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Francisco, un modelo de liderazgo (Resumen de la Conferencia)

La esencia del liderazgo del Papa Francisco rezuma vida. Su estilo de conducción de la Iglesia Católica ha supuesto una motivadora sacudida que ha sorprendido al mundo. Pero su base es sencilla. Está sintetizada en el título de la Exhortación Apostólica: La alegría del Evangelio.

“La vida se acrecienta dándola y se debilita en el aislamiento y la comodidad”
Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium del Papa Francisco



Desde su llegada al pontificado no ha habido grandes cambios doctrinales pero sí muchas otras cuestiones que abordar. El principal problema con el que se encontró el Papa Francisco en marzo de 2013 fue la crisis de credibilidad moral en la que se encontraba la Iglesia Católica. En aquellos momentos la Iglesia atravesaba un período oscuro motivado por diversos escándalos de distinta índole. No obstante, el pontificado de Francisco supuso un gran cambio. Supo restablecer de manera extraordinaria esa credibilidad mediante su ejemplo, su coherencia y su estilo de comunicación. Hace lo que dice. Credibilidad y comunicación van de la mano. La Iglesia si no es creíble no sirve y la credibilidad se ha de comunicar.  La credibilidad es el núcleo de la visión del Papa Francisco para su Iglesia.

En el origen de su peculiar estilo de liderazgo se encuentran varias cuestiones. En primer lugar, el Papa Francisco se ha formado en la tradición de San Ignacio de Loyola, lo que le ha facilitado un profundo conocimiento de sí mismo y una determinación clara de su sentido de vida a través de los Ejercicios Ignacianos; gracias al mes en silencio característico de estos Ejercicios se alcanza un conocimiento profundo de las propias capacidades y limitaciones, desarrollando el autoliderazgo para asumir el liderazgo de cualquier organización. Es preciso ordenar la propia vida para liderar la Iglesia y dar el mensaje de Cristo. En segundo lugar, destaca su creatividad y su apertura ante los desafíos nuevos que ha de afrontar; considera que los desafíos están para superarlos teniendo en cuenta que la persona es el centro y volviendo así al humanismo cristiano. Imaginación, creatividad, adaptabilidad y rápida respuesta son la clave para afrontar estos desafíos. Asimismo, Francisco aporta una mirada positiva del hombre, le invita a salir de su ensimismamiento y a mirar con confianza al futuro siendo su protagonista, de manera que no quede anclado en la nostalgia de estructuras y costumbres que ya no son cauces de vida en el mundo actual. Por último, impregnado del espíritu de la Compañía de Jesús, el Papa Francisco destaca por su espíritu de heroísmo basado en una simple consigna, magis (más), las metas cada vez son más elevadas y todo el esfuerzo se pone al servicio de éstas.

Por otro lado, su estilo de comunicación es completamente novedoso. El Papa enseña y comunica con sus gestos, enseña con ellos. Utiliza las imágenes más que las palabras. Transmite ideas claras utilizando frases cortas, contundentes y hasta cierto punto coloquiales. Su comunicación es transversal; quiere que todo el mundo le entienda. Para ello comunica segmentadamente; considera que “si hablo para todos no hablo para nadie”.

Cada persona es digna de nuestra entrega. Esta frase contiene la clave del liderazgo de Francisco. El liderazgo debe estar al servicio de las personas y del bien común. Para ello, el Papa Francisco basa su estilo de liderazgo en los siguientes principios:

•    El tiempo supera al espacio. Este principio permite trabajar a largo plazo, sin obsesionarse por resultados inmediatos. Ayuda a soportar con paciencia situaciones difíciles y adversas o los cambios de planes que impone el dinamismo de la realidad. Darle prioridad al tiempo es ocuparse de iniciar procesos más que de poseer espacios. Se trata de privilegiar las acciones que generan dinamismos nuevos en la sociedad e involucran a otras personas y grupos que las desarrollarán hasta que fructifiquen en importantes acontecimientos históricos. Nada de ansiedad, pero sí convicciones claras y tenacidad. Cabe preguntarse por quiénes son los que en el mundo actual se preocupan realmente por generar procesos que construyan pueblo, más que por obtener resultados inmediatos que producen un rédito político fácil, rápido y efímero, pero que no construyen la plenitud humana. Decía Romano Guardini que “el único patrón para valorar con acierto una época es preguntar hasta qué punto se desarrolla en ella y alcanza una auténtica razón de ser la plenitud de la existencia humana, de acuerdo con el carácter peculiar y las posibilidades de dicha época”.

