búsqueda de trabajo hay empresas que ganan dinero.

El paso por el INEM es una de los peores tragos. Te enfrentas con miedo y algo de vergüenza a algo nuevo. Lo primero es decirle a un funcionario, (que lógicamente no conoces de nada), que estás en paro, en la calle, que necesitas trabajar, que... Ahora el INEM ha cambiado para bien, pero hace dos años el procedimiento de alta era tercermundista. Tenías que hacer cola en la calle, hasta que abriesen la oficina. Una hilera de no menos de 40 personas te acompañaban en silencio, nadie habla, nadie se saluda y la mayoría se esconde tras un periódico o manipulando el móvil. Si la oficina está cerca de tu casa, te podías encontrar con algún vecino cuando saliera a trabajar. Una vez dentro, hacías cola para decir que estabas en paro, otra para registrarte al desempleo y otra si querías apuntarte a algún proceso de selección.

Hace no mucho, ir al INEM, era echar la mañana entera. Ahora ha mejorado considerablemente y hay cita previa para todo.
Cándido no está dispuesto a seguir ni un solo mes más así.

Cuando piensa que su próxima tarta tendrá cuarenta y cinco velas, resopla angustiadamente. Uno de sus sobrinos le ha dicho recientemente que en una entrevista le han reconocido que buscan gente más joven. El chaval... ¡tiene 35 años!

Ya en 2010 la palabra correcta no era crisis. Ahora en 2013 menos todavía. Eso lo pueden decir las empresas, la banca, el gobierno, pero las personas desempleadas deben tachar esa palabra de su cabeza. A una crisis le sigue antes o después una fase de mejora y las empresas se rehacen tras hacer sus cortes y despidos pero los desempleados de cierta edad no verán esa mejora, no le llegara de nuevo el puesto, no le llamarán para volver y si es un alto o medio ejecutivo, no volverá a tener un salario parecido.

Imagínate que en Villa Mus de arriba, en tu pueblo, todo el mundo jugara al mus. Que fuera el deporte nacional e incluso que muchas familias vivieran de él. Imagínate que de repente un día en todas las partidas que se estuviesen jugando se repartieran solo tres cartas y una ficha de dominó. La gente se quedaría noqueada. Pero por arte de magia repartas lo que repartas, la cuarta carta se convierte en una ficha de dominó. Tras pasar horas y horas en la mesa y hartarte de decir ¡no es posible, no es posible!, te levantarías y te marcharías desconsolado a esperar al día siguiente. Pero llega ese día, te sientas, te reparten y más de lo mismo; tres cartas y una ficha de dominó. Nadie juega, nadie gana, nadie lleva dinero a casa. Con el tiempo, un espabilado, propone seguir jugando, aceptar la magia y buscar alguna conversión de la ficha en naipe. Algunos lo aceptan y juegan como se puede y al menos van tirando y generando ingresos. Los demás les miran indignados pero no hacen nada. Algún pudiente decide cambiar de pueblo pues en Villa Mus de abajo, esto no pasa. Meses después, jugar de esta manera se convierte en natural y más o menos a los jugadores les sirve para seguir viviendo. Eso sí: menos gente jugando, menos apuestas, menos ingresos.

Al año de esta extraña magia, vuelve a suceder lo mismo. En todo el pueblo, en todas las mesas de juego, al repartir las cartas, por arte de magia aparecen dos fichas de dominó junto a los dos naipes. ¡No es posible, no es posible! vuelve a oírse en todas las mesas. Durante los días siguientes, lo mismo: dos cartas y dos fichas. De nuevo alguno piensa y reinventa el juego. Crea un mus adaptado y enseña a los que no saben jugarlo, cobrando por sus enseñanzas. Otros se deciden por publicitar los nuevos campeonatos y exportar el juego fuera de su pueblo. Alguno se decide por hacer negocio, fabricando y vendiendo sus nuevas barajas "DomiMus".

Unos cuantos siguen con los campeonatos y juegan manteniendo cierta esperanza en que la magia desaparecerá algún día. Varios emprendedores desempolvan los tableros de otros juegos como el parchís, las damas o el ajedrez y poco a poco van cogiendo auge. Aunque los ingresos con estos juegos van a otro ritmo, al menos tienen para ir tirando. El más listo del pueblo, se prepara y diseña el juego para tres o cuatro fichas "por si acaso". Pero tristemente los hay que se quedan lamentándose, de la mala suerte que están teniendo y como no ingresan nada por el mus, recortan sus gastos y se ajustan a los nuevos ingresos. Y por último los hay que también y se largan con los que ya se fueron a Villa Mus de abajo.

¡Las reglas han cambiado! Así de simple. Tu juego no existe, tus trucos y señas ya no valen, tus cualidades no encajan. El compañero ya no te vale. Ahora tus acciones deben ser otras.

Cándido piensa que es el parado que más se mueve. Se levanta pronto. Dedica tres horas a contestar a ofertas y a mandar su curriculum. Contacta con empresas y se ofrece. Asiste a conferencias, a entrevistas, visita empresas de amigos, colabora con comercios amigos, acompaña a comerciales conocidos a aprender de ellos, de su trabajo y de su producto. Se ha apuntado a cursos de formación de diferentes materias, saca tiempo para mejorar su inglés y para mover un poco el esqueleto a base de andar y andar. Cada noche llega a casa cansado de su trabajo: buscar trabajo.

Su estabilidad emocional está a prueba de balas. Eso es muy importante, lo sabe y lo trabaja, día a día. Sale a la calle con optimismo, saluda con alegría, sonríe y sonríe. Muchos de sus conocidos dudan realmente de que esté en paro, "desde luego no lo aparentas", le dicen.

Si eres uno de los seis millones de personas que no trabajan en España; tienes un problema. Si eres de los que teniendo más de cuarenta y cinco años te limitas a contestar las ofertas desde casa, tienes un gran problema, pero si eres de los que con esa edad, sólo protestas y confías en que alguien te va a sacar del problema; tienes un problemón.

¡Cambia las reglas!
¡Inventa tu propio juego!
¡Fabrica tu propio tablero!

"La locura es seguir haciendo lo mismo
y esperar resultados diferentes" Albert Einstein

 

 

Adjunto
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