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Antropología filosófica cristiana y Economía de mercado (Resumen de la conferencia y reseña del libro de Gabriel Zanotti)

Con frecuencia se ha sostenido que la concepción antropológica del mercado (egoísta, individualista, consumista) era incompatible con la vida cristiana. Zanotti lo rebate, configurándose como el mayor expositor entre la armonía del mercado y la Iglesia. Su base es la Doctrina Social de la Iglesia (que no se discute en esta conferencia), y las aportaciones de Santo Tomás de Aquino

Comentario crítico y nota introductoria

  • Fusionando economía (austriaca) y teología (tomista), Zanotti concluye que la teoría económica austriaca no es incompatible con la antropología cristiana. No hay sistema económico que forme parte de la revelación, pero nada hay que se oponga a la teoría económica austriaca de Mises y Hayek. La economía de mercado es un sistema de libre iniciativa que no obliga a ser indiferente al prójimo o despreciarlo. Por lo tanto, es compatible con la caridad. Es más, el capitalismo logra algo muy deseable: que la codicia desordenada esté al servicio del bienestar general. El codicioso, para obtener algo de otros, tendrá que ofrecer algo a cambio.
  • La religión cristiana es inspiradora, persigue desde la realidad un ser humano superior. La economía no tiene una vocación de perfección porque en general suele estar anclada en la observación de la realidad, en su comprensión y explicación. Su máxima aspiración es la gestión eficiente de recursos escasos, lo que a lo sumo le lleva a una vocación: el final de la pobreza.

Sobre el ponente y autor del libro

Gabriel Zanotti es director Académico del Instituto Acton Argentina y Profesor titular de Epistemología de la Comunicación Social en la Universidad Austral. Es licenciado y doctor en Filosofía y profesor visitante de la Universidad Francisco Marroquín. Es autor de numerosos artículos y ensayos, tanto de economía como  teología, destacando sus libros "antropología filosófica cristiana y economía de mercado" y "Economía de mercado y doctrina social de la Iglesia", el primero de los cuales da pie a la conferencia.

Zanotti y el director de la Fundación Rafael del Pino, Amadeo Petitbó (foto no oficial)
 

FECHA CONFERENCIA – 4 de julio de 2012
RESUMEN DE – Antonio G. Sansigre
DESTINADO A – Know Square
SOBRE – Resumen-crítica de la conferencia de Gabriel Zanotti
PONENTES – Gabriel Zanotti
ORGANIZADOR – Fundación Rafael del Pino
DÓNDE – Fundación Rafael del Pino, Calle Rafael Calvo, 39
ASISTENTES – 50
 

Resumen de la charla

 "Algunos consideran que el Estado es como Jesús en las bodas de Caná: basta con pedir y recibirán"
"Se interpreta erróneamente el destino universal de los bienes que propugna el cristianismo como una mera redistribución"
"No hay que ser cristiano para decir la verdad"
"Los santos son una rara avis, pero no podemos basar nuestra sociedad sobre la santidad"
"Nos encontramos con Dios en el desarrollo de nuestra vocación. Eso incluye a los empresarios"
"Para Mises y Hayek la civilización es la historia de la eliminación del conflicto, todo lo contrario que la lucha de clases de Marx"
"Con Benedicto XVI está habiendo muchas revoluciones silenciosas. Es, por ejemplo, el primero de los Papas que habla del liberalismo político en sentido positivo"

 

Presentó al conferenciante Vicente Boceta, resumiendo las tesis de Zanotti: "economía y religión son armónicos, aunque muchos seminarios lo ponen todavía en duda" y recomendando las lecciones de "economía para sacerdotes" que ha iniciado Zanotti en el Instituto Acton (accesibles por Internet).

Zanotti tomó entonces la palabra:

• La visión católica del ser humano no nos dice nada, directamente, sobre la economía. El ser humano, para el catolicismo, es redimido por la Gracia de Dios, creado a imagen y semejanza de Dios y cuyo fin último es Dios. Si sólo Dios es absoluto, entonces de ahí se deriva una importantísima consecuencia: el ser humano es un igual entre iguales. No es de extrañar entonces que el cristianismo se opusiese a la esclavitud.

