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El liderazgo y la actitud filosófica (Artículo)

Vivimos en un mundo en el que tanto el acceso a la información, como su control y su procesamiento se han globalizado. El conocimiento se ha multiplicado y nos llega desde múltiples canales, generando numerosos factores que inciden en lo que se sabe y en lo que se puede o se debe hacer. En un contexto así, los hombres se ven exigidos a desarrollar un modo de pensar y actuar acorde con esta situación. Este hecho plantea enormes desafíos a la sociedad contemporánea, que deben ser afrontados desde un nuevo estilo de liderazgo.

A continuación, presentamos cuáles son, a nuestro juicio, las características de este liderazgo, explicamos por qué la filosofía es un tipo de saber que contribuye, quizá de modo privilegiado, al fomento de un liderazgo necesario en nuestro mundo y, finalmente, exponemos las características particulares de la formación filosófica, que distinguen a esta materia de cualquier otro tipo de formación y posibilitan las mencionadas actitudes de liderazgo.

El líder que reclama el futuro es aquel que:

  • No sólo sabe mucho y bien sobre aquello en lo que es especialista. También sabe tratar la información compleja que se recibe de un modo integrado. Ya no basta con saber analizar muy bien la realidad, es imprescindible sintetizar la multitud de datos en un discurso con sentido.
  • Muestra una altísima capacidad de aprendizaje ante los cambios a los que se enfrenta. Este aprendizaje sólo será posible si el líder es capaz de salirse de su propio marco formativo para poder ver la realidad desde otras perspectivas.
  • Toma decisiones con un estilo caracterizado por su capacidad de compartir el conocimiento.
  • Tiene una actitud visible de escucha a los otros y fomenta de manera constante y sustantiva la comunicación y el intercambio de ideas.
  • Sabe tomarse el tiempo necesario para una deliberación pausada y paciente, asumiendo así, hasta el final, el compromiso que toda decisión requiere.
  • Encuentra el modo de combinar las necesarias acciones tácticas y estratégicas de su organización con la responsabilidad social y la creación de un mundo sostenible para las generaciones venideras.

Ahora bien, ¿qué tipo de formación precisa este líder? Pensamos que la formación específica y técnica que está orientada a la consecución de resultados y estructurada según un esquema de medios y fines es, y será siempre necesaria; pero no es suficiente para generar los líderes que necesita el siglo XXI. La filosofía aparece, a nuestro entender, como un saber que contribuye de un modo privilegiado a esta formación y que se constituye como un complemento formativo necesario para completar el recorrido de un buen líder, por los siguientes motivos:

En primer lugar, la filosofía invita al hombre a detenerse y poner a cierta distancia la realidad en la que está inmerso para mirarla atentamente. Al hacerlo, la realidad adquiere su dimensión más precisa y comienza a mostrarse en toda su complejidad. El mundo global que vivimos necesita líderes con una perspectiva propia y ajustada a la realidad que solo se hace posible si las personas se detienen y aprenden a mirarla atentamente.

En segundo lugar, la filosofía pide a la persona que se detiene a reflexionar que comparta con otros, de un modo racional y dialogado, los frutos de su atenta mirada sobre el mundo. Sólo a través de este diálogo racional, en el que se intercambian afirmaciones y argumentos, es posible alcanzar determinadas conclusiones que no funcionan como verdades absolutas, sino como nuevos principios que posibilitan decisiones y que abren nuevos caminos para el diálogo.

En tercer lugar, la filosofía, porque detiene a la persona y la conduce al diálogo con los otros, fomenta una actitud responsable frente a uno mismo, la sociedad y el entorno en el que vive. La responsabilidad no se mide únicamente por la horas que se trabaja, por la capacidad de ejecutar órdenes o de plegarse a las condiciones que otros ponen. La responsabilidad es una actitud crítica y constructiva. Crítica, porque el líder responsable no da por hecho que todo está bien ni entrega, sin examen previo, a la costumbre o a las tradiciones la respuesta a los desafíos siempre nuevos del presente. Constructiva, porque el líder responsable busca, con los otros, soluciones reales a los problemas planteados: soluciones que sean innovadoras y, al mismo tiempo, adecuadas a la realidad presente. 

El fomento de estas actitudes no se consigue, sin embargo, en entornos formativos donde la adquisición competitiva sea la motivación principal. Lo que funciona en la formación especializada y técnica no sirve para la formación en valores intangibles, que son igualmente importantes para adquirir el perfil del líder del futuro. Nuestra experiencia como formadores en estos años confirma lo que aquí afirmamos. Para que emergan las actitudes de reflexión detenida, diálogo y responsabilidad es preciso que el entorno formativo sea amable y esté vinculado al ocio. Conviene recordar que la palabra escuela se remonta, etimológicamente, a la palabra griega para ocio. Los latinos la recogieron y enseguida formaron una palabra que significaba su contrario: negocio, el conjunto de actividades que niegan el ocio. A una escuela de filosofía no se va a hacer negocio sino a disfrutar, a dejar fuera durante unas horas el trabajo y las preocupaciones y a sumergirse, con otros y con excelentes profesores, en las enseñanzas ya milenarias de la tradición filosófica occidental.

A este ocio necesario se le debe unir el rigor intelectual, ya que no está reñida la deleitación con la instrucción, como enseña el sabio romano Horacio. La historia de la filosofía está repleta de pensadores que supieron detenerse, reflexionar, dialogar con otros y así responsabilizarse de su presente. Platón intentó responder, creando la primera institución universitaria de Europa, a la crisis política de la Atenas de su tiempo. Descartes, en su "Discurso del método", que fue uno de los libros más leídos en el siglo XVII, propone el buen uso de la razón que todos poseemos para acabar con las guerras de religión que asolaron Europa durante treinta años. Habermas y Levinas, ya en el siglo XX, han propuesto una ética fundada en el diálogo y la responsabilidad por el otro como respuesta a los traumas de la segunda guerra mundial, las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki, y los campos nazis de exterminio. En contacto con todos ellos, en un ambiente de ocio y deleitación, la actitud filosófica se puede destilar poco a poco como un buen whisky.

Atención al mundo, reflexión pausada, diálogo con los otros y responsabilidad son los ingredientes que conforman la actitud filosófica que precisa el líder de las organizaciones en el siglo XXI. La formación filosófica es el hábitat donde nace y se desarrolla esta actitud. Platón afirmaba en "República", con cierta melancolía, que el gobierno de los sabios nunca verá la luz. Quizá en este siglo de incertidumbres, riesgos y oportunidades veamos nacer algunos líderes filósofos. Los necesitamos.

Publicado en la Revista Consejeros en mayo de 2011.

Gonzalo Mendoza y Jorge Úbeda
Fundadores de la Escuela de Filosofía de Madrid

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