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Las Islas Espóradas, un secreto bien guardado (Crónica de viaje)

Quienes hayan visto la película Mamma mia!, lo saben: resulta difícil sustraerse a mover los pies, a la vez que se tararean las canciones incluidas en su banda sonora. Esta deliciosa comedia musical contiene, además, dos descubrimientos insospechados: la manera emocionante en que Meryl Strepp canta y los paisajes paradisíacos en que fue rodada. Quien no tuviera la paciencia de leer los títulos de crédito, no sabrá que los exteriores de esta película fueron rodados en dos islas griegas del Mar Egeo, pertenecientes al archipiélago de las Espóradas: Skiathos y Skópelos. Los escenarios se completaron con una localización en la Grecia continental, Damouhari, provincia de Magnesia, en la región de Tesalia. En muchos de estos lugares el turismo masivo no ha hecho mella aún. No hay prisas, ni colas, ni aglomeraciones. Y los lugareños miran incluso al visitante con un cierto aire de novedad, lo que hace que el trato sea aún más personal, hospitalario y agradable.

Bailando Dancing Queen en el País de los Centauros.

Damouhari es una de las muchas pintorescas aldeas que pueblan la Magnesia. Pueblecitos de calles angostas y empedradas, con enormes árboles centenarios en la plaza bajo los que charlan los ancianos y pasean los popes de negro riguroso. El campo huele a tomillo, a romero, a orégano.  En cualquier tiendecita pueden adquirirse mezclas de especias y hierbas aromáticas, especiales para ensaladas, pescado o carne, así como hierbas medicinales.

Algunos monasterios ortodoxos que desde la lejanía se antojan inaccesibles, parecen colocados a propósito en las cimas de las peñas. Destacan señoriales y antiguas, casas en cuya arquitectura se adivinan las pretéritas influencias bizantinas y turcas. En algunos de estos pequeños pueblos hay museos locales, situados en casas tradicionales o en alguna vieja escuela. Un sinfín de objetos se presentan: trajes, documentos, banderas, camas, lámparas, braseros, armas, retratos de antepasados, libros y cartillas escolares colocados en alacenas o aparadores centenarios. La belleza –y la novedad– de muchas de esas añejas piezas hace que, en muchos casos, el visitante olvide que los carteles sólo están en griego y no puede conocer la historia de cada uno de ellas, lo que hace que su imaginación se dispare, tratando de encajar cada pieza de este rompecabezas.

En una ensenada rodeada de olivares a las afueras de Damouhari, se construyó una plataforma que sirvió de escenario al alborozado cuerpo de baile compuesto por mujeres que bailan y cantan Dancing Queen. La pasarela no existe ya. Pero puede rememorarse la escena desde la pequeña terracita del bar situado frente a la ensenada.

La quietud y el silencio que imperan en estos parajes interiores, hacen que sea difícil imaginar que en esta región –donde se hayan los Montes Pileón, patria de Jasón, quien partió junto a los Argonautas en busca del Vellocino de Oro–, habitaran los belicosos centauros, mitológicos monstruos con busto humano y cuerpo de caballo. Resulta igualmente chocante para el viajero encontrar nieve tan al sur de Europa. Algunos de los picos de los Montes Pileón permanecen nevados hasta la primavera, pudiéndose incluso practicar el esquí.

La capital de la Magnesia es Volos, importante puerto pesquero y de pasajeros, desde donde se toman los transbordadores hacia las Espóradas. Hasta Skópelos, unas cuatro horas y media. Algo más de dos horas hasta Skiathos. Los trayectos entre estas islas se cubren en poco más de treinta minutos.

Las Espóradas, un paraíso por descubrir.

Islas frondosas de clima, en general, suave. Playas arenosas de aguas cálidas y turquesas, transparentes y muy limpias, hasta las que descienden bosques de pinos y eucaliptos, en los que se oyen cantar a las cigarras en verano. Pequeñas y apartadas calas al pie de acantilados plenos de vegetación.

Pueblecitos de calles tan estrechas, que tocas de pared a pared con solo extender los brazos. Casas blancas, a las que dan sombra las parras, con puertas y ventanas pintadas de colores, por cuyas paredes se elevan desde el suelo las buganvillas.

Ancianas vestidas de negro se sientan a la caída del sol a la puerta de sus casas. Son las mismas que, a primeras hora de la mañana, han barrido primorosamente su parte de fachada y regado las plantas. Un pequeño paraíso a pocas horas de vuelo desde España.

Tanta belleza y romanticismo no pasaron inadvertidos para los productores de Mamma Mia! que convirtieron Skiathos y Skópelos en Kolokairi (verano, en griego), la idílica isla donde transcurre esta sentimental comedia.

Skiatos, la isla de Alessandros Papadiamantis.

El norte de la isla es casi virgen: paisajes solitarios de una escalofriante belleza paisajística, salpicados de ermitas y pequeños monasterios. En el punto más septentrional, se encuentran el Kastro, una antigua fortaleza del siglo XIV, al que se llega por un camino angosto, sobretodo en su parte final, que se ha de hacer a pie. La vista se pierde en el mar y sólo se escuchan las gaviotas.