• Al católico le resulta difícil tratar los temas económicos, en gran parte porque el tema de la escasez le resulta extraño. La economía es precisamente la gestión de los recursos escasos. El cristianismo, sin embargo, es abundancia, no escasez. En particular, es abundancia de la gracia de Dios. Así se manifiesta en el nuevo testamento: la multiplicación de panes y peces, la conversión del agua en vino, etc.

• Aunque toda la naturaleza ha sido creada para el hombre, no quiere decir que todos los bienes vengan dados. Cuando se menciona el "destino universal de los bienes", creados por Dios, se da a entender erróneamente que los bienes ya están ahí, que sólo hay que distribuirlos. Sin embargo, la escasez existe tanto antes como después del pecado original. Lo que ocurre es que antes del pecado original estábamos protegidas de la escasez, en un estado de gracia. Por lo tanto, los bienes no están dados como los frutos de los  árboles.

• Decía Santo Tomás de Aquino que "la naturaleza ha provisto al hombre de muy pocas cosas" (Suma contra gentiles). La naturaleza en relación a lo humano es escasa, y esa escasez no es como tal un mal, como tampoco lo es nuestro cuerpo en relación con las pulsiones sexuales. La maldad viene del efecto del pecado original.

• Si somos conscientes de la escasez, la pregunta no es cómo distribuir los bienes, sino cómo producirlos. En términos teológicos: ¿cómo podemos procurar ese destino universal de los bienes en una situación de natural escasez?

• El cristiano tiene que vivir como propio el tema del trabajo y el esfuerzo de hacer fructificar sus dones precisamente después del pecado original, viviendo una ética de la escasez.

• El cristianismo es ininteligible del misterio del pecado original. Es curiosamente el dogma de fe que más rechaza el ser humano y sin embargo, trascendental para la religión católica, ya que sin él no tendría sentido.

• En la situación originaria con Dios, el conocimiento es también limitado, pero se completa con los bienes de Dios, con su gracia, que es infinita. El conocimiento, la ciencia, existen, pero son infusos.

• Tras el pecado original, nos inunda una ignorancia total y completa, que se compensa con creatividad intelectual. El ser humano es creador de sentidos con los cuales interpreta un mundo oscurecido. Por ello, los mitos, las cosmogonías y las diversas religiones no son irracionales, sino maravillosas creaciones intelectuales. La inteligencia humana se maneja con incertidumbre y con creatividad falible para compensar los errores. Esto coincide con la teoría del orden espontáneo de Hayek: el conocimiento es disperso pero se compensa por el aprendizaje del ser humano.

• La separación razón y fe comienza con Kant, rompiendo la unión de los escolásticos como santo Tomás o san Agustín. Desde ese momento pensamos erróneamente que las sinfonías de Beethoven no son razón pero que sí lo son las fórmulas de Arquímedes. La ciencia y la física monopolizan la razón.

• Para los austriacos la inteligencia en el mercado es crear. La economía no sólo habla de la división del trabajo, sino de la división y la dispersión del conocimiento humano como uno de sus puntos de partida fundamentales.

• Para Hayek el problema económico consiste precisamente en que el conocimiento humano no es perfecto. Keynes, a su modo, coincidía con esto. La capacidad de aprendizaje del ser humano compensa su ignorancia, de forma que se mantengan en el mercado los oferentes que mejor salgan de su ignorancia. Ese "aprendizaje" no consiste tanto en hacer números sino descubrir, comprender e interpretar la situación de los precios del mercado.

• Visto así, no se puede inferir que Hayek esté en lo correcto desde el punto de vista de la antropología cristiana, pero desde luego parece compatible con la visión cristiana de que la inteligencia humana es limitada en sí.

• Volviendo a Hayek, los precios son síntesis del conocimiento disperso. El mercado se configura como orden espontáneo, no dirigido por alguien en particular y concibiendo la propiedad como libre entrada al mercado y ausencia de prebendas por parte del gobierno.

• Las expectativas de los consumidores se establecen a través de los precios. Si hubiese una inteligencia central, los precios desaparecerían y con ello nuestra capacidad de aprendizaje. Hay una tendencia al orden. Con la salida de los que menos entienden del mercado, hay una menor dispersión del conocimiento.

• El orden espontáneo no implica una planificación.  La razón de ese orden espontáneo es la naturaleza humana, creada por Dios.

