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El efecto escaparate (El libro abierto de la Actitud)

Una aclaración para empezar: denomino “efecto escaparate” al impulso, o reacción, que sufre cualquier persona ante el mensaje que incita a la compra de cualquier vitrina o ventana preparada para ese fin por cualquier vendedor, sea del sector que sea. Para sufrirlo, o disfrutarlo, sólo se necesita una cosa: que pases por delante. Todo pasaría desapercibido si no fuera porque en los últimos años ha sido motivo de comentarios y conversaciones originados en familia acerca del gusto por el trabajo de unos y la dejación de otros. Y todo pasaría más desapercibido si a la vuelta de unas vacaciones no te encontraras en la pantalla del ordenador una propuesta como la que hace KS.

Viendo escaparates en los largos paseos que por distintas tierras de Europa he dado en los últimos años, meses y semanas, creo ser testigo de la creciente dejación por el trabajo que asola la sociedad (española) en que vivimos y sobre la que reflexionamos a cuenta de la profunda crisis económica que sufrimos y a la que no se ve solución.

Esta paralización mental no es casual; es el resultado de largos años de destrucción de una serie de principios que, no por ser tradicionales, son inadecuados e inservibles para que una sociedad funcione adecuadamente en el sistema social en el que estamos inmersos. Por resumir, todo apunta que es en la educación y en esa destrucción de valores donde reside el problema, que tiene el origen en la profunda distancia, que se ha venido agrandando con el tiempo, entre lo político y lo social, un problema que, por cierto, no es nuevo para España.

En el último informe del Global Entrepeneurship Monitor para España, presentado en la sede IE Business School, ya se ponía de manifiesto como el ánimo emprendedor registraba una gran caída y reflejaba como una de las cuestiones vitales el escaso aprecio por el empresario en nuestro país. Si tenemos en cuenta que sólo 90.000 empresas, de un total de tres millones, tienen más de cinco trabajadores, según los datos del Instituto Nacional de Estadística queda claro que es el esfuerzo personal lo que hace de motor de la economía nacional.

Y una forma de medirlo es lo que he denominado "efecto escaparate". No por azar, sino porque es muy reciente, en el círculo familiar hemos puesto el ejemplo de dos poblaciones de tamaño semejante en población, para poner de manifiesto las notables diferencias de concepciones sociales acerca de la actitud de la sociedad ante el trabajo y  el esfuerzo.

Valga por ello como anécdota la comparación de dos ciudades de 17.000 habitantes, una en Aragón y otra en Austria. De momento, si tecleas la página web de la ciudad española la población viene referida al año 2000, todo un ejemplo de lo que he apuntado hasta ahora. Si en ese escaparate que es Internet la referencia sobre la población se remonta a diez años, no es extraño adivinar lo que se avecina.

No voy a citar la población española para no levantar ampollas, pero hay que decir que trata de una ciudad con un importante patrimonio histórico arquitectónico, mientras que en la localidad austriaca, que es Kufstein, manda la naturaleza. Situada al sur de Baviera, en el camino entre Innsbruck y Salzburgo, y cerca de ese nudo que conecta por carretera  Centroeuropa con Italia, el Adriático y la parte central y sur del este de Europa, es fácilmente reconocible por una fortaleza de origen medieval que domina el río Inn.

Y lo que se avecina es que mientras en un paseo por la localidad austriaca pasamos a no menos de doce establecimientos, en la localidad española pasamos a tres por necesidad y a tres porque nos llamaron la atención. Por ser minucioso las voy a describir empezando por la ciudad española. Por "efecto escaparate" pasé a una pastelería, que hacía lucir unas inmensas y sugerentes milhojas, y a una pequeña tienda que aparentemente ofrecía cierta artesanía local.

No era así, en esta tienda había un señor que nos confesó que la utilizaba de taller porque ya se había jubilado pero ya no vendía nada. "Es una forma de entretenerme", dijo el hombre, toda una representación de ese trabajo minucioso antes tan clásico y ahora tan abandonado. Después de visitar ese auténtico "museo" del trabajo personal, entré a la pastelería pero me conformé con experimentar el efecto visual de las milhojas y comprar algunas otras ofertas de obrador auténtico. En la tercera, una joyería, con una vitrina a la calle bastante original, mi mujer encontró lo que buscaba.

El resto cabe definirlo como bastante penoso y así lo comentamos, incluidas las típicas tiendas de todo a 1 euro que, como pudimos comprobar, era una de las más visitadas. No vimos ninguna tienda de ese tipo en Kufstein pero sí varias de ropa con ofertas interesantes a las que pasamos; algún restaurante típico al que también entramos para verlo; nos paramos en varias heladerías y pastelerías con escaparates sugerentes; en un tienda de antigüedades; en un taller artesano de veletas de cobre muy llamativas, en total en más de una docena de establecimientos porque el escaparate invitaba a pasar.

La diferencia "sólo" estaba en el trabajo desarrollado para vender. En los dos sitios estábamos de vacaciones y de paseo. Respondíamos al "efecto escaparate", al impulso que nos creaba esa forma de comunicar que es una ventana a la calle bien trabajada o a veces con la simple sencillez del producto en aquella vitrina.

Algunos amigos aportan como justificación que es el efecto contrapuesto de una sociedad de oferta y competitiva con una sociedad de demanda, como es la española, acostumbrada a unos años de crecimiento económico fuera de lo común en la que casi no hace falta, o no ha hecho falta, trabajar para vender. Es el efecto de la economía del ladrillo y de ese turismo de bajo consumo pero millonario en número. Es decir, el efecto de la economía fácil donde el precio no importa, la competencia se ignora, la responsabilidad desaparece, el trabajo se desprecia y la investigación y el análisis brillan por su ausencia.

Es el efecto de las subvenciones, de la justificación de los enrevesados caminos para montar una empresa, de la crítica fácil, de desprestigiar el trabajo, del rápido beneficio, de los aprobados sin merecer, del consumo por el consumo, etc.

Pues como propone KS, ¡ya está bien!

 

Adjunto
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