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La gran confusión (El libro abierto de la Actitud)

Juan Núñez lleva ya dos horas en la cola del paro, pasando frio y escondido tras unas gafas de sol aunque está nublado. Con sólo 45 años a cuestas, en solo dos meses ha envejecido hasta parecer que tiene más de 50. Dos meses es el tiempo que hace que fue despedido de la empresa en la que llevaba trabajando como ingeniero toda la vida, hasta que empezaron a escasear los pedidos. Hace tres años despidieron a secretarias y vendedores.

Luego el jefe dijo que quería mantener el corazón del negocio como fuera, lo que implicaba que a él y a otros cinco ni los tocaban. Pero hace seis meses estaban mano sobre mano y luego todo se precipitó. Ni se lo podía creer. ¿Cómo podía estar en el paro? ¡Un ingeniero!! Escondido tras la gafas, intenta hacerse creer que no es él que está  en la cola del paro. ¡Esto es una cosa circunstancial!

Ayer por la tarde Juan fue a recoger trastos a la tienda que su mujer había tenido que cerrar hace quince días. Gloria abrió el negocio hace diez años, cuando compraron la nueva casa. Y fue muy bien hasta que hace un año resultaba imposible pagar el alquiler. La mitad de las cosas que vendía Gloria en la tienda son ahora más baratas en internet. Ayer Juan fue a recoger unas cajas, después de pasar por la fábrica de su amigo Pedro. Amigo de toda la vida, le había dicho que igual tenía algo para él. La empresa de Pedro está abriendo una sucursal en Polonia y necesita gente valiosa. Se está internacionalizando y le va muy bien, le dice. Amigo de toda la vida también le ha dicho que sin inglés no puede darle nada, que tiene dos  chavales de 25 años que saben idiomas y están dispuestos a irse mañana mismo. Una intentona más en la búsqueda de trabajo.

Después de hacer cola sin éxito, Juan se va a la inmobiliaria a ver si ha aparecido algún comprador para los tres inmuebles que tiene en venta. Entre su buen sueldo en la empresa de ingeniería, las condiciones financieras que le dio la caja y los dineros que daba la tienda, el matrimonio Núñez decidió hace años comprar una casa más grande, un dúplex con jardín, dar la entrada para un apartamento en la Manga del Mar Menor, comprar dos pisos pequeños como inversión y arreglar la casa del pueblo donde vive su madre. El empleo de ingeniero es un valor seguro y no valía la pena ahorrar, se dijeron. El dinero llegaba a raudales. Gloria había cogido una chica peruana para ayudarle en la tienda y el marido de ésta iba los fines de semana a cuidar el jardín. Y arreglar los perros, limpiar los coches (tres) y esas cosas. Juan explicaba que con mil euros al mes lo tenía todo a punto. La cuestión es que en la inmobiliaria le dicen todas las semanas que no hay compradores para nada. Y uno que preguntó por el chalet pareado solo alcanzaba a ofrecer justo lo de la hipoteca que les queda por pagar. Juan piensa que aún hará negocio y venderá por algo más. Aunque lo cierto es que lleva ya tres mensualidades sin pagar la hipoteca y al obrero del pueblo le debe la obra de la casa de la abuela. ¡Todo viene tan de repente que cuando me descuidé ya no tenía un duro!

Pedro, el hijo mayor de Juan, ha acabado en la universidad la carrera de arquitectura y ahora está en el paro. Empezó esta especialidad porque había mucha demanda y en su casa no le eran ajenos los planos y las calculadoras. Pero cuando hace cuatro años acabó las obras empezaron a pararse. El hijo ha dicho varias veces que quiere irse al extranjero, pero Juan y Gloria no están dispuestos a ello. ¡Para eso no le han pagado la carrera al chico! Pero Pedro está cada día de peor humor. Hay semanas que no sale de casa en dos o tres días. Se cansa de echar curriculums, pero le dicen que nada de nada o que está todo parado. Le ofrecen trabajo de otras cosas, pero él quiere de arquitecto.  Pilar, la novia que tenía en la universidad, se ha ido a Dubaí a trabajar como secretaria de una constructora. Ahora se ve con Pedro por skype. Y están todo el día con el WhatsApp puesto.

Carmen, la hija que es un año menor que Pedro, trabaja de enfermera en un hospital. No quiso hacer medicina y ahora le han recortado tres veces el sueldo. Juan no entiende cómo le pueden bajar el sueldo a su hija, que trabaja las horas que haga falta. Pero en la tele se hartan de decir que no hay dinero y que todos debemos recortar. ¡Coño! ¡Ya podían recortar a los políticos! Un amigo suyo que es economista le explica una y otra vez que hay que apretarse el cinturón porque hemos gastado demasiado. Mucha casa, mucho coche y mucho tren de vida que ahora hay que frenar. Pero Juan defiende sus opciones, alegando que él ha trabajado mucho toda la vida y que lo que tenía se lo ha ganado a pulso. ¡Lo que han hecho es meter muchos funcionarios y muchos enchufados!