• Aquí hay que destacar la aportación de los filósofos escoceses, como Adam Ferguson, Adam Smith, David Hume. Según la escuela escocesa, los seres humanos establecen con el entorno relaciones no dictadas por una caridad sobrenatural, sino por una empatía dirigida a impedir los conflictos. Los seres humanos tienen una conducta social mixta: no se comportan siempre como santos pero tampoco siempre como criminales. Ya lo adelantó Santo Tomás: "la Ley humana se establece para una multitud de hombre, la mayor parte de los cuales no son perfectos en la virtud…"

• En resumen, lo que la escuela escocesa aporta es que el ser humano tiende a cooperar con los otros: un incentivo a cambio de obtener algo a cambio. Y este es precisamente el camino del comercio y la división del trabajo.

• Finalmente, ¿es posible la santificación de la función empresarial? ¿Cómo se compagina la santidad con la ganancia?  La vocación es ser coherente con nuestra esencia más profunda, y todas las vocaciones deben ser santificadas.

o Todo laico debe santificar su vida. Todos estamos llamados a la santidad (Gaudium et spes).
o El empresario tiene que tener un proyecto de vida, como cualquiera, y es un negocio.
o En la carta a los jóvenes de Juan Pablo II se indica que "tenemos que dar nuestra riqueza", pero lo que se dona no son los bienes, sino nuestra vocación. A esto se refiere la Iglesia con el desprendimiento, a poner la mirada en Dios, no en el emprendimiento.
o Los negocios se hacen con otros en tanto que personas: mirar al otro en tanto que tiene una dignidad que debe ser respetada.

• Mi gran preocupación es que se clericalice esta conexión entre antropología cristiana y economía de mercado. El clericalismo es partir de la gracia divina para llegar a la conclusión de la verdad sobre un sistema social o filosófico. El último clericalismo de izquierdas fue la teología de la liberación. Con esto sólo hemos mostrado que las nociones de antropología teológica católica no son contradictorias con el mercado como orden espontáneo.

Notas Como Speaker

  • A diferencia de la gran mayoría de ponentes, Zanotti no se acomodó en la silla, sino que se levantó e impartió la conferencia de pie, lejos del atril. Es un gran punto a favor.
  • Como buen argentino, es muy fluido en el habla, rápido en la vocalización.
  • Utiliza multitud de chascarrillos y chistes, y hace empleo de la ironía. El resultado es desigual, en gran parte por la separación atlántica entre ponente y audiencia. Es probable que en su tierra sus chistes tengan mucho  más éxito. Como botón de muestra, salió al paso de una llamada telefónica a uno de los asistentes. Con soltura, hizo que contestaba al teléfono y nos informó de que le estaba llamando Hayek.
  • En la sección de preguntas y respuestas se sentó y demostró la profundidad de conocimiento que tiene, tanto en economía austriaca como en religión. Sus respuestas se ajustaban a las preguntas, aunque con la divagación propia de un intelectual argentino.
  • Quizás la única área de mejora sea la presentación, un PowerPoint insulso, con apuntes para que el propio conferenciante fuese introduciendo temas. Eran más unas notas dirigidas a él mismo que a la audiencia. Si quiere notas, es más eficaz que las tenga en el móvil y las consulte periódicamente, que ponerlas a disposición del público.

Transparency Vow

El autor de este resumen no conoce al ponente, pero sí a los directores de la Fundación.

 

"ANTROPOLOGÍA FILOSÓFICA CRISTIANA Y ECONOMÍA DE MERCADO"

Editorial: Unión Editorial. Autor: Gabriel J. Zanotti. 1ª edición: 2011. 136 páginas. Precio: 12,48 euros

 
¿Para quién es?

Dirigido a empresarios, directivos y profesionales de base cristiana. Conecta economía de mercado y cristianismo.

Reseña-crítica

Hombre y Dios

• Es sabido que el pensamiento social cristiano acepta en general el sistema de mercado, pero no sin subrayar la necesidad de una amplia intervención estatal. Se sostiene que el capitalismo supone una concepción antropológica y ética (egoísta, individualista, consumista, insolidaria) que es incompatible con la vida cristiana a pesar de sus aspectos positivos (como la libertad y la eficiencia).