•    La unidad prevalece sobre el conflicto. El conflicto no puede ser ignorado o disimulado. Ha de ser asumido. Ante el conflicto hay quien pasa de largo, quien queda atrapado en él y pierde perspectiva haciendo imposible su resolución y otros que, de la manera más acertada, aceptan resolver el conflicto y transformarlo en el eslabón de un nuevo proceso. El hecho de aceptar que la unidad es superior al conflicto implica la resolución del mismo en un plano superior porque lo que une es más grande que lo que separa.

•    El todo prevalece sobre las partes. El todo es más que la parte, y también es más que la mera suma de ellas. Hay que ampliar la mirada para reconocer un bien mayor que nos beneficiará a todos.

•    La realidad es superior a las ideas. La realidad simplemente es, la idea se elabora. La realidad es superior a la idea, lo que supone evitar las diversas formas de ocultar la realidad y vivir en el ámbito de la sola palabra, de la imagen, del sofisma.

El liderazgo del Papa Francisco se dirige principalmente a abordar cuatro cuestiones:

•    La pobreza. El nombre escogido por el Cardenal Bergoglio está íntimamente ligado con esta cuestión. San Francisco de Asís es su referente. Quiere una Iglesia pobre para los pobres.

•    Ecología y medio ambiente. La relación de la ecología con el ser humano será el tema de la próxima Encíclica del Papa Francisco. El 19 de marzo de 2013, en su primera homilía como Papa, hizo un llamamiento a todos los cristianos a ser custodios de la creación: “Quisiera pedir, por favor, a todos los que ocupan puestos de responsabilidad en el ámbito económico, político o social, a todos los hombres y mujeres de buena voluntad: seamos custodios de la Creación, del designio de Dios inscrito en la naturaleza, guardianes del otro, del medio ambiente; no dejemos que los signos de la destrucción y de muerte acompañen este mundo nuestro”.

•    La paz en el mundo. La paz no es una ausencia de guerras, sino una justicia más perfecta entre los hombres.

•    La reforma de las estructuras y el cambio cultural. La Iglesia está siendo un referente, se está animando a plantearse reformas profundas de unas estructuras caducas para no quedarse encerrada en sí misma.

La confianza en que las cosas nunca están tan mal, la invitación a tener mayor esperanza en el futuro, la permanencia cerca del que sufre, la construcción de puentes, la defensa de la fraternidad universal y la vuelta al Evangelio es el legado que Francisco deja a su Iglesia. Conocimiento de sí para llegar a otros, adaptación, atrevimiento, creatividad, ingenio y magis para afrontar los desafíos, ejemplaridad, coherencia, respeto al otro y liderazgo al servicio para vivir la vida es el legado que un hombre Papa deja a todo aquél que lo quiera tomar.

Adjunto
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Comments (2)

  • Maite Inglés y García de la Calera

    Maite Inglés y García de la Calera

    27 Diciembre 2014 at 15:03 | #

    ¡Gracias, chicos!

    reply

  • Juan Fernández-Aceytuno

    Juan Fernández-Aceytuno

    01 Enero 2015 at 10:49 | #

    Adjunto por su relevancia, artículo publicado en El País.

