Instrucciones para leer un libro (¿El fin del libro como lo conocemos?) - Artículo
Ahora ve las “tapas” del libro, palabra que recuerda que los libros se han de abrir. No todos lo merecen. La información asociada al objeto habrá aumentado, pues las tapas contienen imágenes y textos como reclamo. Como sus creadores, los libros no siempre cumplen sus promesas. Debe tomar la decisión de leerlo o no, y también la de exhibirlo o no. Sus libros dicen de usted. Su tablet no.
Elegir un libro es de valientes. No hay tarifa plana ni pago por línea leída. Si ya es suyo, un arrepentimiento implicaría cargar con un objeto varias veces mayor que su smartphone pero con menos de un megabit de contenido. Tómese tiempo, piense que adoptará la mente de otra persona durante horas. Cortázar, en quien se inspiran estas instrucciones, es buena opción. No habrá dejado de observar que, incluso sin abrirlo, el libro ya le está forzando a la introspección.
Repita la operación descrita hasta alcanzar un ejemplar satisfactorio. Con tiempo, introducirá en la rutina un hojeado rápido para mejorar su criterio con heurísticos muy personales.
Abra el libro. Para ello abrácelo con sus manos y use los pulgares, separando en algún punto las “hojas”, palabra que recuerda que requieren luz para estar vivas. Comprobará que no pide contraseña. Puede percibir sensaciones no visuales muy adictivas: tacto, olfato... Deténgase en ellas. No están en sus dispositivos habituales.
Ensaye ya el avance y retroceso rápidos. La interfaz es táctil pero sin sensores capacitivos. Su tecnología permite que levantando ligeramente un pulgar se module la velocidad con que giran las hojas, impulsadas por la elasticidad del papel y controladas por fricción. Localice la primera página. Ahora puede sujetar el libro con una sola mano.
Llegado este punto practique el pasado de página, que implica usar pulgar e índice de la mano libre. No tema, el libro no registra donde se detiene. Nadie traficará con sus datos o actualizará su perfil en la NSA. Un libro es discreto.
El libro sólo sabe ser libro y no hay trucos interactivos. La lectura no estará sujeta a interrupciones como publicidad, correos o mensajes, ni a tentaciones de búsqueda o charla, pues se fabrica desconectado. Eso lleva a estados de concentración casi místicos para estos tiempos. Otra liberación es que no requiere alimentación eléctrica. De hecho, quizá, con el tiempo, identifique a su hogar no como el lugar donde están sus cargadores, sino en el que están sus libros.
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