• Partiendo de una exposición sintética de la antropología cristiana en base al pensamiento de Santo Tomás de Aquino, el autor combina la economía y la teología no para lograr una síntesis, sino un chequeo de compatibilidad. Zanotti sostiene documentadamente que la teoría económica de la escuela austriaca no es incompatible con la antropología cristiana.

• La visión católica del ser humano no nos dice nada, directamente, sobre la economía como fenómeno social. Para el catolicismo, el ser humano es sobre todo un ser humano redimido por la Gracia de Dios. El ser humano es creado a imagen y semejanza de Dios, es inteligencia y voluntad. Precisamente por eso el cristianismo produjo una transformación social importante, que se fue haciendo cultura: distinguió entre los reinos de este mundo y el Reino de Dios (subvirtiendo a los antiguos imperios donde el gobernante se identificaba con Dios) y favoreció decisivamente la igualdad (eliminando la esclavitud), porque el hombre es un igual entre iguales sólo superado por Dios.

• La felicidad, dice Santo Tomás, no puede estar en algún bien creado, pues la felicidad está en el bien perfecto, "que aquieta totalmente el apetito". Ese bien perfecto es Dios. El fin último del hombre es Dios.

Pecado original

• El cristianismo es ininteligible sin el misterio de pecado original (no es casualidad que en estos tiempo, de pertinaz olvido de este misterio, el cristianismo no se entienda).

• El hombre fue creado en una situación de armonía originaria. Cometido el pecado original, que es un pecado de soberbia (el ser humano es tentado "a ser como Dios"), se pierde esa armonía. La culpa se hereda porque Adán y Eva asumen el género humano que todos heredamos. Como dice Edith Stein (Santa Teresa Benedicta de la Cruz): todos advertimos que sí, que hemos pecado y hemos nacido en pecado, porque "quien no tiene pecado, que arroje la primera piedra". La culpa es infinita, y es imposible para el hombre cubrir la distancia infinita. Quien sí puede cubrirla es Dios, quitando el pecado, con una misericordia infinita.

• Por ello la historia de la salvación no es la historia humana. La naturaleza humana es redimida por la Gracia de Cristo y borra la culpa pero no las consecuencias del pecado original.

• No debe identificarse la historia humana y la historia de la salvación. Esto es fundamental para evitar todo tipo de "clericalismo".

• Esa pareja originaria, Adán y Eva, fue arrojada al mundo también en el sentido de "mundo físico". Ese mundo físico no es super-abundante, sino escaso.

Inteligencia y voluntad

• Para la tradición cristiano-católica, la inteligencia no es sólo razonamiento, es también una capacidad de contemplación y penetración de la realidad. Es entender, captar "la cosa que es" (id quod est). Pero esa captación es limitada. La naturaleza de las cosas se capta a través de sus accidentes. Antes del pecado natural, disponíamos del don preternatural de la ciencia infusa (captábamos la esencia de las cosas). Tras el pecado original, añadimos el pecado, por lo que debemos hacer uso de la creatividad para compensar la limitación de nuestra captación. El ser humano es creador de sentidos con los cuales interpreta un mundo que le ha quedado oscurecido. Por ello, los mitos, cosmogonías y las diversas religiones no son irracionales, sino maravillosas creaciones intelectuales para dar sentido al mundo. La inteligencia humana se maneja con incertidumbre y con creatividad falible para compensar los errores.

• La voluntad, por su parte, es el apetito por el bien mediado por el conocimiento de la inteligencia. Santo Tomás justifica el libre albedrío de la siguiente manera: dado que el objeto de la voluntad es el bien, y el bien absoluto sólo es Dios, entonces la voluntad ante los bienes no absolutos (finitos), es libre. El libre albedrío, ni antes ni después del pecado original, es un mal.

• La naturaleza humana queda herida, no destruida, por el pecado original.
 
• En resumen, inteligencia humana, creatividad y libre albedrío son fundamentos antropológicos de la economía que como se ve están presentes en la teología cristiana.

• El conflicto entre cuerpo y alma desaparece con San Agustín: lo corpóreo es creado por Dios y, por ende, esencialmente bueno. El mal no es lo físico, sino el pecado. Los tomistas añaden a esta síntesis agustiniana la teoría aristotélica de la unidad sustancial cuerpo-alma: el alma es la forma sustancial del cuerpo, el principio organizante del cuerpo, no "otra cosa distinta". ¿Cómo se explica que el alma subsista tras la muerte? Porque el alma es forma sustancial subsistente. Al alma le falta aquello que está destinada: Dios. En resumen, el ser humano es esencialmente corpóreo y su cuerpo esencialmente espiritual.