    EL PAPA FRANCISCO VISTO POR EL DIARIO IZQUIERDISTA DE ESPAÑA
    Por Juan Arias
    EL PAIS, Madrid 30-3-2013
    La Iglesia ha encontrado un líder ¿Y el mundo político? – La Iglesia ha sido más rápida que el mundo político.
    Ambos estaban hasta ayer en profunda crisis de identidad.
    La Iglesia hundida en sus escándalos vaticanos y convertida en un “fósil”, en expresión dura del teólogo brasileño Leonardo Boff, con sus iglesias vendidas para convertirlas en salas de fiestas nocturnas y los confesionarios en muebles bar.
    Y el mundo político se encuentra perdido en una profunda crisis, no sólo económica sino también de valores, huérfano de liderazgo, en plena revuelta civilizatoria sin saber por donde tirar.
    Ambas instituciones, la religiosa y la laica, se arrastran sin horizontes para sus jóvenes generaciones, dando palos de ciego.
    En ese panorama, la Iglesia, con sus dos mil años de historia, sus santos y demonios, sus inquisiciones y sus mártires de la caridad,
    - ha conseguido encontrar un líder mundial
    - cuando empezaba a resbalar por el barranco de la desesperanza.
    Y lo ha hecho a través de un puñado de cardenales, la mayoría ancianos y conservadores, reunidos durante dos semanas en Roma, sin grandes alharacas y revestidos de misterios y secreto, pero que
    - se dieron cuenta que el eje del mundo ha cambiado,
    - ya no es Europa, sino que se ha trasladado a los países emergentes.
    - La Iglesia acabó viéndolo y se fue a buscar el nuevo líder a las Américas.
    “Me buscaron muy lejos”, subrayó significativamente el papa Francisco al aparecer en el balcón la tarde de su elección.
    El papa Francisco, que sigue llamándose sacerdote y obispo, no papa, se ha convertido, en menos de un mes al mando de la nave Iglesia, en el personaje más en vistas del planeta, como un día lo fueron un Gandhi o un Luther King.
    Con un puñado de gestos simbólicos,
    - ha dado rienda suelta a una auténtica revolución religiosa y política
    - que empieza a resonar más allá de la misma Iglesia.
    ¿Y el mundo político qué está esperando?
    Una vez Stalin preguntó cuantos ejércitos tenía el papa de Roma.
    Hablaba de armas, pero
    - la Iglesia es un ejército con otras armas en sus manos, que empezaban a oxidársele
    - Es una institución, a pesar del peso de errores que arrastra, de las mejor organizadas
    del mundo, que cuenta con la friolera de
    - 1.200 millones de fieles,
    - un ejército de más de 1.000.000 de sacerdotes y religiosos,
    - con 114.736 instituciones asistenciales en el mundo;
    - 5.246 hospitales;
    - 74.000 dispensarios y leproserías;
    - 15,208 residencias de ancianos incurables;
    - 1.046 universidades;
    - 205.000 colegios;
    - 70.000 asilos nido con 7.000.000 de alumnos;
    - 687.282 centros sociales y
    - 131 centros de personas con sida en 41 países.
    Una vez el líder comunista italiano Enrico Berlinguer, que no era creyente pero acompañaba los domingos a misa, a su mujer e hijos que si lo eran, a los que esperaba en la puerta de la Iglesia, solía decir:“Si nosotros los comunistas tuviésemos a un millón de mujeres y hombres, como las monjas y religiosos católicos, con voto de obediencia y dispuestos a cualquier sacrificio, haríamos una verdadera revolución social”.
    Y es esa revolución social la que el nuevo papa Francisco ha empezado a llevar a cabo en la Iglesia y que el mundo político parece incapaz de hacerla, sumergido en sus recetas de sacrificios y recortes a los más débiles, mientras se multiplica como una cizaña maligna, la corrupción de políticos y banqueros.
    Si al mundo de hoy le falta un gran líder, capaz de devolver esperanza y abrir nuevos horizontes a una sociedad desencantada y en ruinas,
    - la Iglesia parece haberlo encontrado.
    Y no un líder místico, encerrado en sus rezos, con una visión arcaica y autoritaria de la fe, sino alguien que ha pedido a los soldados de ese ejército hoy bajo su mando, que
    - dejen de ser “coleccionadores de antigüedades” y cultivadores de “teologías narcisistas” y
    - se vayan a manchar sus pies con el barro “de las periferias del mundo”,
    - donde se encuentran los más explotados por el poder.