Andrés es el hijo pequeño de la pareja Juan y Gloria. Tiene justos 20 años pero es una fiera de la informática. Se harta de decirle a su padre que es un antiguo y a su madre ya le dijo hace años que cerrara la tienda y se pasara a internet. Como está todo el día dando vueltas por cursos, twitter e Linkedln mantiene informada a la familia de lo que pasa por el mundo; de lo que él cree que pasa por el mundo, le dice su padre mientras ve el Telediario. Por eso cuando Andrés le dice a su padre que ya no volverá a encontrar trabajo porque los chinos son más y mejores ingenieros que los españoles, Juan casi lo tira de casa. ¿Qué pasa? ¿Qué su padre no es el mejor ingeniero del mundo? Andrés dice que este país se ha quedado antiguo y que no genera conocimiento, solo pensamos en divertirnos y ganar para gastar o comprarse un coche. Sus amigos se conforman con hacer de camareros los fines de semana y sacar para copas. Pero Andrés sabe que solo tendrá un buen trabajo aquí y en el extranjero si está muy preparado, y por eso habla inglés, alemán y toca el violín en las fiestas. No quiere saber nada de comprar una casa y haciendo páginas webs gana más dinero que su padre cuando estaba fijo en la empresa que cerró. Pero el dinero lo mete en un una cuenta en Estados Unidos, para cuando vaya a allí a vivir, en unos meses. Sus amigos le han dicho que está en una lista para el reclutamiento de talentos. El talento sirve para poco, le dice su padre. Un buen empleo de funcionario es lo que vale.

Gloria no acude a desayunar a la panadería, como ha hecho toda la vida, porque le da vergüenza decir que está en el paro. Juan sale todos los días a visitar antiguos clientes y ver si alguno le da para hacer chapuzas. Pero le dicen que no tienen nada, e incluso la mitad de ellos han cerrado las fábricas y también están en el paro, aunque no lo reconocen. Ha conseguido algunos trabajos por la tarde y le pagan en efectivo. No para de hacer planes y cálculos para una ingeniería que trabaja para la administración. Pero como hay poca obra pública y menos dinero, solo es de vez en cuando y le pagan aún peor. Con esas chapuzas y el dinero del paro la familia Núñez va aguantando, lo que no saben es hasta cuándo. No tienen nada ahorrado. La clase media española no ahorraba, no le hacía falta. Pero ahora ha venido el invierno y parecen cigarras, le explica el hijo. Y además no quieren aprender. Andrés le dice a su padre que vaya a estudiar algo nuevo que tenga demanda en el mercado, pero el padre le echa en cara que él ya sabe todo lo que tiene que saber.

Juan está harto de ver la televisión o leer periódicos, que se pasan el día hablando de lo mal que está todo. Porque a un cuñado suyo le va bien en una fábrica de perfiles, aunque ha tenido que bajar la producción porque a sus clientes les da miedo cómo está España y prefieren aguardar unos años a seguir fabricando ventanas para la exportación. Juan no entiende lo qué pasa. Hace cinco años todo funcionaba bien y ahora le ha caído encima el gran desastre. ¿Qué ha pasado? ¿Tanto hay que cambiar las cosas para que todo vuelva a funcionar como antes? ¿Cómo es eso de que hasta los catalanes dicen ahora que quieren ser independientes? Si antes su madre compraba gratis todas las medicinas que quería, ¿por qué  ahora tiene que pagar un euro por receta? Su hijo Andrés le dice que en Alemania pagan hasta cinco euros, pero él dice que es mentira, que si cree que en Alemania atan los perros con longanizas.


Juan está perplejo. No entiende nada. El cree que siempre ha obrado bien. Ha trabajado mucho. Gloria también. Han construido una familia de clase media como todas las españolas. Nunca se ha metido en líos políticos. ¿Qué está pasando ahora? La Caja de Ahorros donde trabajó su padre y su tío ha desaparecido. La tienda que funcionaba tan bien ha tenido que cerrar. Y la ciudad está llena de edificios a medio construir. Hasta el polideportivo que inauguraron hace unos meses está medio abandonado porque dicen que el ayuntamiento no tiene para mantenerlo. ¿Qué pasa? Su hijo Andrés estudió la carrera en una universidad privada y pagaban más de veinte euros al año. Pero los dos últimos cursos los ha tenido que hacer en la universidad pública. ¡Y le cobran 1.500 de matrícula! ¡Que desastre de país!

Y ahora dicen que sobra la mitad de las Universidades y que la basura deberían recogerla solo dos días a la semana, como en Inglaterra. Y que manda más Bruselas que los ganadores de las últimas elecciones. Ha intentado vender el abono del fútbol y le dicen que no vale nada, que el campo está vacío todos los fines de semana. No se fía de los políticos y mucho menos de los sindicatos. Pero tampoco valora a los empresarios. ¡Hay cuatro que se han hecho ricos y los otros son unos piernas! ¿Y el Rey? Bueno… Juan no sabe hacia dónde mirar. Todos son culpables de lo que está pasando, porque él ha trabajado de valiente toda la vida y ahora no tiene nada. ¿Qué está pasando?

 

Adjunto
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