• A esto se añade la tradición fenomenológica de E. Husserl y Edith Stein: el ser humano es-en-el-mundo-de-la-vida, y ese mundo de la vida implica el conjunto de relaciones entre personas, que constituyen al ser humano en ser cultural. Esta intersubjetividad se lleva a cabo captando el yo del otro. Los fenómenos económicos por tanto no son fenómenos materiales sino intersubjetivos y en este sentido espirituales y humanos. La escasez y la economía pueden ser vistos desde esta perspectiva. Los animales sufren la escasez, pero no economizan, no tienen intercambio, precios e inversión, que son fenómenos culturales que provienen de la espiritualidad intersubjetiva del ser humano.

• Es falsa, por tanto, para el cristianismo, esa visión que ubica al pecado en lo corpóreo. Primero, porque el pecado original fue un pecado de soberbia, que es una tentación intelectual. Segundo, porque los apetitos sensibles, orientados rectamente hacia su objeto, son esencialmente buenos.

La escasez

• Si la naturaleza en relación a lo humano es escasa, no se puede decir que esa naturaleza es un mal como tal. La escasez, por eso mismo, tampoco es un mal. Es una condición natural de la humanidad, en ambos estados (pre-pecado original y pos-pecado original) de naturaleza pura y también de naturaleza redimida.

• De aquí viene la posibilidad de la economía: minimizar la escasez por medio de la división del trabajo e instituciones como el libre contrato, precios y propiedad.

• Antes del pecado original, existía escasez, pero estábamos protegidos de ella porque el estado de gracia nos ponía en privilegio sobre las demás criaturas. La redención de Cristo borra la culpa del pecado pero no sus consecuencias en cuanto a la pérdida de los dones preternaturales.

• Por supuesto que los bienes han sido creados por Dios con un destino universal, pero no significa que los bienes están dados como los frutos de los árboles. Tampoco significa que el destino universal de los bienes borre la escasez. La pregunta que debemos hacernos es cómo podemos hacer para garantizar el destino universal de los bienes en esa situación de escasez. La respuesta no forma parte de la revelación y es opinable.

• Si hay algo que no es escaso, eso es la Gracia. No tenemos derecho a ella, es un don sobrenatural. Tras el pecado original sigue siendo Gracia, y por ende infinita y superabundante. Así se manifiesta en el nuevo testamento con la multiplicación de panes y peces, la conversión del agua en vino, etc.

• La economía del don en el cristianismo: el cristiano tiene que vivir como propio el tema del trabajo y el esfuerzo de hacer fructificar los dones precisamente después del pecado original, y vivir cristianamente una ética de la escasez.

• Los vicios agravan la situación de escasez, pero no la causan. Es similar al matrimonio: la praxis de los cristianos durante muchos años era distinguir entre los llamados a Dios (los que tenían vocación), mientras que los no llamados descargaban su animalidad en el matrimonio. En el siglo XX esa praxis y doctrina pastoral cambian sanamente: el matrimonio es también una vocación. A pesar de sus vicios y dificultades, a nadie se le ocurre con mirar con sospecha a la familia, la Iglesia doméstica.

• La pregunta que cabe hacernos es si los cristianos actuales no estamos ante la economía igual que los cristianos de siglos anteriores respecto del matrimonio.

• Para salir de la escasez necesitamos incentivos normales para gente normal, que estimule a los no santos a ahorrar, intercambiar e invertir. Porque hay escasez, hay división del trabajo, mercados e intercambio. Nada de esto es el resultado de la codicia, la avaricia o el egoísmo, sino de la escasez.

La racionalidad

• ¿Es compatible la visión racional del agente económico, su maximización de la utilidad, con la visión cristiana?

• En San Agustín el ser humano ve a través de la iluminación de Dios. El intelecto humano crea, conoce y participa de esa virtud que ilumina. Santo Tomás le agrega a esto la teoría aristotélica de la abstracción. La iluminación de Dios no es directa, sino indirecta.

