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Repoker de Presidentes (Artículo)

A poco menos de dos meses para que se cumpla el trigésimoquinto aniversario de las primeras elecciones generales (15 de junio de 1977), parece que hemos llegado a un punto de reflexión, que no de inflexión, que nos lleve y asegure la estabilidad hasta mediados de siglo, un escenario sobre el que somos incapaces de discernir sin caer en la ciencia ficción hacia la que nos empuja el ritmo al que marcha la evolución tecnológica.

Hablamos pues de una etapa de estabilidad sin precedentes con un Jefe del Estado al frente y seis presidentes, uno más que en los treinta y cinco primeros años de democracia de los Estados Unidos por hacer una simple comparación numérica. Nada que ver con los Washington, Adams, Jefferson, Madison y Monroe que contamos en ese periodo en el país americano que el 30 de abril cumple 223 años de lo que para muchos es una ejemplar referencia.

No significa el "nada que ver" una comparación con tintes peyorativos; simplemente digo que no tienen nada que ver porque el tiempo no es el mismo y compararlos solo sería un ejercicio inútil de manipulación histórica aunque, sin embargo, sí que puede ser conveniente recordarlos porque fueron ellos los que se enfrentaron a la consolidación de un sistema que tuvo serios problemas y en eso sí que nosotros no nos quedamos atrás.

Los hemos tenido y los tenemos a montones y algunos si que son comparables. Tuvieron intentos internos de destrucción del sistema, la cohesión territorial y la gran crisis de la deuda inmediatamente después de la recién creada república solucionada en la famosa reunión entre Jefferson, Madison y Hamilton a la que he hecho referencia en otra colaboración anterior (El rapto de Europa).

En España, a estos problemas se han enfrentado, por orden cronológico, Adolfo Suárez, Leopoldo Calvo Sotelo, Felipe González, José María Aznar, José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy, los seis bajo el reinado del Rey Juan Carlos I, uno de los motores esenciales para la puesta en marcha del proceso constitucional que se inició con las elecciones del 15 de junio del 77 y se cerró con la aprobación de la Constitución de 1978, que convertía a España en una Monarquía parlamentaria (Art. 1-3) a imagen y semejanza de las existentes en el norte de Europa con el régimen británico como ejemplo más explícito.

A diferencia de los primeros 35 años de la democracia en Estados Unidos, en que cada uno de los cinco primeros presidentes tiene una personalidad propia, incluso reflejada por escrito en diferentes obras, a mi juicio, ese mismo periodo temporal tiene en España un carácter colectivo que se refleja en la denominada "Transición", un periodo que unos la sitúan entre el nombramiento del Príncipe de Asturias como Rey y la aprobación de la Constitución en 1978; otros entre las primeras elecciones generales y la victoria del PSOE en octubre del 82; y, unos terceros que la sitúan entre las primeras elecciones generales y la entrada de España en la Unión Europea en 1986.

En cualquiera de los tres periodos está incluido el que fue el acto sobre el que gira este periodo denominado "La Transición" y que es la firma el 25 de octubre de 1977 de los denominados "Pactos de la Moncloa", eje y epicentro de lo que sería una profunda reestructuración económica, sobre el que se sentaron las bases para esta larga estabilidad social, política y económica que hemos disfrutado hasta el estallido de la crisis.

Una crisis que, a pesar de las apariencias –y de las justificaciones– no sólo es económica, sino algo mucho más profundo porque también es social y política. Entre otras cosas porque el espíritu colectivo que presidió "La Transición" está agotado, muy probablemente por la inexistencia de realidades individuales que fueran manteniendo ese conglomerado de ilusión que nos invadió desde su comienzo.

Vicios adquiridos en el anterior régimen, muchos de ellos ancestrales, afloran en la medida en que el concepto de la libertad ha quedado retorcido por lo que debe ser, y en ocasiones no lo es, el necesario y sano enfrentamiento político; el concepto de transparencia difuminado por las exigencias, no menos sanas, de la responsabilidad; y, el de la competencia y el esfuerzo arrinconado por la desgana, el ventajismo y el dulce veneno de la corrupción. 

Treinta cinco años después nos encontramos en un casi generalizado "Estado de Malestar" –no hay más que ver las encuestas del Centro de Investigaciones Sociológicas– que golpea desde casi todos los frentes imaginables debilitando, no ya la ilusión de los que vivimos de forma emocionada aquellas jornadas de "La Transición" en cualquiera de las versiones temporales que se nos puedan ocurrir, sino el Estado que el ánimo colectivo alumbró en aquellos días de junio del 77.

A día de hoy no hay ni una de las instituciones previstas por la Constitución del 78 que estén a salvo de la crítica o sospecha, y al CIS me remito como referencia al estado de lo que en la sociología aplicada se llama "opinión pública general". Ni las que están dentro del texto, ni que las que están fuera y tienen una dimensión global, habría que aclarar.

Creo que no hace falta señalarlas porque están en la mente de todos los lectores de esta colaboración. Nos hemos acostumbrado a no ver, palpar, escuchar y saborear, al menos mentalmente, esos momentos de grandeza institucional que dan al grupo su razón de ser, salvo en algunos episodios de la denominada Transición. Naturalmente escribo desde mis sensaciones y la inevitable subjetividad que deriva del hecho de opinar.

Con cierta mala intención –lo confieso– he recordado los nombres de los presidentes de Gobierno al verme en una portada del desaparecido diario Ya en una rueda de prensa en la Moncloa con el Presidente Suárez, personaje en el que se acumulan muchos de esos momentos a los que me refería en el párrafo anterior. Fuera de él, que representa el eje de esa Transición, queda un repoker de presidentes, uno de ellos con poco más de cien días en el Gobierno, que no sé si basta para ganar una imaginaria partida. Dado que he elegido un juego, ahora solo resta que el lector decida el contrincante, haga su descarte y elija el comodín. 
  

Adjunto
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