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El liberalismo no es pecado (Resumen y comentario crítico de la conferencia presentación del libro de Carlos Rodríguez Braun y Juan Ramón Rallo)

Vigorosa defensa del liberalismo por parte de una de sus más relevantes figuras, Carlos Rodríguez Braun, y por parte de una prometedora, Juan Ramón Rallo. El debate keynesianismo-liberalismo se está proyectando con fuerza en nuestra realidad económica y este resumen les permite acceder al punto de vista del segundo.

Resumen 

"El capitalismo no tiende a poner precios a cero, lo que expande la demanda ad infinitum"
"El capitalismo no tiende a expandir ilimitadamente el crédito"
"Hasta los keynesianos reconocen que hay que reducir ese nivel de endeudamiento, pero ellos quieren hacerlo con inflación"
"Una crisis generada por malas inversiones y exceso de deuda no se puede solucionar con más malas inversiones y más deuda"
"Los que más hablan de austeridad son los políticos, que son los que menos la practican"

El libro pretende ser una explicación de la economía en cinco lecciones, pero por marketing pasó a denominarse "El liberalismo no es pecado". Sirve de introducción a la economía para legos. Hasta ahora, si alguien que no sabe de economía quiere informarse, le recomendaban "La Economía en una lección", de Henry Hazlitt. Pero el libro de Hazlitt es un libro publicado en 1946 y con un objetivo muy localizado: refutar las trampas y falacias del keynesianismo, dejando de lado otros aspectos de la economía. Nuestro libro sí recorre todo el espectro de la economía.

Todos los temores que teníamos los liberales cuando estalló la crisis se han ido acentuando con el tiempo: la idea de que estamos donde estamos y los males que sufrimos se deben a que hemos tenido una libertad excesiva. Tratamos de refutar esa idea.

El primer capítulo recoge las herramientas de uso, los principios más básicos. No comenzamos por funciones matemáticas ni agregados, sino con la acción humana. La acción de muchos individuos converge en una economía de mercado, en la que todos cooperan con todos, buscando sus propios fines y en el camino satisfaciendo los de los demás. La cuestión es cómo se organiza todo esto, cómo se coordinan. El sistema de coordinación es el sistema de precios. Los precios están inmersos en un contexto competitivo. Lo que caracteriza un mercado en competencia de un monopolio no es que haya una empresa grande o varias, sino que haya libertad de entrada en ese mercado. El monopolio es la restricción para competir. El hecho de que haya una empresa que sea enorme y que sea la mejor no es monopolio, sino el resultado de la competencia.

Los capítulos dos y tres explican el dinero y el sistema monetario y de crédito (pago aplazado). Del crédito es inevitable pasar al capital, al ahorro. Rompemos aquí otro mito según el cual la austeridad es peligrosa, ya que si todos ahorramos nos empobrecemos y la economía se viene abajo. Demostramos que, en realidad, lo que permite un mayor volumen de ahorro no provoca una destrucción de esa economía sino una capitalización de esa economía. Renunciamos a consumir hoy transitoriamente para consumir mucho más mañana y lo hacemos ahorrando e invirtiendo ese dinero para crear más riqueza. La prueba es que en las sociedades más pobres todo el mundo se consume el 100% de su renta y no les basta.

En el capítulo 4 explicamos las distintas economías en función de su estado de desarrollo, y rompemos el mito según el cual las economías más pobres necesitan de ayudas al desarrollo.

En el último capítulo hablamos del Estado, el Leviatán público, rompiendo también muchos tópicos. Uno de esos es la difuminación de las características del Estado: el Estado en realidad es el monopolio del uso de la Fuerza. Por eso la actividad política desde sus inicios debatía sobre la necesidad de limitar esa violencia legítima. Había un economista francés, Fréderic Bastiat, que decía que el Estado es aquel ente que hace cosas que si las hiciesen los individuos irían presos. Por ejemplo, quitarle el dinero a la gente. Si lo haces en la Castellana te detienen, pero si lo hace el ministro de Hacienda le felicitan porque ha aumentado la recaudación. Decía Talleyrand a Napoleón que las bayonetas sirven para muchas cosas pero no para sentarse sobre ellas: los Estados no pueden hacer lo que quieran, tienen algunos límites. Por desgracia, esos límites están marcados por su propia acción. No puedes tener, por ejemplo, un déficit de dos dígitos y pretender que no te pase nada. No puedes aumentar mucho la deuda pública y pretender que la gente te siga prestando. En la última década los impuestos han subido mucho, hasta el punto de que están tan altos que es muy difícil que puedan volverlos a subir sin un coste económico. Por eso los políticos ya no hablan de subidas de impuestos en general, sino que las focalizan en los ricos, los "asquerosos" ricos, y en los pérfidos fumadores.