• Para estos escolásticos la racionalidad no son números, es un "ver".

• Después del pecado original, la inteligencia humana herida pero no destruida, sigue siendo una participación en la iluminación de Dios, pero falible, por lo que necesita recurrir a mayores dosis de creatividad.

• Esa idea de inteligencia como "ver" se perdió culturalmente a partir de Kant, quien relegó a la metafísica al plano de la creencia y dio paso al saber, a lo racional, a lo matemático y a lo físico. Racionalidad es ahora vista como cálculo, y aparentemente sin conexión con la fe.

• Para Hayek, el problema económico consiste precisamente en que el conocimiento humano no es perfecto. Keynes, a su modo, coincidía con esto. La teoría de Hayek para resolver la cuestión, que se aleja definitivamente de los modelos de competencia perfecta, es que la capacidad de aprendizaje del ser humano es lo que compensa su ignorancia. Ese aprendizaje no tiene que ver con hacer números necesariamente, es más bien un descubrimiento, una mejor comprensión de la realidad. Su punto de partida parece más compatible con la antropología cristiana, donde la inteligencia humana es limitada en sí y más limitada aún por el pecado.

• Se critica con frecuencia a los defensores del mercado porque no consideran el carácter imperfecto y falible del ser humano (el hombre es absolutamente racional en los modelos capitalistas). Sin duda estas críticas tienen validez cuando van referidas a la corriente neoclásica de la economía, pero no es válida dirigirla contra la escuela austriaca, la cual adopta una concepción realista del hombre.

• A diferencia de Keynes, Hayek no propone una autoridad central para superar los límites de la inteligencia humana. Como advierte la encíclica Centessimus Annus, "Cuando los hombres se creen en posesión del secreto de una organización social perfecta que hace imposible el mal, piensan también que pueden usar todos los medios, incluso la violencia o la mentira, para realizarla".

• La Escuela Escocesa (Adam Ferguson, Adam Smith, David Hume) aporta una visión social del ser humano. El hombre no es ni un santo ni un demonio, sino que tiende a establecer relaciones de vecindad por un interés general: evitar el conflicto. Ya lo afirmaba Santo Tomás al hablar de "hombres, la mayor parte de los cuales no son perfectos en la virtud". Así, el ser humano tiende a cooperar con los otros, es decir, tiene un incentivo de obtener algo a cambio de algo. Ese es precisamente el camino del comercio y la división del trabajo.

• Esta búsqueda del beneficio puede ser acompañada por grandes virtudes personales, o no.

El orden espontáneo

• El aristotelismo cristiano mira con interés todo desarrollo de las ciencias naturales porque ve en dichos desarrollos el progresivo y falible descubrimiento de la mente de Dios. Pero la Iglesia no lo tiene tan claro en cuanto a las ciencias sociales.

• La escuela escocesa contribuye decisivamente: entre el orden de lo físico y el orden que el ser humano se impone a sí mismo, hay un tercer orden, un orden espontáneo, fruto de la acción humana pero no del designio o planificación humano. Así, por ejemplo, surge el lenguaje. Y también el mercado.
 
• Hayek hablaba del aprendizaje como mecanismo para compensar la ignorancia. Es el aprendizaje de las señales que el mercado ofrece sobre la escasez: los precios, que son síntesis del conocimiento disperso. Los que mejor entienden los precios toman mejores decisiones, y por tanto permanecen en el mercado. Salen del mercado quienes leen mal los precios. Y al salir, el conocimiento disperso tiende a ser menos disperso. Este funcionamiento no es dirigido por alguien en particular, es un orden espontáneo. Se requiere para ello, según Hayek, la libre entrada en el mercado y la ausencia de prebendas del gobierno.

• Esta visión se conecta con la antropología cristiana porque ese orden espontáneo se produce por la naturaleza humana creada por Dios. Si el pecado original hubiera implicado una corrupción total del hombre, todas las llamadas a la paz serían utópicas. El único sistema político posible sería un integrismo autoritario, donde un profeta, en nombre de Dios, gobernaría con mano de hierro (la Ginebra de Calvino, por ejemplo).

• Una advertencia aquí al clericalismo: con esto no se justifica cristianamente la economía de mercado, tan sólo se trata de exponer que las nociones de antropología católica no son contradictorias con el mercado como orden espontáneo.

