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¿El fin del libro como lo conocemos? - Instrucciones para leer un libro - Artículo ganador

A raíz de una noticia surgió todo… el gran gigante Amazon iba a empezar a pagar a los autores de los libros electrónicos en función de las páginas leídas por sus usuarios. Con el Artículo, difundido entre el Jurado de los Premios de Know Square, comenzaría un arduo debate. Mientras que para ciertos miembros esto suponía el principio del fin del libro, para otros significaba el inicio de una nueva era que implicaría nuevos cambios en la manera de conocer y de leer. ¿Qué pesaba más, el acto de la lectura o el conocimiento aprendido en lo leído? ¿Era el fin o el principio?

Tales preguntas debían plasmarse de alguna manera en algún sitio y así surgiría la propuesta: reflexionar en menos de 500 palabras sobre si este hecho implicaba el fin del libro como lo conocemos o no. Los artículos se irían publicando en la web de Know Square y de entre todos aquellos miembros que participasen, se elegiría un ganador por votación. Muchos serían los que se aventurarían a escribir sobre este tema, magníficos textos que se han ido publicando a lo largo de estos meses y que os animamos a leer, sin embargo, Rafael Martínez Alonso ha terminado siendo el vencedor de esta osada gesta. Para el deleite y disfrute de todos os presentamos su  trabajo a continuación y os invitamos también a reflexionar, porque ¿es este  el fin del libro como lo conocemos?

 

Instrucciones para leer un libro

 

Son libros esos paquetes de colores que se aprietan en hileras sobre estanterías. La parte que así dispuestos muestran se llama “lomo”, palabra que recuerda la necesidad de girarlos para enfrentarse a ellos. Hacerlo no deja de ser digital. Coloque su índice en su parte superior de alguno de ellos (note que aquí el azar puede cambiar su vida). Volteando el libro, sosténgalo antes de que caiga. No se alarme si se desploma en sus primeros intentos. Hay estrépito pero no se cuarteará como su tablet.

Ahora ve las “tapas” del libro, palabra que recuerda que los libros se han de abrir. No todos lo merecen. La información asociada al objeto habrá aumentado, pues las tapas contienen imágenes y textos como reclamo. Como sus creadores, los libros no siempre cumplen sus promesas. Debe tomar la decisión de leerlo o no, y también la de exhibirlo o no. Sus libros dicen de usted. Su tablet no.

Elegir un libro es de valientes. No hay tarifa plana ni pago por línea leída. Si ya es suyo, un arrepentimiento implicaría cargar con un objeto varias veces mayor que su smartphone pero con menos de un megabit de contenido. Tómese tiempo, piense que adoptará la mente de otra persona durante horas. Cortázar, en quien se inspiran estas instrucciones, es buena opción. No habrá dejado de observar que, incluso sin abrirlo, el libro ya le está forzando a la introspección.

Repita la operación descrita hasta alcanzar un ejemplar satisfactorio. Con tiempo, introducirá en la rutina un hojeado rápido para mejorar su criterio con heurísticos muy personales.

Abra el libro. Para ello abrácelo con sus manos y use los pulgares, separando en algún punto las “hojas”, palabra que recuerda que requieren luz para estar vivas. Comprobará que no pide contraseña. Puede percibir sensaciones no visuales muy adictivas: tacto, olfato... Deténgase en ellas. No están en sus dispositivos habituales.

Ensaye ya el avance y retroceso rápidos. La interfaz es táctil pero sin sensores capacitivos. Su tecnología permite que levantando ligeramente un pulgar se module la velocidad con que giran las hojas, impulsadas por la elasticidad del papel y controladas por fricción. Localice la primera página. Ahora puede sujetar el libro con una sola mano.

Llegado este punto practique el pasado de página, que implica usar pulgar e índice de la mano libre. No tema, el libro no registra donde se detiene. Nadie traficará con sus datos o actualizará su perfil en la NSA. Un libro es discreto.

El libro sólo sabe ser libro y no hay trucos interactivos. La lectura no estará sujeta a interrupciones como publicidad, correos o mensajes, ni a tentaciones de búsqueda o charla, pues se fabrica desconectado. Eso lleva a estados de concentración casi místicos para estos tiempos. Otra liberación es que no requiere alimentación eléctrica.  De hecho, quizá, con el tiempo, identifique a su hogar no como el lugar donde están sus cargadores, sino en el que están sus libros.

 

 

Adjunto
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Comments (1)

  • José Enebral Fernández

    José Enebral Fernández

    07 Octubre 2015 at 13:37 | #

    Enhorabuena, Rafael. Me gusta leer con visión holística, y hasta uso la impresora cuando el origen es digital y la lectura, prolongada (sintópica a veces, en mi caso). Viva el libro. Otra cosa son los contenidos, pero uno ya suele tener una idea cuando lo adquiere. Pues eso: te sigo con interés, don Rafael.

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