En particular nos detenemos en el Estado moderno, el estado democrático, que consigue una vastísima legitimación de la coacción. Se presenta ante el pueblo como el individuo: "yo soy tú, y si soy tú no te puedo causar daño y no puedo hacer ningún mal". De esta forma se difumina la limitación del control del Estado. Todos estamos de acuerdo en que el Estado debe ser limitado en el uso de la fuerza física. Pero nos cuesta más verlo en otras manifestaciones. De hecho, el Estado suele engañar mostrando sólo una cara: lo bueno que es. Raras veces te muestra lo malo que es: con gastos, prohibiciones, multas, mala gestión, corrupción, deuda...

Minsky ("la inestabilidad es un fallo inherente del capitalismo") veía sólo una porción de la realidad. En la crisis de 2007 no se puede negar que hubo una euforia desmedida que luego reventó. Pero lo que no tiene en cuenta Minsky es que hubo también una expansión crediticia brutal. ¿Cabe esperar que no haya euforia, alegría, exuberancia irracional cuando el tipo de interés está por los suelos? ¿Cabe pensar que si estas distorsiones se van acumulando a un ratio del 15% anual en el caso de hipotecas y préstamos a promotores no van a estallar en algún momento? No es de extrañar que esto genere una depresión de las expectativas. El problema no es del capitalismo, como sugería Minsky, sino de no fomentar eso. El capitalismo disponía de mecanismos ahora suspendidos como el patrón oro, el mecanismo de la quiebra y suspensión de pagos, etc. Esto, en el caso de la banca, ha entrado en suspenso. Incluso garantizan los depósitos para que metan dinero en la banca de forma despreocupada, dando igual si es Caja Castilla La Mancha o BBVA.

En los años 30 lo que teníamos no era el patrón-oro, sino el patrón divisa-oro, que era bien distinto. El patrón oro muere en 1913 con la Primera Guerra Mundial. Cuando se restablece sólo es patrón oro en Estados Unidos e Inglaterra. Francia y Alemania estaban dentro del área de la libra. No tenían oro, sino libras. Esto permitió que sus bancos centrales expandiesen mucho el crédito, vendiendo libras. El Banco de Inglaterra a su vez expandía el crédito y debería haber perdido oro frente a Estados Unidos. Pero Estados Unidos a su vez también expandió el crédito. Se montó una pirámide de expansión crediticia superpuesta a otra expansión de deuda para financiar la Primera Guerra Mundial que generó los felices años 20. Todo esto reventó y se le echó la culpa al oro. La culpa no la tiene el patrón oro sino todas las distorsiones que se le pusieron al patrón-oro. En Inglaterra, por ejemplo, la característica más típica del patrón oro que era cambiar un billete por monedas no existía. El Banco de Inglaterra no daba monedas, sino lingotes. La gente ya no podía recibir un gramo de lingote. Sólo se podían cambiar grandes cantidades de dinero por lingotes completos, lo que limitaba el cambio.

La diferencia entre periodistas y economistas es que ambos dicen tonterías, pero los primeros no dicen tonterías más gordas que las que se escuchan en la facultad. Sin ir más lejos, el concepto de liberalismo excesivo nació en la Facultad. Fue Stiglitz, un Premio Nobel de Economía, quien lanzó el concepto del "fundamentalismo del mercado". Las mayores tonterías, sin embargo, son las que hemos hecho los economistas fruto de nuestra arrogancia. Los bancos centrales estuvieron pidiendo a la gente que no se endeudara mientras bajaban el precio del dinero. ¿Y qué hizo la gente? Se endeudó. "No conozco ningún caballero medieval que marche a las Cruzadas dejando a su dama con cinturón de castidad y las llaves del cinturón colgadas al cuello".
 
Cuando se han puesto en marcha políticas keynesianistas, los liberales rápidamente han dicho que estaban fracasando. Los Keynesianistas, a su vez, han dicho que no funcionó porque no se dieron las condiciones. Y al revés, cuando se han puesto en marcha políticas liberales, los keynesianistas han criticado su fracaso, y los primeros se han justificado diciendo que no se dieron las condiciones. Todos piden más. ¿Qué debemos hacer? ¿Ahorrar? ¿Gastar más?