• Sobre la pregunta de hasta dónde debe o no intervenir el gobierno en el mercado debe manejarse el principio de subsidiariedad (los gobiernos no deben hacer aquellas actividades que la iniciativa privada sí pueda hacer).

• Hemos visto que el mercado como orden espontáneo nada tiene que ver con los modelos de competencia perfecta. Si las autoridades intervienen en los precios, distorsionan ipso facto la única señal que tienen las personas para leer e interpretar la escasez relativa de las mercancías.

• Hay tres áreas de mayor discusión:

o Las externalidades – operaciones comerciales con costes a terceros que no participaron en ella.
o Los bienes públicos – uso abierto a todos.
o La redistribución de ingresos.

La Escuela de Frankfurt

• Adorno, Horkheimer y Habermas, miembros de dicha escuela, contribuyen a la discusión sobre la relación yo-tú. La relación con nuestros semejantes implica el respeto a su condición de persona, esto es, tratarlo como otro en tanto otro y no en tanto mero instrumento. Es relación yo-tú, no yo-eso.

• Es coherente que un autor como K. Wojtyla haya considerado cristiano en sí mismo el segundo imperativo categórico de Kant: nunca tratarás a una persona como medio sino como fin.

• Ante las críticas al mercado como un ejemplo de manipulación y alienación, hay que decir:

o La posibilidad de manipulación es innegable, de lo contrario no habría libre albedrío.
o Los actos de compra y venta en un mercado no son estrategias maliciosamente ocultas. El mercado implica personas comunicándose, hablando.
o Un acto puede ser justo aunque la intención última del ser humano sea otra. Ello es así porque el objeto de la justicia es lo justo: si yo devuelvo a otro una suma debida, mi acto es justo aunque mi intención sea sólo quedar bien.
o Es importante, al realizar un acto de compra y venta, mirar al otro no sólo como aquel que está comprando o vendiendo, sino además como lo que es en sí mismo, persona.

La ética de los precios

• ¿Hay engaño en el mercado si se vende a un precio mayor de lo que la cosa vale?

• El valor de los bienes no es una propiedad de la cosa en sí misma, sino subjetiva (¿cuánto vale un vaso de agua en el caribe y cuánto vale en el desierto?). Los precios son síntesis del conocimiento disperso, permite leer cuán escaso es un bien. El valor está en los precios. Si tiene algún otro tipo de valor, no es el valor que conforma los precios.

• Los precios no se producen por maldad, sino por el propio mecanismo espontáneo del mercado: por ejemplo, supongamos que un convento de benedictinos vende miel. Si la demanda por esa miel sube porque los consumidores creen que está ligada a propiedades curativas, los benedictinos pueden decidir:

o bajar el precio más aún, o incluso regalarlo. Será muy meritorio, pero luego tendrán que producir más cantidad, lo que requerirá más inversión por su parte.
o También pueden subir el precio, obteniendo un margen adicional que les permita obtener recursos para re-invertir en la producción de miel y generar más miel. A su vez, ese precio más alto atraerá a otros oferentes que lentamente harán que el precio de la miel tienda a la baja.

La vocación empresarial

• ¿Es el empresario malo por naturaleza? La economía de mercado requiere la función del empresario. La imagen habitual que se tiene de él no coincide con el ideal de vida cristiana.
 
• Ludwig von Mises escribió que el empresario siempre ve hacia delante. Se maneja en las inciertas condiciones del futuro. Su éxito o fracaso depende de cuán correctamente anticipe los sucesos inciertos venideros. Isreal Kizner desarrolló la teoría del empresario como una "alertness" empresarial.

• Si un empresario obtiene su ganancia en el mercado sin dolo, fraude, violencia o monopolio jurídico indebido, su ganancia es justa, más allá del fin último. Eso es así desde el punto de vista legal. Si entramos en la moralidad de la acción, habrá que ir al fin último.

• Antes, la praxis llamaba a la vocación a Dios, dejando a los demás como los "no llamados". Esto no formó nunca parte de la Fe Católica pero sí de la praxis cotidiana de la Iglesia. Desde el Concilio Vaticano II se hace una llamada a la santidad de los laicos. El laico es llamado a estar en el mundo.

