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El impacto de Internet (Artículo)

La importancia del tema que me ocupa me asustó un poco, pues debo reconocer que no soy un experto en Internet. Pero luego lo pensé mejor —llevo varios días pensando en este asunto—, y llegué a la conclusión de que yo, como muchos otros que reflexionaran sobre Internet y nuestras vidas, podía decir mucho. Porque todos vivimos en Internet.

Para mí ya no hay eso que se llama realidad virtual. Para mí vivimos una única realidad de la que Internet forma parte. Internet ha añadido una nueva dimensión —una dimensión que implica y multiplica otras— a nuestras vidas. Nuestros pasos ya no son los habituales, o no sólo los habituales, sino que se desdoblan en los que damos en esa otra, que no es otra, realidad que llamamos Internet.

Recuerdo que una vez le oí decir a Raúl del Pozo que para él Internet era el mayor invento, o descubrimiento, de la Historia de la Humanidad, por encima del fuego o de la rueda. Es difícil saberlo. Es difícil conocer la repercusión de cada nuevo avance, medirlo, cuantificarlo. Desde luego la de Internet es enorme y total, y rapidísima. Tengo 37 años; es posible que haya vivido todo el desarrollo de Internet, de la nada a lo que es hoy: un universo, otro universo en éste, es decir, como ya he dicho, un solo Universo.

Ya lo hacemos todo, o casi todo, en Internet, y probablemente lo que no hacemos lo acabaremos haciéndolo. Pienso que lo más proclive a entrar en Internet ha sido, por el momento, lo más perjudicado: el cine, los libros, los periódicos, etc. En parte, porque Internet crea nuevas posibilidades; lo que ocurre es que nosotros todavía no sabemos verlas bien, o utilizarlas. Hay que cogerle “el truco” a Internet.

Es una herramienta de promoción increíble. Un prodigio en el ámbito del conocimiento. Nos hemos acostumbrado muy rápido a lo bueno, mientras que nos lamentamos mucho, y muy rápido también, de lo malo. Sin duda tiene una parte negativa, y en nuestras cabezas laten algunos de los elementos negativos. Serían los mismos que existían antes, pero potenciados, porque lo que yo creo que hace Internet es multiplicar, más todavía, potenciar, y hacerlo a una potencia de tendencia quizá infinita, como buen Universo en expansión que es. No conocemos sus límites –que yo sepa–, y supongo que nunca los conoceremos, pero lo cierto es que crece a un ritmo sin duda espectacular y apasionante.

En realidad, si fuéramos conscientes de ello —que lo somos muy poco, en mi opinión—, veríamos que formamos parte de una época privilegiada, y que lo que significa Internet, y nosotros con él, es algo inédito en la Historia de la Humanidad. No me pesan las mayúsculas ni el hipotético ditirambo. No creo que los que vivieron el descubrimiento del fuego o de la rueda, lo hicieran del mismo modo que nosotros con Internet, que se ha incorporado a nuestra vida con la naturalidad que sólo tienen los fenómenos de la Naturaleza.

No es que yo sea un fan de Internet. Por el momento, como escritor y periodista, creo que me ha perjudicado bastante. Pero si tuviera que poner en la balanza lo que me beneficia y me perjudica de la existencia de Internet, es posible que me llevara una sorpresa. Todos. El impacto de Internet sobre el periodismo ha sido muy grande. Y también lo ha sido para mis ingresos. Sin embargo una ventana de paisaje muy interesante se abre donde se cerró aquella puerta: escritores y periodistas nos vemos empujados a escribir en Internet, en las publicaciones de Internet, y nos zambullimos en las redes sociales al encuentro y comunicación de nuevos lectores. Tanto para los amantes de la literatura como para los amantes del periodismo, y en general para los interesados en la Comunicación, el panorama es muy estimulante. Y por supuesto para la gente sociable.

Hace unos años presenté un libro sobre Internet de Francis Pisani y Dominique Piotet, en IE University, de Segovia, donde yo era profesor. Se titulaba “La alquimia de las multitudes” (Paidós, 2009), un libro muy interesante. Pisani era ya una autoridad de Internet, los blogs y el periodismo cibernético. Me acuerdo que en conversaciones privadas con él yo me mostré reticente a los nuevos avances, y muy apegado a mi universo de papel. Me acuerdo que Pisani me dijo que en unos cuantos años yo estaría totalmente integrado en Internet, y que tendría un blog. Ese mismo año empecé un blog, “Los días de Ícaro”, gracias a la propuesta de otro profesor de IE University, Pedro Cifuentes, experto en periodismo digital.

Una imagen un tanto apocalíptica —Sánchez Dragó cree, o me lo ha dicho alguna vez, que Internet es el Apocalipsis— sería decir que Internet es un monstruo que se ha tragado el mundo, pero sería una imagen bastante exacta. O dos monstruos que se han tragado el uno al otro mutuamente. Dentro del Universo, que tal vez funcione con parámetros similares a Internet —como padre suyo que es—, Internet es otro universo, y nuestro mundo pertenece a él. Mejor dicho, sospecho que hay una comunicación, simbiosis, total. Mientras caminamos por la calle, lo estamos haciendo también en Internet, insisto. Hay un yo virtual que navega por Internet cuando creemos que no lo estamos haciendo, un yo en parte independiente que existe en Internet al mismo tiempo que desarrollamos nuestra vida cotidiana, vamos de compras, por ejemplo. Ignoro los detalles, pero Internet reproduce este mundo y lo amplía. Y al revés. En una ocasión el poeta Luis Alberto de Cuenca, en una entrevista, me dijo que Internet era el “Libro de Arena”. “El libro de arena” es un cuento de Borges perteneciente a su última etapa: cuenta la historia de un libro de páginas infinitas, sin principio ni fin. Me gusta la identificación de Luis Alberto de Cuenca, pero Internet va más lejos que el objeto borgeano, aunque le hubiera encantado al maestro argentino. Va mucho más lejos porque nosotros habitamos este Libro, que no es otro que el gran Libro, la vida, el Universo, pues en mi modesta opinión las fronteras entre realidad y virtualidad hace tiempo que se volatilizaron. Ya no hay límites, sino una simbiosis de potencia cada vez más alta.

Adjunto
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