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¡FIRE! (Artículo)

¿Dónde? Naturalmente es en la economía, pero no necesitamos los bomberos con casco negro y en coche rojo de sirenas y mangueras porque lo de FIRE solo es el acrónimo de Finance, Insurance & Real Estate, los tres sectores que desataron la crisis en Estados Unidos y, por extensión, en todo el mundo, sobre todo el occidental. Lo escribe Joseph E. Stiglitz en su libro “Firefall America” traducido en España como “Caída libre. El libre mercado y el hundimiento de la economía mundial”, una obra escrita por el Nobel 2001 hace poco más de un año, pero que me he leído ahora en español en una edición de Santillana.

Como es lógico, siempre es y será discutible su punto de vista, pero me ha parecido indispensable para conocer el paso a paso de cómo se fraguó este hundimiento, por utilizar sus palabras, cuyo origen –dice– está en el proceso de desregularización iniciado por el Presidente Ronald Reagan en Estados Unidos y Margaret Thatcher en Gran Bretaña con la aquiescencia de los reguladores.

Es un libro útil pero –siempre hay peros– con la raya que hay que trazar para imaginarse hasta dónde llega el efecto de la progresía de salón a la que se apunta en autor, uno de los asesores "galácticos" de los que se rodeó el Presidente Zapatero para engarzar buena parte de su falso discurso sobre el origen de la crisis española y sus inútiles medidas para paliar el efecto descomunal del pinchazo de la "burbuja" inmobiliaria.

Ya en 2007 no hacía falta ningún Nobel para aventurar que la crisis de la construcción en España no se correspondería con el 12,5 o 13 por ciento de su efecto en el PIB español, sino con el doble porcentaje por la caída de las producciones que rodeaban el negocio. Con el viejo recurso de nuestra "cuenta de la vieja" cabía predecir un paro muy cercano a los seis millones, aunque no se sabía el cuándo. Si a eso se le suma la situación financiera, con un claro contenido de contabilidad creativa, el efecto iba, como lo fue y lo es, a ser demoledor.

Fuera de la crónica que hace el famoso profesor, sus reflexiones sobre el futuro de la sociedad no son de un Premio Nobel, pero parece lógico en una persona brillante con los números aunque mucho menos con las reflexiones teóricas, según dicen algunas mentes brillantes de la economía española.

Hecha ésta introducción, utilicemos el acrónimo que da título a esta colaboración porque empiezan a juntarse perfiles inquietantes al ya deteriorado y poco claro futuro económico, al menos a corto plazo. No es, ni mucho menos, una crítica a unas medidas que parecen adecuadas. De hecho, creo que tendrán efecto antes de lo previsto en contra de previsiones más negativas que se hacen desde casi todos los frentes.

Las razones de mi moderado optimismo están fundamentadas en:

  • Un repunte de la actividad inmobiliaria alentada por el descenso de precios.
  • Una creciente actividad en el entorno, que facilitará la alegría de los millones de turistas que empezaran a visitarnos desde el próximo mes de marzo.
  • Una mayor actividad económica interior promovida por los nuevos proyectos y los éxitos de las exportaciones.

Es verdad que el crédito estará todavía cerrado pero, incluso en este caso, puede crearse una corriente que facilite su movimiento si el Gobierno utiliza sus resortes de modo adecuado.

Si a eso se le suma los aspectos intangibles de la confianza y una atención exquisita a los recortes de gastos superfluos en los Presupuestos, que no tienen por qué ser interpretados como duros, el ejercicio puede terminar con alguna alegría que ahora mismo está fuera de todos los guiones, muchos de ellos todavía enfrascados en el debate inútil de un keynesianismo inservible en las circunstancias que estamos atravesando y un liberalismo que algunos confunden, o lo identifican, con un anarquismo económico.

Negar, como se niega, el papel del Estado liberal en la economía es una interpretación que entiendo errónea por mucho que se cite a Adam Smith como hace el profesor Stiglitz porque es el espíritu liberal el que crea la estructura política que disfrutamos. Sin ir más lejos, ahí está la Constitución Española de 1.812 que el 19 de marzo cumplirá 200 años. Si quieren normas y controles no hay más que leerla. Nos daríamos con un canto en los dientes si se cumplieran algunas de las que ponen.

En esa dualidad crítica en la que se mueven tantos personajes nacionales y los que no lo son incluyo al profesor Stiglitz que se deja llevar por la consabida dualidad política cuando en realidad lo que ha pasado no lo hubiera hecho si muchos de los personajes públicos hubieran cumplido con su misión. Si progreso quiere decir pensar en el futuro, el dedo señala como a los más reaccionarios a muchos de los que presumen ser de izquierdas. Creo que no hace falta ejercitar el dedo índice para hacer una lista numerosa.

Es lo que no veo claro en sus elucubraciones sobre el futuro de la sociedad. Empeñado en esa dualidad de responsables e irresponsables, cuando corruptos y avariciosos los hay en todas partes, no configura una propuesta sobre la necesaria acomodación de la sociedad a la tecnología que nos rebasa y, mucho menos a la competencia con aquellos que han sustraído al mundo occidental el monopolio de la manufactura y es ahí donde está el drama para lo que eran las sociedades desarrolladas clásicas.

En España se piden milagros, pero cuando no hay una sociedad altamente cualificada habrá que competir con el obrero chino. La alternativa está en la imaginación como decía Lluis Basatt en el acto de entrega de nuestros Premios pero para eso también hay que trabajar y es lo que no están dispuestas a ofrecer algunas de las partes implicadas.

Sí que despierta en el autor la atención sobre la sociología como factor determinante para conocer y conducir a la sociedad y se puede aprovechar para dibujar un mapa para salir del paso a nivel nacional. Porque si la sociedad exige un determinado comportamiento a los poderes, sean públicos o privados, en cualquiera de sus variantes, en el que incluyo el cuarto poder, eso hará que se refuerce la confianza de la sociedad en ella misma como tal. El problema es que eso es lo que no ha calado suficientemente en los individuos y los colectivos que la estructuran.

La situación económica no permite muchas explicaciones y mucho menos mirar al pasado, pero bueno sería que, por ejemplo, alguien explicara la expoliación de las Cajas de Ahorros, una de las cuestiones más sangrantes desde que iniciamos en el nuevo siglo. Habrá que explicarlo y contarlo porque sería bueno que todos interiorizáramos que en el negocio financiero los márgenes siguen siendo una cuestión vital para cuadrar las cuentas. Cuando se entera de que el coste de medio por empleado, sin contar a los directivos, se duplicó en diez años en algunas Cajas estamos ante un ejemplo de  despilfarro irracional. Como siempre, en la empresa la cuestión de la gestión sigue siendo vital y eso lo deben aprender los directivos y todos los que asumen responsabilidades en los consejos. La alternativa es lo que hemos vivido y describe en su "Caída Libre", el Nobel Stiglitz con sus luces y sus sombras.

 

Adjunto
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