• También se aplica al empresario, cuya vocación es el emprendimiento. El empresario tiene una idea, y para llevarla a cabo necesita rentabilidad, que es un medio, no un fin. El fin es el proyecto. Desde un punto de vista antropológico, es lo que le da pasión. Como decía Spinoza, todos tenemos nuestro cristal que pulir.

• El cristianismo le agrega al concepto de proyecto un valor especial. Las personas descubren no sólo su vocación humana universal, Dios, sino también su vocación particular. La vida cristiana es una vida destinada a descubrir su sentido.

• Este mensaje de la Iglesia todavía no ha calado del todo en su comunidad: el católico promedio siente que su vida "es lo que no tuvo más remedio que hacer para ganarse la vida". Muy lejos queda el trabajo como medio de santificación.

• Parte del motivo es el origen cultural. Ya desde Platón los comerciantes eran la parte más baja de la sociedad (frente a los guerreros y filósofos). Ese desprecio ontológico y ético hacia lo comercial ha subsistido hasta nuestros días.

• Ser bueno en la especificidad del propio trabajo forma parte de la vocación cristiana de la vida. A ello, el catolicismo le agrega una serie de virtudes: austeridad, frugalidad, respeto a la palabra, honorabilidad.

• Weber asociaba la laboriosidad al espíritu protestante, pero es más un motivo cultural que religioso. Lo coherente a partir del Catolicismo como fe religiosa es creer firmemente que fuimos llamado al mundo "para trabajar", incluso antes del pecado original, cuando el trabajo no estaba relacionado con la escasez y menos aún con el "sudor".

• La vocación no es una elección, sino un descubrimiento progresivo de nuestra esencial individual.

La dualidad emprendimiento / desprendimiento

• ¿Cómo se compagina con aferrarse a las riquezas?

• La carta a los Jóvenes de 1985 de Juan Pablo II recoge la parábola del joven rico, invitado a despojarse de todas sus riquezas para seguir a Jesús. La lectura de la Iglesia sobre este pasaje, para evitar su interpretación literal, es que "hay que estar espiritualmente desprendido de las riquezas aunque uno las posea materialmente". Juan Pablo II va más al fondo: se refiere en la Carta a la vocación del hombre como su proyecto. No le propone al hombre que los mate y se dedique a Dios, sino que los entregue a Dios. Al entregarlos a Dios, se des-prende de ellos. El Evangelio es un texto rico en estas paradojas.

• Cuanto más ponga el ser humano la mirada sobre sí mismo olvidándose de Dios y del prójimo, menor perfección de sí mismo logrará. Esto se cumple en todos los ámbitos de la vida: quien quiera ganar su vida la perderá, quien quiera perderla la ganará.

• Los místicos se refieren continuamente a estas paradojas del desprendimiento (San Juan de la Cruz, Santa Teresa de Jesús). La vida cristiana es un encuentro de tú a tú, personal, con Dios, donde Dios es persona y el ser humano es persona.

• NOTA DEL AUTOR - Llevar el racionalismo al extremo atenta contra la misma razón porque le quita algo fundamental: la creatividad. En el ámbito religioso, por ejemplo, puede llegar a matar la esencia misma de la Fe. La vida contemplativa lleva a la acción. La razón instrumental ha invertido el orden: ve los efectos y no la causa. La causa del hacer está en el contemplar. Acción sin contemplación es moverse sin rumbo, sin pasión.

• Finalmente, la santificación del mundo implica mirar al otro en tanto otro, como persona. Constituye parte central de la vida cristiana y debe aplicarse a todas las profesiones, también al empresario. Cabe destacar la encíclica Laborem excercens.

• Dentro de la economía de mercado tiene cabida la más elevada caridad. El capitalismo no logra la conversión del no creyente, pero sí logra que la codicia desordenada sea puesta al servicio del bienestar general: para obtener algo de otro la economía de mercado nos exige ofrecer algo a cambio.

• En resumen, nada hay en la teoría económica austriaca que se oponga a la antropología cristiana.

Libros recomendados

•  "El Ocio y la vida intelectual", J. Pieper
• Ser Finito y Ser eterno", Edith Stein

TRANSPARENCY VOW

El autor de esta reseña no conoce al autor pero le vio en la conferencia inicialmente resumida. Tampoco tiene relación con la editorial ni con las instituciones ligadas al autor.

 

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