    Un jesuita que posee “racionalidad y fe”, como afirman quienes le conocen de cerca, que además de teología ha estudiado psicología y literatura, y que al mismo tiempo ha escogido como símbolo papal un “corazón franciscano”, puede llegar a ser más que un mero líder espiritual de una Iglesia.
    Sus antecedentes como arzobispo y cardenal de Buenos Aires y sus primeros gestos de desapego a las apariencias y símbolos del poder vaticano para poner su énfasis en
    una Iglesia que debe ser “pobre y para los pobres”, lo están ya convirtiendo también en una referencia política y social del mundo.
    Es justamente el mundo el que está entendiendo – de ahí la perplejidad y hasta miedo de ciertos políticos – que el papa Francisco, no es sólo un religioso que se contentará con lavar los píes a los pobres y visitar favelas.
    Los poderosos han empezado a entender que apostar
    - por los desheredados de la Tierra,
    - por la escoria del mundo,
    - por los desahuciados,
    no sólo para consolarlos, sino también
    - para elevarles social y culturalmente,
    - para despertar en ellos
    - la fuerza de su dignidad como personas,
    - sus derechos y su espíritu crítico, equivale a una nueva revolución mundial.
    Y que su mentor puede acabar siendo más que un mero líder espiritual.
    El papa Francisco le dice al rabino judío argentino Skorka, en su libroEntre el cielo y la tierra que a él “le gusta la política”, concebida como “la fuerza responsable del bienestar de la gente“.
    Le cuenta que cuando se encuentra con agnósticos y ateos “no les habla de Dios”, sino que les pregunta si están dispuestos a empeñarse en la lucha contra las injusticias perpetradas contra los más desamparados del sistema, ya que eso le basta. “Sólo les hablo de Dios si ellos me hablan”, comenta.
    A una madre que desesperada, se le quejaba, en Buenos Aires, de que su hijo joven había abandonado la fe, el entonces cardenal Bergoglio, le preguntó:
    - “¿Sigue su hijo siendo una buena persona que se interesa por los demás?”
    - La mujer le dijo que sí.
    - “Entonces quédese tranquila. Su hijo sigue creyendo en lo que debe creer”, la consoló.
    Un líder así, puede crear esperanza en unos y temores en otros, ya que está pidiendo a una Iglesia anquilosada y en buena parte aburguesada, que salga de la retaguardia para ir a combatir a la primera línea del frente, puede acabar convirtiéndose en una referencia mundial de lo que el teólogo Boff llama “un liderazgo no autoritario, de valores universales en el que lo importante no es ya la institución Iglesia sino la humanidad y la civilización que hoy pueden ser destruidas”.
    Como un día surgieron líderes capaces de sacudir al mundo como Gandhi, Luther King o Mandela, entre otros, es posible que a esa lista de líderes contra la violencia y contra las discriminaciones de los diferentes, haya que añadir pronto al papa Francisco.
    Eso si le dejan actuar en paz, sin blindarle en los palacios vaticanos, que por ahora ha descartado, impidiéndole de acercarse y de escuchar demasiado a la gente.
    En Brasil, para el viaje a Río del papa, el próximo julio, con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud, las autoridades le han preparado un blindaje de 750 policías civiles y militares para proteger su vida, y que le acompañarán día y noche.
    No será fácil, sin embargo, blindar del todo a un papa que ha pedido a los sacerdotes del mundo entero que no tengan miedo de “perder la propia vida”, si su empeño social y religioso se lo exigiera.
    Jesús fue crucificado con poco más de 30 años. Los primeros cristianos, apóstoles, obispos y papas acabaron todos mártires de su fe y de su desobediencia al poder que les pedía que se arrodillase ante él.
    El viernes santo pasado, el papa Francisco se echó en la Iglesia de bruces al suelo en adoración no a los poderes del mundo.
    Lo hizo en señal de fidelidad a aquel Jesús que predicaba que
    - “quién defiende la propia vida la perderá” y que
    - los “que se humillan serán ensalzados”.
    Los cobardes, al final, son ya vivos muertos, como decía Gandhi.

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