"La economía de verdad no está en datos agregados, sino en las acciones concretas". Por eso el problema no es el gasto como cantidad total, porque puede incluir malas inversiones. Esas inversiones no deberían haberse realizado. Y tenían demanda detrás: demanda de cemento, ladrillos, etc. Había un desajuste por el precio del dinero. Esto tenía que parar, y entre que uno se para y vuelve a crecer, pasa tiempo.

Krugman en su penúltimo libro decía que bastaba con un plan de estímulo del 5% del PIB americano, que fue el plan de estímulo que aprobó Obama. No ha funcionado. Luego ha dicho que "debería haber sido el doble". O no. Y en cuanto a la austeridad, se habla mucho pero se hace poco. Es un mito porque no somos conscientes de que el año 2011 ha sido el año de mayor gasto público de la historia en todo el mundo. El Reino Unido habla de austeridad pero es el año en que más ha gastado de su historia. España este año va a gastar un 3% menos que en 2009 que fue el año de mayor gasto. En 2011 el gasto es un 15% más que en 2007 y 2007 era el pico de la burbuja. Austeridad no veo. La solución: hay que seguir reduciendo el gasto en un escenario de caída de ingresos. Una crisis generada por malas inversiones y exceso de deuda no se puede solucionar con más malas inversiones y más deuda. Habrá que pasar por un periodo duro de reajuste porque todo proceso de desapalancamiento requiere tiempo y es duro. Lo que no tiene sentido es que en cuanto decrezca la economía un trimestre digamos que tenemos que volver a las políticas de expansión. Los países bálticos pasaron por este proceso, su PIB cayó un 20% y ahora están creciendo al 8% y sus exportaciones al 20-30%. Al contraer la demanda se reajusta la oferta y esto lleva tiempo. Lo que no se puede hacer es mantener el nivel de demanda sin re-ajustar la oferta. Si gastamos lo mismo es que mantenemos los niveles de producción. Mala señal.

Lo que dicen los keynesianos es que si el análisis se hace a nivel agregado y todos dejan de consumir la caída es inasumible. Sin embargo, la demanda agregada no es sólo consumo, es también inversión. No se ahorra para atesorar, se ahorra para invertir. La oferta monetaria se está reduciendo pero es porque se están pagando deudas y contrayendo el crédito. Nuestras sociedades están endeudadas un 500% sobre PIB. Hasta los keynesianos reconocen que hay que reducir ese nivel de endeudamiento, pero ellos quieren hacerlo con inflación. La devaluación es una solución sólo para algunos países, ya que si todos devalúan entonces sí tienes un problema.

Hay una dinámica perversa en el keynesianismo: si la demanda agregada cae, gastemos más para mantener la demanda. Cuando ya no se puede gastar más porque la deuda es ciclópea, sugieren monetizar la deuda. Como la demanda se sigue sin recuperar y se sigue monetizando, el resultado final es inflación, que hace perder el valor a la deuda emitida. Se movilizan cantidades ingentes de capital. Decía Krugman que lo mejor que nos podía pasar era una invasión alienígena, de esta forma haríamos muchas inversiones para defendernos. Y para rematar decía que lo mejor sería que después de hacerlas descubriésemos que no había tal invasión alienígena.

La forma más pura para salir de la crisis es incrementar el ahorro y dar flexibilidad a los mercados, es decir, austeridad del sector público y liberalización del sector privado. Es un proceso duro porque no pasamos de la noche a la mañana de tener una cementera a una fábrica de jamón. Es un proceso lento de saneamiento de los activos y pasivos.

Durante muchos años la economía se movió en simbiosis con la agricultura. De ahí que fuese la Biblia la que predijese que la economía se movía en ciclos de 7 años: 7 años buenos, y 7 años malos. Cuando el peso de la agricultura baja, esos ciclos pesan menos. Pero eso no descarta los ciclos, ya que puede haber cambios tecnológicos, o cambios en los gustos (como cuando la gente dejó de usar sombreros). Hasta 1940 todos los seres humanos se cubrían la cabeza. Imaginemos lo que significa eso en términos de diseñadores, productores, camiones… En una generación desapareció. No se sabe por qué. Pero lo relevante es que no pasó nada. No se registra ni una huelga, ni un episodio, nada. La gente pasó de hacer sombreros a hacer vaqueros. Las actividades pueden tener movimientos cíclicos, pero lo importante es cómo reaccionamos ante ellos. Y sobre todo, no se te ocurra alimentarlos, por ejemplo, con una política monetaria que te amplifica las oscilaciones y una política micro que te impide la movilidad de trabajadores y capitales.  Nuestro gran error fue alimentar todo esto y peor todavía, convertirlo en la base del sector bancario.