La población y el turismo se concentran en torno a Skiathos Capital, al sur. La vida social de la isla –y, particularmente, la nocturna– se centraliza a lo largo del Paseo Marítimo que une el Puerto Nuevo y el Puerto Viejo, separados por una pequeña península.

El muelle del Puerto Viejo es el lugar en que Sam Carmichael (Pierce Brosnan) y Harry Bright (Colin Firth) se conocen, mientras esperan al transbordador que les traslade hasta Kalokairi. Los dos, junto con Bill Anderson (Stellan Skarsgard), han sido convocados a su boda por Sophie (Amanda Seyfried). Alguno de ellos es su padre.

La torre de la iglesia de Agios Nikolaos, patrón de los marineros, corona la ciudad. La plaza que rodea la iglesia, ofrece unas hermosas y amplias vistas sobre el Mar Egeo. Estos lugares fueron elegidos para las escenas iniciales de Mamma Mía! Es en esta parte de la isla, además, donde Sophie deposita las cartas de invitación a sus posible padres, mientras canta I Have a Dream.

La ciudad serpentea por la colina hasta el centro urbano, muy cercana al cual se encuentra la casa donde vivió unos de los mayores escritores griegos modernos, Alessandros Papadiamantis, de quien acaba de publicarse en España, "La asesina", su más consagrada obra. La casa es austera, estrecha, de dos plantas, construida en piedra y madera, y en la que se conservan muchos de los objetos que pertenecieron al escritor. La obra de Papadiamantis muestra su gran conocimiento de la dureza de la vida en el mundo rural de estas islas y el sentimiento fuertemente religioso de sus habitantes. Esta religiosidad aún es patente hoy. Cuando pregunté al propietario de un restaurante por qué nunca había habido un incendio forestal en estas islas plagadas de vegetación, ni aún en los veranos más calurosos, me respondió –volviéndose hacia la caja registradora–, señalándome con un dedo un icono, un pequeño pantocrátor.

A una media hora de Skiathos Capital se haya el monasterio de Evangelistria, una construcción del siglo XVIII, al bode de una garganta, cuyos patios están llenos de flores y árboles. La iglesia, aunque poco luminosa por el color azul oscuro de sus paredes, es de una singular belleza.

Los amantes de las playas no quedarán decepcionados, la isla cuenta con más de medio centenar de ellas. Y para todos los gustos: tranquilas (Mandrakis), familiares (Agia Paraskevi), nudistas (Troulos)...

Skópelos. Meryl Strepp estuvo aquí.

Durante el rodaje de Mamma Mia!, Meryl Strepp era asidua a The Blue Bar, uno de los muchos bares, tabernas y restaurantes de la capital de la isla, Skópelos Town. En algunos de ellos puede disfrutarse de una kakaviá, una caldereta de pescado y marisco con rebanadas de pan, aromatizada con hierbas.
 
Esta pequeña pero bellísima ciudad de casitas encaladas y tejados grises y ocres de pizarra, que asemejan las escamas de un pescado, asciende desde el mar por un dédalo de calles empedradas y sinuosas.

Hasta los lugares de rodaje de la mayoría de los exteriores de Mamma Mia! se llega por carreteras estrechas (la motocicleta es una interesante opción de transporte, unos 25 euros diarios), entre bosques de pinos a un lado y acantilados al otro, que descubren paisajes de extraordinaria belleza, tras cada revuelta. Y así van descubriéndose los parajes que han conmovido a quienes han visto la película. La playa de Glistery es la ruta de acceso a Donna´s Villa, el hotelito rural que regenta Donna (Meryl Strepp). En la playa de Kastani, de arena y guijarros, bordeada de pinos, se situó el bar y el muelle de la película. En esta playa, Sophie y Sky (Dominic Cooper) corren a la vez que se declaran su amor.

Por la carretera hacia la playa de Stafylos se haya el pequeño cabo Amaranto sobre el que se elevan tres pinos. Es éste un lugar escondido, mágico, elegido por muchos jóvenes griegos para casarse civilmente. En este enclave, Sophie canta junto a sus amigas Honey Honey  y hará pícnic en otra escena de la película con sus candidatos a padre.

Agios Ioannis Kastri es la ermita ortodoxa rodeada de olivos, donde supuestamente se casa Sophie. Las escenas interiores reales de la boda se rodaron en los ingleses estudios Pinewood, donde se reprodujeron las medidas exactas de la iglesia. Agios Ioannis Kastri se encuentra encima de un risco de un centenar de metros de altura, que penetra en el mar. A los pies de este promontorio, se rodó el momento quizás más emocionante de la película. Una vibrante Donna-Meryl Strepp, canta ante un atónito Sam-Pierce Brosnan, The Winner Takes All, una triste pero emocionante declaración de amor.  En los segundos finales de esta escena, Donna asciende por una zigzagueante escalera hasta la cima, envuelta en un vaporoso chal color fucsia.

 

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