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La nueva pandemia se llama paro (Artículo)

Aunque la economía sumergida y la familia alivien la situación personal de más de cinco millones de personas, el suceso más importante de las dos primeras décadas del Siglo XXI va a ser el paro. Es la nueva pandemia que afectará a varias generaciones y las elimina de la historia para convertirlos en sujetos pasivos. Amén de las consecuencias individuales y familiares, en España registraremos una brecha social histórica entre quienes forman y formarán parte de esa pandemia y el resto de los ciuda...

Aunque la economía sumergida y la familia alivien la situación personal de más de cinco millones de personas, el suceso más importante de las dos primeras décadas del Siglo XXI va a ser el paro. Es la nueva pandemia que afectará a varias generaciones y las elimina de la historia para convertirlos en sujetos pasivos. Amén de las consecuencias individuales y familiares, en España registraremos una brecha social histórica entre quienes forman y formarán parte de esa pandemia y el resto de los ciudadanos. Estamos enfermos de paro, no de Gripe A.

Esta nueva enfermedad, con las características que reviste en esta ocasión, modifica valores como los del riesgo empresarial, el concepto de la propiedad o la compensación por el esfuerzo. Los millones de parados van a conformar un grupo social al modo de las castas hindúes porque el modelo económico español, ni el actual ni el que prometen, permitirá la reinserción social de este grupo que pasará a vivir como una clase pasiva. Y ahí predominan especialmente los jóvenes menores de 35 años, que en España constituyen más del cuarenta por ciento de los parados.

A ello se refieren Massimo Gaggi y Eduardo Narduzzi en su libro "El fin de las clases medias…" (Lengua de Trapo), cuando anuncian los nuevos perfiles sociales alrededor de una aristocracia siempre ganadora, los tecnócratas poseedores de todo el conocimiento, los mileuristas (que sustituyen a la clase de media) y los excluidos, que según Cáritas, pueden llegar al doce por ciento de la población. En España vamos a tener que contar con millones de personas en el paro que permanecerán excluidos de la sociedad con muy difícil reintegración por varias razones. Grupos sociales y generaciones perdidas, que no se recuperan con el famoso objetivo del 2 por ciento de crecimiento del PIB para crear empleo. Y mucho menos si se confirma la tesis de Krugman de una salida de la crisis en falso.

LA SOCIEDAD DE LA TERCERA OLA

Alvin Toffler anunció ya algunas de estas razones en 1990 en su libro "El cambio del poder" (Plaza y Janes). Para Toffler las sociedades de la Segunda Ola, la de las chimeneas, tenían fácil generar puestos de trabajo. Como los puestos eran intercambiables y requerían poca capacitación, cualquier trabajador desempleado podía ocupar cualquier puesto y en unos meses desaparecía el problema del paro. Cualquier tipo de inversión comportaba creación de trabajo.

Pero aunque escrito en 1990, Toffler ya explica que para el Siglo XXI el trabajo pasa de cuantitativo a cualitativo, algo que en España nunca hemos valorado porque las circunstancias nos han permitido crecimientos temporales exponenciales en la contratación de mano de obra sin cualificar, por supuesto siempre alrededor de la agricultura o la construcción y sus industrias afines.

Aunque hubiera diez ofertas de empleo por cada trabajador parado, aunque hubiera diez millones de puestos vacantes y solo un millón de parados, este millón no podría desempeñar los cometidos de esa oferta, a no ser que tuviera la capacitación necesaria, dice Toffler. El dinero en inversiones, en subsidios o en obra pública no soluciona el problema, sólo lo oculta durante un tiempo. Luego reaparece el ejército de parados de una economía que en realidad ya depende más de la asignación de conocimientos que de la financiación pública o del reparto de la riqueza.

De los más de cinco millones de parados que tiene España (sumando autónomos e inmigrantes sin documentación), casi el sesenta por ciento apenas han acabado Formación Profesional y mucho menos una carrera. Todos fueron canibalizados por unos salarios que aseguraban pan y circo todos los fines de semana. ¿Quién iba a dedicar su tiempo a prepararse si el futuro estaba en el Ibiza, el apartamento y el viaje para el siguiente fin de semana? Por eso, en 2006, el porcentaje de abandono escolar prematuro fue en la Unión Europea del 15,3 por ciento y en España del 29,9 %, según datos de la propia UE. Ya empezábamos entonces a fabricar los parados de ahora.

Pero en su prospectiva sobre el futuro, Toffler aún va más lejos cuando apunta que esta demanda de conocimientos en los trabajadores va a dividir personas, grupos sociales y hasta países en rápidos y lentos. Los primeros vieron hace años estas cuestiones y aceleraron la marcha para dotarse de los mejores especialistas. Los lentos disfrutamos de los sueldos y primas del trabajo "fordiano" sin prever el futuro. Porque para asistir a esa nueva economía no solo basta con plantearlo y publicar unas leyes en el BOE. Hay que cambiar un amplio abanico de claves culturales y asumir que los trabajadores no son una masa o un convenio colectivo. ¿Cómo puede defenderse un convenio colectivo de sector cuando la competencia es una empresa de Filipinas?

