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Los recursos limitados (Artículo)

Según las previsiones de los expertos, el próximo mes de octubre se inicia la cuenta atrás para que la Tierra alcance los 7.000 millones de habitantes. Cuando escribo estas líneas, somos más de 6.958 millones según el contador puesto en marcha por la Oficina del Censo de los Estados Unidos para medir la evolución de la población mundial al segundo. Supongo que en Times Square, un luminoso dará la noticia al mundo. Sin duda, el acontecimiento será noticia de primera página en todos los diarios del Planeta Azul y seguro que las televisiones dedicaran espacios al tema y a sus efectos: la escasez de recursos o los recursos limitados. Habrá miles de debates y de reflexiones y nos creeremos que eso sensibiliza a la opinión pública. Pero será flor de un día. Cuando pase la marea, nos olvidaremos y alguien estará pendiente de cómo va el reloj poblacional para acertar cuando llegaremos a los 8.000 millones.

Habrá serias reflexiones sobre la necesidad de ir hacia sociedades ordenadas que cuiden el entorno para, a cambio, seguir disfrutando de la Tierra y los millones de seres vivos que componen su flora y fauna. Hablaremos de los grandes pulmones y de la necesidad de ser responsables en nuestra vida cotidiana para hacer habitable algo que parece ser que empieza a ser insostenible.

Muy probablemente, veremos por enésima vez manifestaciones del poder de la naturaleza y hasta puede haber imágenes inéditas del todavía cercano tsunami que asoló la costa de Japón, imágenes de los devastadores huracanes que asolan de oeste a este los territorios americanos y la alegre Nueva York recordará a Irene, uno de esos fenómenos naturales que, cuando estas líneas se publiquen, solo hará unos días que jugueteaba entre los rascacielos y obligaba a cerrar el espacio aéreo de la ciudad que nunca duerme.

También veremos imágenes tremendas de la depredación del ser humano. Volveremos a ver las sangrientas cazas de focas, alguien nos recordará con los japoneses matan cientos de miles de tiburones para aprovechar sólo su aleta que, por cierto, está a 34 dólares el kilo en los mercados mayoristas. Nos contarán cómo desaparecen los salmones, las tortugas o los tigres de Bengala; como esquilmamos los bancos de pesca y como se muere el atún rojo. Todo gracias al despiadado avance de la civilización.

Hablaremos de energía, del efecto de la decisión de Alemania de eliminar la energía nuclear, de la necesidad de las energías renovables, de su costo, del carbón, del petróleo, del gas, de las nuevas tecnologías que permiten aprovechar muchísimo más las reservas a costa de la consabida contaminación de los recursos hídricos subterráneos. Hablaremos de la agricultura, de la subida del precio de los granos y, por supuesto, de la escasez del preciado bien que es el agua.

Según algunas teorías, ya estamos en el máximo soportable. Ortega y Gasset escribía en el año 27 del pasado siglo que el mundo se había empequeñecido por el progreso de la comunicación, ¿cómo vamos a sentirnos ahora que, además de la extraordinaria evolución de la misma, nos vemos enormemente pequeños ante el reto de mantener a 7.000 millones de personas y solucionar la creciente limitación de recursos?

Será cuestión de una o dos semanas; después, todos los grandes problemas e interrogantes planteados volverán al olvido. Seguirá la degradación medioambiental, ciertas sociedades seguirán consumiendo más proteínas de las necesarias y la hambruna seguirá en Somalia como penoso contraste y, como no, todos los días veremos impasibles muestras de los comportamientos irresponsables de la humanidad. Hacemos mal.

Menos mal que, de vez en cuando, uno ve uno de esos videos de la astróloga Lucianne Wolcowicz que nos habla sobre las nuevas técnicas para descubrir planetas en diferentes sistemas solares. Siempre cabe la esperanza de encontrar uno que admita la vida humana y poder ir allí en plan Livingstone para descubrir nuevos refugios, riquezas y posibilidades y esperar al Stanley de turno que comunique al mundo entero que podemos empezar el traslado.

A pesar del cierto escepticismo vertido en las líneas anteriores, espero que el hito sirva para actuaciones concretas porque, no nos engañemos, esto va de gestión responsable. El futuro de todos pasa por decir a las administraciones públicas que deben asumir sus responsabilidades en la materia, una especie de la Responsabilidad Social Corporativa que ya aplican muchas empresas, aunque sea a empujones. En el sector empresarial se dieron cuenta que el tema no es que fuera bueno para su imagen y la de sus productos, sino para su existencia.

El rimo de crecimiento lo impone. Si para alcanzar el primer millón de habitantes la Tierra necesitó de 12.000 años, para crecer de 6.000 a 7.000 millones sólo se han necesitado once; es decir, estamos hablando de que en el medio plazo seremos 8.000 y en seis lustros, dos generaciones, alcanzaremos los 10.000 millones, el límite soportable, según algunos científicos.

La tecnología puede ayudar pero es esencial la actuación de cada individuo. ¡Otra vez la actitud! No sólo es cuestión de gestionar, de productividad, de trabajo, palabras habituales del mundo del Management; es cuestión de que el comportamiento individual y colectivo no debe olvidar este apartado esencial para el mantenimiento posible de un Planeta cada vez más limitado en sus recursos.

La crisis financiera que vivimos es buen ejemplo del efecto del descontrol público y privado donde unos compran con lo que no tienen, otros piden lo que saben que no van devolver y, en el colmo de los absurdos, otros prestan sabiendo que no se lo devolverán. La contabilidad podrá hacer milagros pero, como dice la sabiduría popular, "con lo de comer no se juega". Eso sí que es tangible. Igual que la superficie de la tierra firme de la Tierra. Pensemos que ahora cada uno, cada persona, tiene la teórica cifra de 21.131,6 metros cuadrados; pues bien, cuando seamos 10.000 millones, dentro de tres o cuatro décadas, esa superficie se habrá reducido a 14.791,8. Y en esa cantidad llevamos incluido nuestro porcentaje de desierto, bosque, cultivo, carreteras, hospitales, aeropuertos y un larguísimo etcétera. Si seguimos echado cuentas veremos que el madrileño chotis será algo más que un baile. Solo dispondremos de una baldosa.

Pero aun así, el problema que nos acucia no es el número; es que la mayoría seguiremos dilapidando nuestro tiempo en inconsecuentes trifulcas mientras derrochamos energía, comida y agua que son los recursos que hay que cuidar, entre otras cosas para que los 7.000 millones podamos tener un cierto horizonte más allá de las décadas peligrosas que empiezan ahora.

 

Adjunto
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