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La educación como factor de crecimiento (Resumen y Audio de la Conferencia de Alberto Terol)

¿Es posible considerar la educación como un factor de crecimiento? No es que sea posible, que lo es, sino que es absolutamente necesario. Así de rotundo fue Alberto Terol, Presidente del Comité de Educación del Círculo de Empresarios, en una reciente conferencia (28-09-11) en la Fundación Ramón Areces que, bajo el título que encabeza esta colaboración, resumen de forma magistral los trabajos realizados por el Círculo en este ámbito y que han plasmado en varios documentos que revisan anualmente.

La conferencia (para escucharla pulsa aquí) no tiene desperdicio, máxime cuando la actualidad presenta un alborotado comienzo de curso, unas elecciones generales a la vuelta de la esquina y, lo que es peor, España afronta un reto de recuperación económica que tiene escasos precedentes históricos y que, de no superarlo, abocará a un largo periodo de alejamiento de las sociedades más dinámicas, cuestión que sí que tiene, por desgracia, bastantes  antecedentes en la historia española.

Pero, al contrario que en otras ocasiones, la superación de un reto similar está cercano en el tiempo y coincide, precisamente, como señala Alberto Terol, con un gran avance de la educación. Frente a la realidad de que a mediados de la década de los 70 el 57 por ciento de la población adulta no tenía estudios primarios, en la actualidad España tiene las cifras más altas en incorporación de alumnos a las universidades y, por supuesto, ha reducido al mínimo el penoso porcentaje citado anteriormente.

Es lo que él define como la superación del reto de la inclusión. Sin embargo, detrás de ese excepcional salto, y después de que han pasado casi cuarenta años, considera que empezamos a acumular un retraso importante para sumarnos al colectivo de países que han visto en la educación un factor de superación esencial para abordar los nuevos retos del desarrollo en un mundo globalizado porque, frente a la verdad que es asegurar que de las universidades españolas salen un número importante de licenciados, también es verdad que su preparación dista de ser la ideal, tanto por lo que se refiere al nivel, como  para adecuarse a las necesidades del  mercado laboral.

Es decir, no hemos sabido en la reciente historia dar el salto a la excelencia que estadísticamente queda reflejado en los datos de fracaso escolar, abandono de estudios, la presencia de universidades en los rankings de calidad  y la citada escasa adecuación al mercado laboral. Cita al filósofo José Antonio Marina cuando también en una conferencia recordaba una reflexión escuchada en el vecino continente africano: "La educación no es lo importante. Si la tribu va bien, la educación va bien y viceversa".

Algo va mal cuando "no hemos sabido abordar el cambio de la excelencia (…) y cuando no hemos sabido instaurar la cultura del esfuerzo, frente a la cultura de la inmediatez" que inunda a buena parte de la juventud. Lo reflejaba, recuerda Terol, muy bien Picasso cuando le preguntaban sobre cómo le venía la inspiración y contestaba aquello de: "¿la inspiración?... No sé qué pasa que cuando me viene siempre me pilla trabajando".

El resultado es una progresiva pérdida de competitividad frente a los índices alcanzados en años recientes y en muchos casos alcanzados por la "vía dura" que señala Alberto Terol. Es decir, hacemos lo mismo pero con menos gente. Frente a esto, hay países emergentes que sí que están prestando atención máxima a la educación. El resultado es que, a la competencia que ofrecen por costes, empiezan a sumar conocimiento tecnológico que es lo que en muchos casos justifica la deslocalización, proceso del que se benefició España en años no muy alejados.

En su conferencia, Terol asegura que una de las razones del retraso que estamos acumulando es la inestabilidad regulatoria y destaca las palabras de Marina cuando señala que hay una necesidad absoluta de la desideologización de la educación, a lo que añade el conferenciante la estabilidad y el consenso político porque los problemas se están acumulando.

En primer lugar, señala, faltan controles objetivos de los resultados que animen, a su vez, a la competitividad; falta libertad para gestionar la educación; falta transparencia porque ¿sabe la sociedad lo que cuesta una plaza en una universidad o en un colegio de enseñanza secundaria? Y falta también una financiación adecuada. Frente a esto sobran, por ejemplo, universidades. Para Alberto Terol es insostenible mantener 71 universidades –casi una y media por provincia– y no solo financieramente.

Además, hay un problema de gestión por la carencia de la misma. "Un docente, dice, no tiene porqué ser un buen gestor, igual que el mejor y más prestigioso abogado no tiene porqué ser el mejor director de un despacho de prestigio". Además, la universidad pública vive de espaldas a las empresas y hay una funcionarización de la docencia, tema que explica la diferencia entre la enseñanza universitaria y el prestigio de las escuelas de negocio, que ocupan, hay que recordarlo, primeros lugares en los rankings mundiales.

En niveles inferiores, destaca el escaso prestigio de la formación profesional y la caída del prestigio de los docentes entre la sociedad. ¿Qué está pasando, pregunta, que ésto no se da en otros países de nuestro entorno?

Todo este fenómeno, concluye Alberto Terol, termina por afectar a la sociedad en general que igualmente abandona gradualmente el valor del esfuerzo y la apreciación de todos aquellos que lo desarrollan. En épocas de crisis, como la que estamos, es indiscutible que hay que apostar por la educación, pero de la clase que revitalice la idea del emprendimiento entre la sociedad. Porque la imagen es importante. Como recientemente –marzo del pasado año– recordaba la indiscutible biblia del emprendimiento que es el Informe GEM, la imagen del empresario en España frena el ánimo de los emprendedores. Es evidente que hay que transformarla.

 

Adjunto
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