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Lo que de verdad importa: leer (¿El fin del libro como lo conocemos?) - Artículo

La primera reseña bibliográfica que redacté para Know Square, fue sobre la biografía de Steve Jobs, escrita por Walter Isaacson. Utilicé la versión digital del texto. Trabajar con este formato me permitió pasar páginas con mi dedo índice, acceder a páginas previamente marcadas, encontrar textos subrayados, resaltadas por colores, o encontrar palabras claves utilizando la herramienta "buscar". Excepto esta última función, lo demás podía haberlo hecho perfectamente en el formato tradicional de esta biografía de más de ochocientas páginas.

Después de realizar muchas reseñas más, utilizar aquella versión digital me facilitó muchísimo el trabajo.

¿Supone esta afirmación que estoy defendiendo los formatos digitales frente al libro tradicional? Simplemente, no.

Aún a riesgo de parecer un sofista, defender la continuidad del libro tradicional frente a los nuevos formatos digitales, me parece más la expresión de mi ardoroso deseo romántico que una cuestión práctica. Si defiendo el libro tradicional sobre los digitales, por coherencia, tengo que defender igualmente el correo postal, la máquina de escribir y los teléfonos de bakelita.

Los libros que conocemos hoy son los que se vienen editando desde la invención de la imprenta y también libros en formato digital. A la  vista la velocidad a la que se producen los cambios tecnológicos y las modificaciones de nuestros hábitos consecuencia de estos cambios, hasta el mismísimo libro electrónico puede quedarse anticuado en pocos años. ¿Quién pensaba hace diez años en un smartphone?

Una de mis aficiones es recorrer librerías de lance, sintiendo el olor acre de los libros añejos. Me gusta perderme entre abarrotados anaqueles, mientras mi corazón se acelera ante la posibilidad de encontrar un tesoro, largamente buscado.

En mi biblioteca particular conservo, entre otras herencias paternas, una hermosa edición de 1846 de El criterio de Balmes. La química del papel y de las tintas, amarillean sus páginas, amenazando la vida de este ejemplar que reposa en una estantería de madera. En una estantería virtual, tengo otra joya: la primera edición de la Constitución de 1812, perfectamente digitalizada.

Elegir un formato u otro, hoy, con casi quince años cumplidos del siglo XXI, me remite a aquella pregunta que solían hacernos nuestras abuelas: ¿a quién quieres más, a mamá o a papá? Como lector, estimo que plantear hoy la discusión libro tradicional o libro electrónico es tan estéril como tener que elegir entre papá y mamá. ¿Por qué elegir? Elegir es renunciar.

Soy socio de las Bibliotecas Públicas de Madrid. Me prestan libros que toco con mis manos. Desde noviembre de 2014 dispongo, además, de la aplicación eBiblio de la Comunidad de Madrid, que me permite leer libros en mi ordenador. Ahora estoy leyendo en esta aplicación, Atrapados, cómo las máquinas se apoderan de nuestras vidas, de Nicolas Carr. Me permito recomendar vivamente la lectura de este libro y el anterior de este autor, Superficiales, qué está haciendo Internet con nuestras mentes.

Tú, lector, elijes el formato.

Leer nos hace libres y humanos.

Leer nos diferencia del resto de seres.

Leer es, para mí, lo que de verdad importa.

 

Adjunto
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