No les quepa duda de que la gente se está moviendo y cambiando de trabajo. Piensen que ya este año las exportaciones habrán crecido un 20% con respecto al año pasado. Al no comprarse aquí, se vende fuera.

En cuanto a los movimientos de la sociedad civil que han protagonizado los últimos meses, los liberales desconfiamos de la gente que está en la calle. Desde la Revolución Francesa, se ha interpretado benévolamente a la gente cuando está en la calle y los resultados de todos esos movimientos han sido sangre, muerte y esclavitud. Se nos olvidan las 40.000 personas muertas en la Revolución Francesa. ¡Para qué les voy a hablar del comunismo! Mucho cuidado con la calle. La gente que sale a la calle es una manifestación de la sociedad, y si la sociedad es anti-liberal, la gente que sale a la calle también lo será. No quita que ojalá se regeneren las instituciones.

Si tienes un sector masivamente intervenido y privilegiado como la banca, la clave es quitarle parte de sus privilegios. La lógica de Glass-Steagal era contundente porque los bancos tienen un fondo de maniobra estructuralmente negativo. Pero sobreviven porque detrás de los bancos, no de las empresas en esa situación, hay un Banco Central. Los Bancos Centrales, principales responsables de la crisis, han emergido como los salvadores. Yo les quitaría todos los privilegios a los Bancos y volvería al oro. A los bancos no hay que rescatarles, al menos con dinero público. Nosotros proponemos una forma alternativa de rescatar a los bancos: como todas las empresas que son insolventes pero viables a largo plazo, hay que capitalizar la deuda. Si se convierte la deuda subordinada de la banca en acciones podrían aflorar 200.000 millones de la banca española. Convirtiendo un 20% de la deuda garantizada en acciones y un 5% de los depósitos a largo plazo quedaba resuelto (sería decirles a los depositantes que los intereses los cobran en acciones). Y esto se consigue sin incrementar el endeudamiento nacional. La basura debe repartirse entre quienes tienen intereses en la banca.

Finalmente, debemos eliminar el mito de que la libertad es la selva. Para ser libre uno no puede hacer lo que quiera. En la selva no hay mercado, no hay nada. Los mercados son sistemas de reglas. ¿Cómo entonces fijamos las reglas? Esa es la cuestión. Los contratos son reglas entre las partes. El liberalismo defiende que surjan de manera privada, entre las partes. El derecho de propiedad es, de hecho, una regla. Necesitamos reglas. La contabilidad es un sistema de reglas. No significa que lo tenga que hacer el Estado. El contrato más importante aparte de la propiedad privada es el matrimonio. Lo primero que pregunta el cura es si venimos "libremente". No es casualidad que después de miles de años sea lo primero que se pregunte".

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El autor de este resumen conoce a uno de los autores, Carlos Rodríguez Braun, y al editor. También conoce a los organizadores del encuentro de presentación del libro.

Sobre los autores

Carlos Rodríguez Braun es licenciado en Economía por la Universidad Católica Argentina, doctor en Ciencias Económicas por la Universidad Complutense de Madrid y catedrático de Historia del Pensamiento Económico también en la Complutense. Es columnista habitual de ABC, Expansión y Libertad Digital, y comentarista de radio en Onda Cero.

Juan Ramón Rallo es doctor en Economía, licenciado en Derecho y master en Economía de la Escuela Austriaca por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Dirige el Instituto Juan de Mariano y es profesor de la Universidad Rey Juan Carlos.

Título del libro

"El liberalismo no es pecado"
Editorial: DEUSTO S.A. EDICIONES, 2011
Autor: Carlos Rodriguez Braun / Juan Ramón Rallo
1ª edición: 2011
280 páginas
Precio: 18 euros (12,99 euros ebook)

FECHA – 2 de diciembre de 2011
RESUMEN DE –Antonio G. Sansigre
DESTINADO A – KNOW SQUARE
SOBRE – Resumen y comentario crítico de la conferencia presentación del libro "El Liberalismo no es pecado"

 

Adjunto
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