En toda la literatura política actual solo se habla de despido y poco de productividad. Y en caso alguno se contempla el trabajo en casa, el horario flexible, el trabajo compartido o la singularidad en la contratación, que son los elementos básicos para adaptarse a la nueva oferta de empleo. Si seguimos con los conceptos del sindicalismo o el trabajo del siglo XX arrastraremos esa casta de parados a lo largo del siglo XXI. Como cierra Toffler, cuando más inestable sea un sistema más prima la casualidad. O más próximos a ser víctimas de lo improbable, que dice Nassim Nicholas Taleb en su libro "El Cisne Negro" (Paidós).

VUELTA A LA CONSTRUCCION

Es obvio que, en este momento, la atmósfera creada en España a partir de la desconfianza y la incertidumbre hacia el futuro puede más que cualquier incentivo de empleo. Hasta nuestros aliados europeos desconfían de nuestra capacidad para adaptarse al nuevo paradigma. Porque estos porcentajes de paro ya los registramos en décadas anteriores y no sufrimos la psicosis que nos invade. La crisis actual es sistémica y el paro una de sus expresiones en forma de pandemia.

En su libro coral "Economía española y del País Valenciano" (Vicente Soler, Universidad de Valencia), señala que en 1982 y en 1994 España alcanzó un índice de paro superior al 20 por ciento de la población activa, doblando los porcentajes de la Unión Europea. El índice oficial actual es el 19,7 por ciento al cierre de 2009, sin embargo todo el mundo asume que estamos ante una mayor tragedia social y personal. Es desconfianza, dudas y pocas expectativas de futuro, como índica el Panel de Expertos de Know Square. Y mucha incertidumbre, como indican los estudios del CIS.

En los años más trágicos después del Plan de Estabilización (1959) el combate contra los exagerados datos del paro, siempre el doble que las medias europeas, se solucionó en base a devaluaciones y un desordenado crecimiento de la población ocupada a base de actividades económicas intensivas con puestos de trabajo de baja cualificación. El aumento de la población ocupada fue destinado a economía de intensa manufactura, obra pública, viviendas para acoger a las migraciones masivas, segundas residencias con apalancamiento nativo e industrias derivadas de la construcción. El enriquecimiento psicológicamente necesario y rápido no dejaba tiempo para más.

Fue fundamentalmente la construcción y derivados la salvación en los años 82 y 94. Y en ambos casos volvieron a concluir en nuevas crisis cuando el stock saturó el mercado y las condiciones objetivas se tornaron lanzas. Estas crisis arrasaron un mercado laboral de alta intensidad y baja cualificación. Ahora, con 18.870.000 de población ocupada, tenemos más de cinco millones de personas en el paro (19,7 %) y vamos a más porque los sectores sin especialización siguen cayendo en barrena y esta población, especialmente los más jóvenes, no están en condiciones de hacer frente a las nuevas demandas del mercado.

Podremos hacer productos más baratos para cuando resurja el mercado europeo, pero no podremos competir en precios ni calidad con los países emergentes; no tenemos gente preparada. Con el esquema económico actual no hay posibilidad de generar empleo de forma masiva, solo a partir de la construcción, solución y problema de nuestros males. Como ya comenté en mi trabajo anterior (Nuevo modelo económico para los años 80) hay una tentación (Frankenstein) por volver a la creación masiva de empleo a base del ladrillo. Y la tentación es mucha.

EL TIEMPO COMO VALOR DE CAMBIO

El tiempo aparece como el nuevo valor de cambio para sustituir al oro, al dólar o a cualquier otra moneda. Aprovechar el tiempo, la gestión productiva para la eficiencia, la remodelación de los hábitos y costumbres formativas y los plazos para generar un nuevo modelo económico, que lo determine el mercado, y no un Gobierno, son ahora la clave. Pero eso implica plazos distintos que los políticos (unas elecciones cada cuatro años) y razonamientos públicos más allá de las simplicidades al uso (dice Mariano Rajoy que si gobierna creará empleo alcanzando el 2 por ciento de crecimiento).

Pero alguna vez los ciclos del paro, su relación con la construcción y la escasa capacidad de la población ocupada deberán ponerse encima de la mesa. Sin una cualificación de la población ocupada (y la parada) no hay manera de salir de esta espiral. Y eso no se consigue ni en cinco ni en diez años, atendiendo que ya hay una generación perdida porque ni en 1982 ni en el 94 se atendió la premisa básica de la formación. El tiempo como valor corre en contra nuestra hasta para encontrar la oportunidad en la salida de la crisis.

Dice Alex Rovira que la ecuación de la Buena Suerte es el resultado de multiplicar el factor Oportunidad por el de Preparación. La salida de la crisis viene de esa ecuación, pero no acabo de ver una decisión política o empresarial por la apuesta. Ni siquiera veo entre gran parte de la población ocupada o en paro mayor preocupación que volver a tener un empleo que tenga un buen convenio y permita satisfacer el consumo. La tentación de volver a repetir los ciclos es mucha.

Adjunto
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